RESCATES > MINGUS INéDITO Y EN VIVO
› Por Diego Fischerman
Al final de la gira, Eric Dolphy murió en Berlín. Cuando el coma diabético lo mató, a los 36 años, estaba actuando con uno de los grupos más importantes de la historia del jazz: el sexteto que el contrabajista Charlie Mingus formó en 1964. Un CD doble, que termina con una extraordinaria versión del “Jitterbug Waltz” de Fats Waller –y con un notable contrapunto entre Mingus y Dolphy–, recoge un descubrimiento flamante: la grabación de la actuación en la Universidad de Cornell, en Ithaca, Nueva York, en marzo de ese año, antes de que comenzara el viaje. Recién publicado por Blue Note –y editado en la Argentina casi al mismo tiempo que afuera–, el álbum es, como algunos de Miles, Coltrane, Bill Evans, Charlie Parker o Thelonious Monk, una de esas piezas únicas con las que el género construye su propia mitología.
El núcleo central está conformado por composiciones de Ellington y de Mingus, tal vez el único que fue capaz de releer a Ellington desde el universo estético diseñado por el bop. Junto al pianista Jaki Byard, Clifford Jordan (saxo tenor), Dolphy (saxo alto, flauta y clarinete bajo), Johnny Coles en trompeta y Dannie Richmond en batería, Mingus dejó, en estos nueve temas que ocupan un poco más de dos horas, uno de sus legados fundamentales. Aquí, como en mucha de su música pero, quizá, de una manera mucho más luminosa –como si en esa ocasión hubiera estado particularmente alegre–, aparece esa extraña mezcla de tradicionalismo y vanguardia, ese obstinado afincarse en el blues y esa testaruda mirada sobre la tradición de la improvisación colectiva de los primitivos para, desde allí, disparar hacia la experimentación rítmica, la exasperación de los timbres y la ruptura de los modelos formales y de los estrechos límites entre la presentación de un tema y los solos que lo desarrollan. Dolphy, el primero en ahondar en un lenguaje solista –y fenomenalmente moderno– en la flauta y darle un rango propio al clarinete bajo, ese mismo año grabó una de las obras maestras del género, Out to Lunch. En esta actuación en Cornell está a esa altura. Sus solos de “Jitterbug...” y de “So Long Eric” –el tema fue bautizado después de su muerte– están entre los mejores de su carrera. Pero el protagonista, sin duda, es el sexteto. No hay piezas que sobren (y mucho menos que falten). Todo suena tan urgente como necesario. Todo suena irreemplazable.
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