PLáSTICA > ADRIáN VILLAR ROJAS REVISITA EL MITO DE KURT COBAIN PARA INDAGAR, UNA VEZ MáS, EN LA MENTE DE UN ADOLESCENTE
› Por Valentina Liernur
Si el desconsuelo del deseo y la tristeza del artificio fuesen un lugar, Diario Intimo 3D —la muestra de Adrián Villar Rojas en la planta baja del C.C. Borges— sería ese lugar. No es la primera vez que su trabajo se acerca al de un paisajista. Vale recordar que en mayo de este año presentó Pedazos de las personas que amamos, una escultura demencial, especie de cartografía emocional de un segundo en la cabeza de un joven que está a punto de suicidarse, transformando ese instante en un paisaje para visitar. Como una droga de prueba, esta vez nos ofrece un recorrido excéntrico entre los restos amputados de un parque memorial dedicado a Kurt Cobain, los posibles objetos de un cuarto adolescente y las exquisitas reflexiones pirotécnicas y lánguidas de un alter ego turbado, un ser tentado a escribir su diario íntimo y a dibujar sobre las páginas de los libros de una repisa.
Todas las superficies están pintadas o dibujadas, y podríamos detenernos enardecidos frente a la resonancia áspera de una imagen en lápiz de mina —-una de las herramientas recurrentes del artista—, o en la escena amorosa trazada sobre el tablero blanco de un aro de básquet (cada pelo de Cobain podría ser el dibujo de un gesto desolador) y terminar estableciendo un paralelismo musical, algo chatarra y devastador, con la sonoridad abrasiva de “Serve the Servants” en In Utero. Como si se pudiese establecer una línea fina entre la introspección y la explosión de la violencia mental, el trazo preciosista de Villar Rojas es un contaminador, un desestabilizador emocional. Cada objeto en Diario Intimo 3D parece manifestar una especie de deseo contenido, pulsión o voluntad metafísica, de ser “dibujo”.
Una réplica del banco de plaza firmado por los fans de Cobain flotando en el aire de la sala a un metro de altura (nunca hubo una tumba de Kurt y ese banco en el parque que rodea la última casa que habitó es el lugar al que los fans van a rendirle tributo) y la pintura en aerógrafo sobre el capot de un auto colgado cual poster en la pared de la sala, que es la reconstrucción exacta de la imagen fascinante y mórbida de su cuerpo muerto tendido en el piso del invernadero junto a los anteojos de sol y a la escopeta, son parte de este cuerpo de imágenes que Villar Rojas produce tomando al líder de Nirvana como material de estudio, elevándolo a material de construcción, revitalizando aspectos del icono y revelando la inanidad de otros. Sobre una página del diario íntimo leemos: “Es una entidad de tristeza pura”. Es el mismo diario que él usa para descubrir y ensayar un sistema de órdenes en el espacio y para llegar a imágenes nuevas. No para hacer arte sino para encontrar arte o para preguntarse cuándo una imagen alcanza status de realidad. Como un proyectista capaz de amueblar la memoria con un aro de básquet o con la delantera de un auto, este joven artista rosarino diseña un paisaje de esquirlas sumergidas en un espacio prolongado y sin medida.
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