Dom 02.09.2007
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CINE > LA RETROSPECTIVA COMPLETA DE AKI KAURISMäKI

Un tango finlandés

Un cine seco y despojado pero optimista, lleno de tiernos perdedores, perros compañeros, bares donde ahogar las penas y personajes que se quedan sin trabajo, con sus vidas en suspenso. Así es el mundo de Aki Kaurismäki, que se despliega en las dieciséis películas que conforman una obra completa que comenzó en 1983, cuando se atrevió a adaptar Crimen y castigo en la helada Helsinki.

› Por Mariano Kairuz

Un hombre es despedido casi sin aviso de su gris trabajo en una oficina londinense. Sin otra cosa que hacer con su vida, decide ponerle fin. Pero no lo consigue, por torpeza, por falta de determinación, por cobardía. Entonces contrata a un asesino profesional. Y acto seguido, el suicida se enamora de una florista a la que conoce azarosamente en un bar, pero ya es tarde para cancelar el servicio contratado.

Es posible imaginar la premisa argumental de Yo alquilé a un asesino por contrato (1990) narrada de maneras muy diferentes. Es posible pensarla incluso como una comedia de acción contrarreloj. Pero se trata de una película del finlandés Aki Kaurismäki y por lo tanto está contada como suelen estar contadas las películas de Kaurismäki: con pulso tranquilo. Con ese pulso templado a veces hasta la impavidez con el que en sus relatos se disparan armas de fuego y se encienden apasionados enamoramientos que cambian vidas. Quietud y, por lo general (no siempre), pocas palabras. Las películas de Aki Kaurismäki parecen funcionar por sustracción, pero la verdad es que hay unas cuantas otras cosas, que se van sumando hasta armar un universo. Personajes, lugares y situaciones que aparecen y reaparecen una y otra vez. Hombres y mujeres desempleados. Tipos duros, tiros y matones de poca monta. Musas y rubias fatales. Bares. Tangos, y rockeros de otras épocas. Y perros, perros hermosos y muy perrunos.

EL EMPLEO DEL TIEMPO

Los desempleados de Kaurismäki permanecen inexpresivos cuando se les comunica que se han quedado sin trabajo. Bastante se ha escrito sobre el “despojamiento” en el cine del finlandés, de su ascetismo bressoniano . “En cierto sentido, soy muy japonés en mi trabajo”, llegó a decir Kaurismäki. “Sin ornamentaciones. La base de todo arte es la reducción. Uno parte de una idea inicial y la reduce progresivamente hasta que esté suficientemente desnuda como para ser verdadera.” En su última película, Luces del atardecer, apertura de la retrospectiva definitiva (16 películas, en fílmico, desde su ópera prima Crimen y castigo, Dostoievski en Helsinki 1983), el protagonista pierde, al mismo tiempo que su frustrante empleo como guardia nocturno, su libertad. Embaucado por una mujer y una bandita de mafiosos, deviene cómplice y único acusado de un robo, y a la hora de escuchar su sentencia, lo hace sin pronunciar palabra, sin una mueca.

Sin embargo, hay mucho de fatalidad pero a su vez de resistencia en los relatos y los protagonistas de Kaurismäki. Algo de ese tono de comedia extrañada que los norteamericanos definen como deadpan: un efecto humorístico logrado por vía de esa misma sequedad, de esa falta de expresión, de la persistencia de una imagen, y de un rostro que mira. Una invitación a reírse sin saber muy bien de qué. Bastante se lo ha citado también a Kaurismäki hablando de su absoluta e irremediable falta de esperanza en el mundo, pero hay optimismo en sus películas. Con excepciones: no lo hay, definitivamente, en La chica de la fábrica de fósforos, cuya protagonista, esclavizada por su trabajo y por su madre y su padrastro, y abusada y humillada por un hombre, hace un drástico ajuste de cuentas. Pero hay toda una etapa en el cine de Kaurismäki en que sus personajes salen, de un modo u otro, adelante. Es que Kaurismäki, que nació en el sur de Finlandia hace 50 años y dice recordar la época en que su única posesión era una bolsa de dormir, reserva su pesimismo para el mundo real y le confía al cine la capacidad de mentirse para seguir andando. El matrimonio de Nubes pasajeras (1996), consigue montar un proyecto propio. El protagonista de El hombre sin pasado (2002) queda amnésico tras recibir una paliza, pero el violento borrón se presenta como una gran oportunidad para empezar una nueva vida, en los suburbios pobres de Helsinki. Y así son las dos películas que conforman, junto con Luces del atardecer, la llamada “Trilogía de los perdedores”.

CONOZCO LA CANCION

Pero optimismo no es lo mismo que alegría, y los perdedores de Kaurismäki son presas de una melancolía fatal. Y fatalmente es común escuchar algún tango en sus películas. “Mi Buenos Aires querido”, en Yo alquilé...; “Volver” como apertura de Luces... Unos meses atrás, durante un festival sobre cine y literatura en Bolonia, Kaurismäki dijo que “el tango es un invento finlandés llevado al Río de la Plata por (unos borrachos) de mi país. Los finlandeses somos un pueblo generoso y dejamos que los argentinos se arroguen la paternidad, pero ellos ni siquiera saben bailarlo”. Vaya uno a saber si lo dijo en serio (otro efecto del deadpan y su cara de nada: no siempre está claro cuando algo va en serio o en chiste), pero las agencias de noticias lo reprodujeron sin más. Aunque el mismo día agregara también que “el cine lo inventamos nosotros y lo llevamos a Estados Unidos. En realidad, lo único digno de mención que inventaron los norteamericanos fue el Cadillac, Jack London y el rhythm and blues”.

Y si Kaurismäki critica el cine, y la cultura en general y la política norteamericanas actuales (no asistió al festival de Nueva York con su penúltima película cuando se enteró de que le habían negado la visa a Kiarostami; no quiso mandar la última al Oscar), está a la vista en sus películas que le encanta la cultura norteamericana de los ‘50 y los ‘60. De ahí sus bares intemporales y sus grupos de rock retro (los Leningrad Cowboys, inventados para sus films pero con vida propia), y sus Cadillacs y sus otros autos viejos, que Kaurismäki colecciona a razón de uno por película (ya tiene más de quince). Y de vuelta sus bares. Así como reniega del cine de Hollywood, que no le pregunten por el de su país. Alguna vez, se cuenta, Aki y Mika cerraron su compañía y pusieron un bar. “La gente en Finlandia prefiere beber que ir al cine. Y no los culpo.”

VIDA PERRA

Y de todos los perros callejeros que aparecen en las películas de Kaurismäki, si no quedara otra que rescatar a uno, sólo uno, podríamos quedarnos con Baudelaire. Que es el coprotagonista cuadrúpedo de La vida bohemia (1992), que es un poco como sus personajes humanos, tan llenos de aspiraciones creativas e incapacitados para administrar sus recursos materiales en las escasas ocasiones en que, por algún accidente, disponen de alguno. Como ellos, como los perdedores esperanzados de Kaurismäki, Baudelaire anda de un lado para el otro, come lo que puede y cuando puede, y sigue adelante.

Aki Kaurismäki: una retrospectiva

El ciclo completo:

Miércoles 5: Luces al atardecer (2006)

Jueves 6: Crimen y castigo (1983)

Viernes 7: Sindicato de calamares (1985)

Sábado 8: Sombras en el paraíso (1986)

Domingo 9: Hamlet empresario (1987)

Martes 11: Ariel (Finlandia, 1988)

Miércoles 12: Los Leningrad Cowboys van a América (1989)

Jueves 13: La chica de la fábrica de fósforos (1989)

Viernes 14: Yo alquilé a un asesino por contrato (1990)

Sábado 15: La vida bohemia (1992)

Domingo 16: Cuida tu bufanda, Tatiana (1994)

Lunes 17: Total Balalaika Show (1993)

Martes 18: Los Leningrad Cowboys encuentran a Moisés (1994)

Miércoles 19: Nubes pasajeras (1996)

Jueves 20: Juha (1999)

Viernes 21: El hombre sin pasado (2002)

Siempre a las 17, 19.30 y 22; los sábados y domingos también a las 14.30, en la Sala Leopoldo Lugones, Av. Corrientes 1530.

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