Dom 08.07.2007
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TELEVISIóN > EL FALO EN PANTALLA

La argentinidad al palo

Un hecho notable se registra con inusitado desparpajo en los programas de mayor audiencia de la televisión argentina: la presencia verbal, simbólica y física del falo. Ya sea como objeto de admiración, envidia o jactancia, su hegemonía es arrolladora y su fuerza ha derrumbado uno de los últimos tabúes televisivos. Su potencial es insospechado y sus interpretaciones calan hondo en el imaginario social y político de este país.

› Por Mariana Enriquez

Si hay que marcar un inicio, un mojón, se podría mencionar Cable a tierra, aquel programa de Pepe Eliaschev a finales de los ‘80. Una vez, a la producción se le ocurrió hacer una encuesta y preguntar si el tamaño del pene importaba. El escándalo fue de proporciones. Años después, la actriz María José Gabin dijo “pija” en el programa de Susana Giménez, le siguió otro griterío y ella terminó sin poder conseguir trabajo en TV durante unos años. Silvia Süller rompió el hielo acusando a Jacobo Winograd de pequeñez, con el recordado mote de “chizito”. Pero hasta ahora el falo no había logrado un protagonismo importante en la televisión abierta argentina. Protagonismo que acaba de conseguir. Y cómo.

Caños y bultos

El falo domina los programas de éxito. Es rey en Bailando por un sueño. El teleespectador casual puede pensar que comenzó su reinado simbolizado por el Caño –falo enhiesto, no vaya a ser cosa– pero en realidad apareció antes, desde la entrepierna de uno de los bailarines/participantes: el “soñador” de Ileana Calabró, que se llama Maxi, lo cual resulta rotundamente apropiado. Maxi es stripper y como profesional dedicado, enarbola un bulto importantísimo. Mujeres y hombres conocedores del paño sabrán que esto puede significar una media bien ubicada o testículos desarrollados, pero no necesariamente una herramienta de gran tamaño. ¡Poco importa para el show! A la pobre Ileana se la ve desesperada intentando que alguien le preste atención a su escultural cuerpo mientras Marcelo Tinelli aúlla cada vez que hace aparición la gran Maxi. “Nunca vieron una cosa así”, grita el conductor, y tras de escena se escuchan los alaridos: “¡Arriba el muñeco!”, “¡Madre de Dios!” y demás. Maxi parece avergonzado, pero aguanta y mueve. En una de las últimas emisiones, Marcelo le pidió a una de las bailarinas del elenco que “ayudara” a Maxi. Ella se mostró pudorosa. Marcelo dijo: “Así no”. A continuación, él mismo le sacó el cinturón a Maxi, le indicó a la bailarina cómo meter mano (“entrale como una cosa suave”) y en el gran final todos se arrodillaron en alabanza ante la gran Maxi, en gesto conjunto de “no somos dignos”. Paradojas: esa noche, quizá por el fresco, Maxi no estaba en una de sus noches más descollantes.

Por supuesto, el Caño terminó literalizando el falo en todo su esplendor. Adorado, lamido, tocado, frotado, rozado, friccionado, lubricado; y él siempre duro, firme, plateado y egregio, manipulado por lúbricas bellezas como Nazarena Vélez, Celina Rucci, Rocío Guirao Díaz o Catherine Fullop, por sólo mencionar a algunas de las bellas féminas, donde estaba incluida Nina Pelozo. Fue una celebración, casi un rito pagano para el dios recién llegado. La semana pasada, su falta se hizo sentir. Se bailó strip-aero-dance, y después de los problemas con el Comfer originados por el Caño, el show estuvo de lo más pudoroso: Daniel Agostini, por ejemplo, ni siquiera se sacó la bata, aunque, disfrazado de guerrero samurai, utilizó una gigantesca espada. En fin, que se puede ver más sexo por la tarde en la telenovela El Zorro que en la última entrega de Bailando por un sueño.

Hubo una excepción, sin embargo: el baile de Abigail, la soñadora/travesti uruguaya, y su famoso, el actor Gustavo Guillén. Ella, de enfermera, tenía por objetivo “mostrar un tratamiento para quienes sufren impotencia sexual” y llamó al miembro “trompa de elefante”. Por desgracia, hubo censura previa del osado final del cuadro musical, según aseguró en vivo la coreógrafa: detrás de un biombo transparente, ella debía sacar una enorme jeringa –cuya sombra debía semejar ya sabemos qué– y aplicarla a las nalgas de Guillén para demostrar el dichoso método. Por desgracia, pudo más el recato.

Anaconda vs. La Nutria

Claro que el falo en vivo y en directo fue otro: el de Carlos “Anaconda” Nair (Menem). El joven, que participa en Gran Hermano Famosos, se durmió una noche sobre el sillón de la Casa, con los pantalones puestos pero las piernas abiertas. De a uno, sus compañeros se acercaron a observar y admirar la protuberancia que el abandono a Morfeo no podía ocultar. Mariano Otero se atrevió: le bajó los pantalones al durmiente, y dejó la herramienta al descubierto. Desde entonces, se la conoce como Anaconda. O Troncoso, según Pachu Peña. Que también expresó: “A éste le picó la avispa del padre”. Jorge “Locomotora” Castro, otro de los participantes que desde el primer día venía hablando de su propia herramienta, a la que llama La Nutria, con cierto orgullo, se vio obligado a bajar la cabeza. Según él, la de Carlos se puede agarrar “con las dos manos”. Hernán Caire, que la vio semierecta en la habitación, casi se puso a llorar y a reclamarle a Dios Santo por tanta injusticia e inequidad. Desde entonces, se está construyendo mediáticamente una imagen de Carlos Nair Sex Symbol que da un poco de escozor, sobre todo porque se trata de un joven poco agraciado, bastante sinuoso y antipático. En la Casa, las chicas se le rinden. Uno diría que en Carlitos hay más un dinero que un tamaño, pero allá ellas y sus morbos. ¿Cómo es esto de que en televisión abierta el primer falo real en pantalla haya sido el del hijo no reconocido del ex presidente? Para pensar, por cierto. Cosa que no haremos aquí.

La herramienta de Luis

Otro gran momento televisivo protagonizó Chiche Gelblung en su programa nocturno Impacto Chiche. Viejo zorro, sabe perfectamente que ha caído un tabú, y que ahora se puede hablar de masajes a la anaconda, darle de comer a las nutrias, lauchazos, ratoncentes y otros eufemismos zoológicos (incluido “el koala”, modo de festejar-bailecito introducido por la modelo Rocío Marengo, que consiste en pegar una corrida, saltar y rodear con las piernas la cintura del varón en un abrazo que invita a imaginar una, digamos, repentina penetración). El invitado era Luis Vadalá, ya salido de la casa de Gran Hermano. Chiche quiso saber de cuánto estábamos hablando. Vadalá se hizo el tonto, y Chiche le mostró el video en el que el ex de Moria se bañaba bajo la ducha. “Luis, estás queriendo que se vea, no digas que no.” Vadalá decía que no. Chiche siguió insistiendo: hizo pasar a la esposa de Luis y quiso precisiones. Ella dijo “normal”. Y Chiche: “Vos estás mal acostumbrada, la señora Casán no se va a arreglar con poca cosa”. Vadalá, arriesgado, preguntó, en chiste: “¿Querés que pele?”. Chiche no sólo le dijo que sí, que adelante, que lo hiciera detrás de cámara y sólo para él (“porque soy objetivo”), sino que insistió por ¡dos bloques! y estuvo a punto de lograrlo.

Pero no lo logró. Será cuestión de encontrar a alguien más descarado que Vadalá. Será cuestión de tiempo.

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