FOTOGRAFíA > LA MUESTRA MAR DEL PLATA ¿INFIERNO O PARAíSO?
En 1986, Ataulfo Pérez Aznar expuso en Buenos Aires una serie de fotografías en blanco y negro que despertaron revuelo y enojo por la inesperada luz que echaba sobre una ciudad que el país prefería seguir viendo colorida, farandulesca y feliz. Ahora, una nueva muestra con aquellas imágenes en el Centro Cultural Rojas permite revisitar el modo en que capturó ese otro lado de Mar del Plata, donde viven otras formas de libertad.
› Por Mercedes Halfon
Ataulfo Pérez Aznar lleva fotografiando la ciudad de Mar del Plata más de veinte años. Su muestra, Mar del Plata ¿Infierno o Paraíso? lleva aproximadamente el mismo tiempo girando por Argentina y el mundo, pero la primera y más relevante exposición de este material, donde se dio a conocer tanto al público en general como a la gente de la fotografía de Buenos Aires, fue en 1986 en el Centro Cultural Recoleta.
Cuarenta y cinco fotografías blanco y negro que generaron comentarios desfavorables fundamentalmente de dos tipos. En primer lugar estaban los que se sentían ofendidos por la imagen que mostraba Pérez Aznar de la ciudad balnearia argentina por excelencia y cómo se apartaba del estereotipo del afiche turístico. El fotógrafo encuadraba algo que nunca había sido representado, esto es, las zonas populares, los personajes que por ahí deambulan; espacios y cuerpos carentes de la belleza, la diversión y la liviandad que la ciudad predicaba de sí.
Por otra parte, el lenguaje del artista estaba a años luz del canon estético de la fotografía de nuestro país por entonces, regida por el Fotoclub —el único espacio específico que existía para esta disciplina, amén de la fotogalería Omega creada por el mismo Pérez Aznar en la ciudad de La Plata— y la mirada instalada sobre la belleza y la armonía que desde ahí se profesaba.
Veintiún años han pasado, Pérez Aznar sigue capturando la Ciudad Feliz con su cámara cada vez que puede, pero la muestra que se está realizando hoy en el Centro Cultural Rojas no ha actualizado sus imágenes. Lo que se ve son treinta fotografías —es aun más concentrada que la del Recoleta— siempre en verano y siempre de día. Treinta fotos de 1981-1986, sacadas en formato medio de seis por seis, es decir cuadradas y con la figura humana en un lugar central.
Pero, ¿qué es Mar del Plata, qué significa esta ciudad con mar, que ha sido presa de tantos cambios sociales desde su lugar de pasiva receptora de turistas? A principios del siglo XX, cuna de la aristocracia que construyó allí sus palacetes para el descanso, luego sometida a una paulatina desintegración para convertirse desde mediados de siglo en el balneario de la clase media y media baja, que llegaba en gran medida por las facilidades del turismo social. Alberto Goldenstein, fotógrafo y curador de la Fotogalería del Centro Cultural Rojas, ha realizado también un trabajo de fotografía sobre esta ciudad, en ese sentido. Goldenstein retrató la ciudad en invierno, en color, haciendo hincapié sobre todo en las tensiones edilicias entre las sólidas construcciones de la primera Mar del Plata, la de los caserones de piedra hechos para la alta sociedad, y las desangeladas torres repletas de ventanitas, donde familias alquilaban por quincena su pequeña dosis de tiempo no laboral.
Para Pérez Aznar, Mar del Plata es la ciudad de sus vacaciones infantiles y adolescentes, la ciudad que vio cambiar ante su fascinación de estudiante de antropología, pero también es algo más: “Para mí Mar del Plata es Argentina de un modo mucho mayor que lo es Capital. Acá en Buenos Aires sin duda debe haber más gente del interior que en Mar del Plata, pero al estar sometidos al ritmo de la ciudad, los uniformes de la ciudad, hay algo que se pierde. En Mar del Plata en cambio la gente se da su propia libertad, más allá de que sea real o ficticia, es su libertad, andan como se les canta. Es más democrática que Buenos Aires, aparece esa gran contradicción, lo grotesco se hace más evidente porque es el desprejuicio del verano”.
La particular relación que se establece con el cuerpo en una ciudad balnearia, y el hecho de que una cámara de fotos sea algo mucho más natural también en este contexto, explica algo de las sorprendentes imágenes que logra Pérez Aznar. La elección del formato medio le da a la imagen esa frontalidad que hace que los sujetos de sus fotos nos enfrenten sin ironía y nos impacten.
Esa misma frontalidad y la imagen cuadrada hacen pensar inmediatamente en las fotografías de Diane Arbus. Y en cómo ella registró con agudeza y engañosa simplicidad personas situadas en las fronteras de la sociedad “normal” de los Estados Unidos de su tiempo. Esa “otra América” de Arbus es justamente como la “otra Mar del Plata” de Pérez Aznar. La misma honestidad, la misma falta de ironía.
A su vez Mar del Plata, al ser una ciudad turística, tiene una imagen de sí de una dura cristalización que se muestra hasta en su mote de Ciudad Feliz. Mar del Plata era en décadas anteriores —¿sigue siéndolo?— lo que aparecía en las revistas de la farándula veraniega, donde todo eran estrellas de teatro de revista y su particular sentido del glamour. La imagen de la tapa de Gente o Siete días era el escenario o la ventana a través de la cual los argentinos veían a los argentinos pasándola bien.
Ataulfo encuadra entonces el revés de esa situación. Cuerpos deteriorados, gordos, deformes, ancianos, pobres y borrachos bajo la inclemente luz del mediodía. Escenas de lo que jamás podría salir en la tapa de la revista Gente y ni siquiera en sus páginas interiores.
Aun así los personajes de este fotógrafo, a diferencia de Arbus, no siempre miran a cámara y si lo hacen en algunos casos es en el momento justo en que se dan cuenta de que están siendo mirados por el ojo visor. La mujer mayor calcinada en la arena que abre un ojo en el momento previo a levantarse. El chico en toalla que espía por detrás de los tres ancianos que toman mate. También hay figuras de espaldas, otras con los ojos cerrados, o directamente durmiendo. Hay una tensión en las imágenes de Pérez Aznar entre el retrato cuadrado, frontal, estático, característico de la imagen de formato medio, y la mirada más fresca, natural y azarosa propia de la cámara de 35 mm.
Sus fotos resaltan el encuadre con lo que dejan afuera. Siempre los bordes cortan un cuerpo, el resto de un brazo, o agregan un elemento disruptivo, un personaje que apenas se insinúa, unos ojos que miran desde atrás. El dice de su procedimiento: “Yo soy un fanático del encuadre en cámara. El borde que se ve en las imágenes es el del negativo. Y mi estética se nutre de eso, de cortes profundos y abruptos, cosas que en este momento son totalmente aceptadas en la fotografía pero que en el momento de este trabajo, en la Argentina eran muy mal vistas. Es válido que el fotógrafo reencuadre, hay autores que me fascinan y que lo hacen, como Walker Evans. Pero cuando uno incorpora el encuadre en cámara no es un detalle menor, en ese momento tiene que poner toda la atención y la tensión para resolver la imagen. Mientras que del otro modo el fotógrafo se relaja, total después lo arregla en el laboratorio. Es muy fuerte que vos decidas con la totalidad de las consecuencias cortar e incorporar un ojo o una nariz. Son las posibilidades del lenguaje fotográfico y las utilizas al máximo en ese momento. La fotografía es un acto de una potencia enorme y muy particular, no debería desaprovecharse en un momento intrascendente que posteriormente se puede deshacer o modificar. Merece ser vivida como tal”.
Se sabe que la cámara tiene la posibilidad de registrar lo que el ojo humano no ve o no puede ver. Durante la fracción de segundo que el obturador permanece abierto la fotografía es un instrumento que agudiza nuestra visión hasta límites insospechados. Pérez Aznar ha encarnado muy bien ese paradigma. Y lo demuestra con sus potentes imágenes.
Mar del Plata ¿Infierno o Paraíso?
Ataulfo Pérez Aznar
En la Fotogalería del Centro Cultural Rojas
Av. Corrientes 2038
Hasta el 30 de noviembre
Entrada gratuita
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