Dom 22.04.2007
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HALLAZGOS > UN SELLO QUE EDITA UNA PERLA DETRáS DE OTRA

La discoteca de Babel

Es una de las sorpresas más gratas y desapercibidas que brindan las disquerías: bajo los anodinos nombres de sus colecciones —Grandes del tango, Grandes del jazz, Las voces del siglo XX—, el sello Lantower, creado y dirigido por Roberto Sarfati, esconde conciertos inhallables, versiones olvidadas, rarezas dignas de melómanos obsesivos y hasta grabaciones inéditas de nombres como Sinatra, Marlene Dietrich, Tita Merello, Oscar Peterson, Bruno Walter, Billie Holiday, Piazzolla y De Caro, entre muchísimos otros. Y, como si fuera poco, a buen precio y en ediciones cuidadas, que incluyen información en muchos casos desconocida.

› Por Diego Fischerman

La reencarnación musical y contemporánea de la Biblioteca de Alejandría –o de la Torre de Babel– bien podría ser Internet. Es una posibilidad. Pero no la única. O, por lo menos, no en materia de tango y de grabaciones históricas de jazz y música clásica. Cuarenta álbumes dobles ya publicados de una serie bautizada Grandes del tango, que van desde Ignacio Corsini, el cuarteto de Roberto Firpo o el sexteto de Julio De Caro hasta las grabaciones de Piazzolla en París en 1955, el primer registro completo de La flauta mágica de Mozart, dirigido por Sir Thomas Beecham en 1938, las Sinfonías 5 y 9 de Mahler, conducidas por Bruno Walter en 1947 y 1938, una antología de Oscar Peterson que incluye la actuación de su trío en el Festival de Ontario en 1952, de Frank Sinatra con grabaciones en vivo (por ejemplo con los Metronome All-Stars, con Miles Davis, Dizzy Gillespie, Lennie Tristano y Charlie Parker) y música incluida en bandas de sonido hasta ahora inéditas de Billie Holiday junto a Louis Armstrong y en registros de actuaciones en la radio –inhallables en otras ediciones–, Gigli haciendo canzonettas o Marlene Dietrich en sus grabaciones de antes de la guerra son algunas de las sorpresas que depara un pequeño sello independiente argentino llamado Lantower. Y quien se encarga de decidir el catálogo, de elegir el material –no dudando en incluir rarezas de su propia colección personal– y de remasterizarlo tema por tema, opina: “Siempre odié las antologías. Este tipo de discos tiene, en general, un único objetivo: estafar a la gente”.

Según Roberto Sarfati, que en la adolescencia y con la discoteca del padre de un amigo se sumergió por primera vez en los placeres de la escucha –y del enciclopedismo–, “las antologías de Grandes éxitos habitualmente son breves, suenan mal, no tienen información e incluyen sólo un poco de lo que un eventual comprador querría. Y el resto es basura, de manera que para tener los diez temas de un artista que a uno le interesan hay que comprarse tres o cuatro discos. Nuestros discos son exactamente lo contrario”. Un dato lo dan las presentaciones, sin lujos pero sin descuidos, y las informaciones incluidas que consignan, por ejemplo, fechas de grabación. En el mundo del tango –o, más bien, en el de las maneras con que la industria trata al tango– es una rareza saber, por ejemplo, que la maravillosa versión de “Nada” por Raúl Iriarte con la orquesta de Miguel Caló, orquestada por Osmar Maderna y con Enrique Mario Francini como primer violín, fue registrada el 3 de septiembre de 1944. Es más: Sarfati se da el lujo de corregir errores presentes en otras ediciones. El volumen dedicado a Piazzolla, que incluye las grabaciones de la orquesta que el bandoneonista formó en 1946, dos de los temas que registró en 1950 para el hoy desaparecido sello TK, y las grabaciones parisinas de 1955, es la única edición en donde se consigna que el gran pianista francés de jazz Martial Solal sólo toca en algunos de los temas, y en los demás quien lo hace es Lalo Schiffrin. La otra gran diferencia entre los discos de estas colecciones y otros con repertorios similares es que éstos suenan ostensiblemente mejor. Y la razón es sencilla. Los sellos grandes se niegan a invertir demasiado en repertorios considerados a priori como poco comerciales. El proceso al que someten los registros originales, tan sólo un descompresor de la señal, está muy lejos de tener que ver con el “remasterizado” que suele anunciarse en las cubiertas de los discos. En este caso, en cambio, algunos de los rescates son milagrosos –el Mahler de Bruno Walter, las grabaciones de Fresedo de la década de 1920– y el sexteto de De Caro, en sus registros de 1926 y 1927, nunca sonó tan claro y transparente.

Las colecciones de Lantower –conformadas por álbumes de dos CDs que se venden a $ 26 y a las que se les agregan volúmenes casi incesantemente– son Grandes del tango, Grandes del jazz, Las voces del siglo XX, una serie de discos clásicos que incluye registros de Pablo Casals, Jascha Heifetz, Yehudi Menuhin, Peter Serkin, Rosalyn Tureck y Arthur Grumiaux, entre otros, y una dedicada exclusivamente a registros de óperas donde puede encontrarse, por ejemplo, La Bohème, de Puccini, en la versión cantada por Beniamino Gigli y Licia Albanese, en 1938. Entre los volúmenes de tango ya publicados –el próximo será el de Ada Falcón– hay algunas joyas imperdibles. El dedicado a Salgán, por ejemplo, incluye las primeras grabaciones realizadas por la orquesta del pianista, a partir de 1952, con un joven –y perfecto– Roberto Goyeneche como uno de sus cantantes –el otro es Angel Díaz–, que estaban fuera de catálogo desde hace años.

El álbum de Tita Merello incluye sus grabaciones de 1929 y 1930, además de las más conocidas, de mediados de la década de 1950; el de Pedro Láurenz contiene registros de 1937 y comienzos de los ’40, además de dos transmisiones radiales de 1946, y el de Di Sarli –una de las mejores antologías que se hayan realizado de la orquesta de este pianista– tiene una rareza. Se dice que los tangueros son supersticiosos y se dice, también, que Di Sarli es mufa. La manera de conjurarlo es doble. Su volumen es el número 13 pero, por las dudas, aparece como 12 + 1. Independientemente de las creencias, vale la pena escuchar con atención las sutilezas de acentuación y los desplazamientos rítmicos del piano en temas como “Nada” –nuevamente– junto al cantante Alberto Podestá todavía en un gran momento y, de la misma dupla compositiva (José Dames-Horacio Sanguinetti), “Tristeza marina”, con la voz de Roberto Rufino. “La colección Las voces del siglo XX me pone especialmente orgulloso”, dice Sarfati. Y es que el hecho de delimitar un territorio donde conviven Sinatra, Gigli, Gardel, Caruso, Callas, Schipa, Amalia Rodrigues y Marlene Dietrich ya es una definición ideológica. Pero, más allá de esa definición, los volúmenes dedicados a Rodrigues y Dietrich (un disco en alemán y otro en inglés) son, sencillamente, los mejores que hay en catálogo; las famosas canzonettas por Gigli no se consiguen en ninguna otra edición y en el disco de Schipa también hay hallazgos: sus versiones de tangos grabadas con las orquestas de Ciriaco Ortiz, Fresedo y Lomuto.

Bruno Walter fue colaborador de Gustav Mahler y trabajó junto al compositor su interpretación de las sinfonías. Este volumen permite escuchar sus versiones de la quinta y la novena, grabadas en 1938 y en 1947 junto a las Filarmónicas de Viena y Nueva York y remasterizadas de manera ejemplar.
Hay varias antologías de De Caro dando vueltas. En ninguna su sexteto de 1926 suena mejor que en ésta.
Marlene Dietrich en alemán y en inglés y una verdadera joya: sus registros anteriores a la Segunda Guerra Mundial.
La colección incluye tres volúmenes dedicados a Osvaldo Pugliese. La selección del material es excelente.
¿Frank Sinatra junto a Miles Davis, Dizzy Gillespie, Charlie Parker y Lennie Tristano? Sí, créase o no, en la grabación de una actuación con los Metronome All Stars. Para amantes de las voces, Tito Schipa y sus canzonettas es un hito. Pero la yapa es impactante: tangos, mucho antes que Plácido Domingo y, además, con auténticos acompañamientos de tango: las orquestas de Fresedo, Ciriaco Ortiz y Lomuto.
El volumen dedicado a Piazzolla incluye sus grabaciones con la orquesta que formó en 1946, dos de las placas que registró en 1950 para el desaparecido sello TK y lo que grabó en París en 1955 –sus primeras grabaciones con bandoneón concertante– junto a las cuerdas de la Opéra de esa ciudad y, alternándose en el piano, Martial Solal y Lalo Schiffrin.

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