CINE > FINALMENTE EL DOCUMENTAL SOBRE LUCA PRODAN
Desde que lo conoció, a principios de los ’80, cuando Sumo empezaba a sacudir el rock argentino, Rodrigo Espina se dedicó a filmar a Luca Prodan con fruición de fan. Sin embargo, Luca parecía consciente del destino final de ese material: terminar siendo una película sobre su vida. Veinte años después de la muerte del cantante, tras intentos, proyectos y guiones de ficción, Rodrigo Espina dio forma de documental a ese archivo que alguna vez pensó quemar. Lejos del elogio del mito, Luca es un retrato emotivo y humano de los años anteriores a su llegada a la Argentina, en el que hablan desde su madre hasta sus compañeros de colegio y sus amigos de heroína, y el mismo Luca, desde uno de los hallazgos más emocionantes del documental: los cassettes-cartas que grababa en medio de la noche cordobesa para mandar a sus queridos a Europa.
› Por Martín Pérez
La voz es la misma que aún hace que, pese a los veinte años que se cumplen este mes desde la muerte de su dueño, cada vez que muchos argentinos escuchan hablar en castellano con un fuerte acento italiano crean que están hablando con Luca Prodan. “Hermanos, hermana, yo estoy acá, ustedes están allá... ¿Estamos todos bien?”, se le escucha decir al líder de Sumo, pero hablando mitad en inglés, mitad en italiano.
Apenas ha comenzado el documental Luca, y un grabador enorme domina el centro de la escena, en la que también se puede ver un cuarto algo desprolijo y vacío, salvo por un ocasional gato que pase por ahí, o alguna paloma. “Yo estoy sentado en esta pequeña habitación, no tengo compañía esta noche. Así que voy a llenar mi vaso y les voy a contar algo de mi vida”, dice esa voz que supo ser capturada por aquel enorme grabador, al que es imposible no descubrir en cada una de las fotos de época. ¿Qué época? Comienzos de los ‘80. ¿Lugar? El hogar de la familia McKern en el Valle de Traslasierra, provincia de Córdoba. Ahí, en la casa de Timmy, un viejo compañero de escuela que encontró su edén del otro lado del mundo, buscó refugio Luca cuando su vida rebelde y trashumante había llegado a un límite en Europa. Y ahí fue donde comenzó a tomar forma la leyenda de Luca Prodan, el tano que al frente de un grupo llamado Sumo hizo entrar al rock local casi de prepo en la nueva década. Pero esta película recién comienza, y la voz de Luca apenas si se está presentando, recuperada para el documental desde los cassettes que, a modo de carta, Luca enviaba regularmente a su familia y amigos, tanto en Italia como en Gran Bretaña. Es el gran hallazgo del tan demorado film de Rodrigo Espina, que desde que conoció a Luca empezó a filmarlo, y desde su muerte ha cargado con un sueño del que cree que Luca fue consciente antes que él: hacer de su vida una película. Lo ha logrado poniendo en el centro de la escena la voz de aquellas cartas-cassette que Luca grabó sentado a medianoche, en aquel enorme grabador que aparece en la película. Desde allí, desde la noche de un solitario cuarto en medio de la nada, es que se cuenta su historia en un documental fascinante, cuyo gran logro es reconstruir al personaje antes que al mito.
“Los exteriores de esas tomas los grabamos, obvio, en la casa de Timmy McKern, el lugar donde se refugió Luca”, cuenta Espina. “Pero el interior lo reprodujimos en un estudio de Parque Patricios. El día de grabación fue algo mágico. Estábamos con Andrea, el hermano de Luca. Cuando dijimos acción y empezó a escucharse de fondo la voz de Luca, se nos pusieron los pelos de punta.”
“Rodri... ¡gou!” Así es como recuerda Rodrigo Espina que lo llamaba Luca, cambiando la última sílaba del nombre por un “vamos” en inglés, empujándolo a actuar, lanzándolo al mundo. Como cuando lo conoció Rodrigo tenía una empresa de casting para publicidad, algo que por entonces nadie hacía en el incipiente mercado local, tenía siempre disponible una cámara con la que empezó a filmarlo cada vez que tocaba Sumo. “Yo digo que Luca pensó en la película antes que yo porque mientras yo lo filmaba con la inconciencia del fan, él siempre era consciente de que estaba en cámara, y actuaba en consecuencia”, cuenta Espina. Algo que se puede ver, por ejemplo, en las tomas del backstage de la presentación del disco Llegando los monos en Obras, un valioso tesoro que es otra de las columnas vertebrales del documental, al menos en el aspecto visual.
Lo primero que Luca y Rodrigo hicieron juntos, en realidad, fue El día que estallaron las lámparas de gas. Luca fue uno de los protagonistas de ese cortometraje que se exhibió unos meses en el Parakultural, hasta que una noche cayó la policía y en medio del desbarajuste alguien volcó cerveza sobre el master y fue. “Usábamos el master para proyectar... ¡Estábamos locos!”, se escandaliza hoy Espina, que confiesa que debió reconstruirlo a partir de las tomas originales, y eso es lo que existe hasta el día de hoy.
Cuando Luca ya vivía en San Telmo, la productora de Rodrigo le servía de posta en su habitual caminata hacia el Abasto. Pasaba por ahí casi diariamente, y luego seguía ese camino que terminó llevándolo casi directamente al mito. Al día siguiente de la muerte de Luca, Rodrigo recuerda que lo primero que hizo con el material que había acumulado fue mostrárselo a su hermano Andrea, al que acababa de conocer. Compartieron dos horas en silencio, mirando imágenes sin sonido de los shows en vivo de Sumo. “Aún me acuerdo de la imagen de Andrea despidiéndose, yéndose caminando solo por la calle Montevideo.” El primer proyecto de hacer una película sobre Luca apareció al año siguiente, y Espina fue convocado. “Pero yo estaba reticente”, recuerda. Hubo algunas charlas con Timmy McKern y los ex Sumo, pero nunca se llegó siquiera a armar un guión. Claro que el mundo post-Tango Feroz puso a mucha gente tras la pista de una película de Luca. “Me acuerdo del día en que Jorge Crespo, el ex manager de Sumo, me dijo que Eliseo Subiela estaba interesado.” Contra semejantes opciones, Espina comenzó un segundo proyecto, que murió en Sadaic, porque no pudieron conseguir los derechos para usar la música del grupo. Algo que no detuvo a Jorge Coscia, por ejemplo, que realizó su propio Luca, una película de ficción basada en un guión de Carlos Polimeni. Difícil poder llevar a la pantalla algo de lo que significó Luca cuando en vez de su tema “Heroína” sólo se puede usar el jingle de Wellapon. ¡Y se lo usa, nomás! A pesar de que un fiasco semejante podía haber puesto el clavo final en el cajón de una posible película de Luca, Espina no se dio por vencido. Siguió soñando con su largo, aunque empezó a darse cuenta de que el material que tenía grabado lo empujaba hacia el documental. Firmó un contrato con la familia de Luca y viajó a Europa a entrevistar a quienes habían conocido al pelado antes de que se pelase. Pero algo no lo convencía: para él, Luca era “espectáculo, imágenes, música”. No podía dejar de pensar en The Wall, se ilusionaba con 24 Hour Party People. La película lo obsesionaba. Por eso fue que dos años atrás tomó la decisión: “La película de Luca se iba a la mierda”. Incluso pensó en filmarse quemando todo su archivo, todo el material registrado hasta entonces. Pero lo salvó un llamado de Marcelo Schapces, convocándolo para un documental. ¿De quién? De Luca, por supuesto. Reconciliado con su ex socio Aníbal Esmoris y con el apoyo de Baraka, la productora de Schapces, Espina encontró las cartas-cassette, grabó entrevistas y volvió a viajar a Europa. La realidad se demostraba más fuerte que cualquier ficción, y entonces fueron en su búsqueda. La película finalmente iba tomando forma.
La forma definitiva de Luca, la película de Rodrigo Espina –que se estrena el próximo jueves en el Roxy como si fuese un concierto de rock, fuera del circuito tradicional de cine–, es la de un documental. Con la voz de Luca como eje, parte del momento en que buscó refugio en Traslasierra y viaja tanto hacia atrás como hacia adelante en el tiempo. Esa segunda parte cuenta la historia de cómo esa huida hacia adelante, que para Luca fue abandonar Europa, se transformó primero en Sumo y luego en mito. Pero es la primera la que importa, porque el Luca de Espina busca descubrir quién era Prodan antes de venir a la Argentina. Escapando del lugar común de cantar la balada del tano que mejor retrató a los argentinos, Espina busca a ese personaje que vivió más de dos décadas antes de recalar en Córdoba. Y vaya si lo encuentra. Además de su propia voz de medianoche, cuentan su historia todos los que lo conocieron: su madre y su familia, obvio. Pero también sus compañeros en el estricto colegio escocés donde se comenzó a forjar su carácter rebelde y también trágico, y sus amigos italianos, con los que vivió sus ritos de iniciación y con los que se fue internando en el mundo de la heroína.
Como si nunca hubiésemos salido de ese cuartito perdido en la medianoche cordobesa, desfilan las voces y también las canciones que Luca canta acompañado por su guitarra. Con la música oficial de Sumo prohibida porque no terminó de conseguir los permisos de algunos de los ex integrantes del grupo, principalmente Ricardo Mollo y Diego Arnedo (que terminaron literalmente borrados de la historia, y hasta parece que Tito Fargo –que aparece tocando en un par de tomas– fuese el guitarrista del grupo), semejante limitación le dio a la película otro vuelo, le permite una intimidad que se agradece. “Para mí, no haber podido usar una canción como ‘Heroin’, tan vinculada a la vida de Luca, es otra espina que voy a llevar toda la vida, junto a mi apellido”, se queja Rodrigo, sin perder el humor. Pero su película encuentra otra vida con ese límite. Al punto de que las apariciones del “espectáculo”, esas presencias de Luca cantando en vivo, lejos de encarnar el espíritu de un show de rock son lo más fantasmal de una película emotiva, humana y terrenal, que merecería un estreno formal, aunque más no sea para poder ir hundiéndose en la butaca cada vez más, mientras Luca Prodan aparece por primera vez completo, más acá del mito, más allá de una dolorosa ausencia que ya cumple dos décadas.
Luca se estrena este jueves a las 21 en The Roxy Club, Alvarez Thomas y Federico Lacroze. Repite el miércoles 12, jueves 13 y domingo 16. En La Plata se exhibe diariamente desde el jueves a las 20 en el Espacio INCAA KM 60, Pasaje dardo Rocha, Calle 50 entre 6 y 7.
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