Dom 09.12.2007
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ARTE > UNA GALERíA EN EL CAMPO

Cosecharás tu siembra

En 2005, el colectivo cultural Fin Zona Urbana planeó una siembra cuyo crecimiento formaría una obra dibujada. Retomando este puente entre el arte y la vida rural, dos miembros de aquel grupo se asociaron con el dueño de una estancia en Areco para inaugurar Barbarie, una galería de arte contemporáneo que se propone mostrar las nuevas miradas que el arte tiene sobre el campo.

› Por Natali Schejtman

¿Quién es más extranjero? ¿Un turista francés que se desespera por ver a un gaucho bailando tango o un porteño superado que conoce esos clichés pero no mucho más que eso?

Una nueva galería de arte contemporáneo se inauguró en la localidad de Areco con el nombre de Barbarie, en el marco de una estancia que aloja sobre todo a turistas y cuyo montaje hace pensar en cosas muy disímiles: en el 3 a 1, en la centralización de las galerías de arte contemporáneo (¡algunas hasta comparten calle!), en la extrema urbanidad como experiencia y como tema modernos, en la valoración cultural del campo en un país que vive de él, en la oligarquía de antes y la de ahora, en el cambio climático y en muchísimo más, incluso los grandes relatos sobre el espacio argentino que fueron obra del ojo y la pluma de expedicionarios extranjeros ávidos, curiosos y duchos.

Tal vez sean demasiadas cosas, pero Barbarie abrió no sólo en Areco –tierra de Güiraldes, padre de Don Segundo Sombra– sino en la estancia “La Cinacina”, muy visitada por anglosajones –y también por locales– entusiasmados por comer asado, ver gauchos con facones que no pinchan ni cortan y escuchar chacareras, y tanto en el gesto como en el material que presenta en sus muestras y trastienda, revisa una frondosa y salvaje tradición que es muy difícil de entender de una sola manera, pero cuyo sommier conceptual empieza por una palabrita demasiadas veces gastada en proyectos inter-trans-disciplinarios (como si alguno no lo fuera) que aquí gana en significación precisa y pertinente: cruce, pero en sentido geográfico; o cruza, en sentido animal.

Campo campo campo

Para empezar, conviene aclarar que Barbarie, una galería de arte contemporáneo que propone una nueva mirada sobre el campo y la vida rural, no es un producto aislado sino que sus atractivos antecedentes responden a un mismo patrón claro e impuro. May Borovinsky y Mariela Aquilio, las dos artistas y docentes a cargo de la galería (junto con Claudio Liberman, por parte de la estancia), participan a su vez del colectivo cultural Fin Zona Urbana, que data del año 2005, justo cuando comienza la primera obra llamada Campo de Arte, nada menos. May había visitado otra estancia en 9 de Julio y había visto las tentadoras 80 hectáreas, mientras en paralelo revisaba sus libros de Land Art. Ahí fue que propuso “hacer algo” con los cultivos, frente a una situación particularmente fértil: el campo había sufrido una inundación tremenda dos años atrás, en la que el pueblo La Niña había quedado incomunicado. El de entonces iba a ser el primer florecimiento luego del infortunio: nueve dibujos engendrados a partir de la siembra. Y se hizo con toda la pompa, convocando artistas, agrónomos, arquitectos y muchos más, que trazaron un diseño, previa tarea de reconocimiento, teniendo en cuenta que iban a plantar soja, maíz y girasol, y que todo debía convivir exitosa y productivamente (hay muchas semillas diferentes de cada uno de estos granos, y algunos de sus tipos no puede compartir espacio sin fagocitarse). Una vez que creció un poco la siembra y se empezaron a notar los dibujos, la inauguración de Campo de Arte fue una emoción para todos: “La gente del pueblo o nosotros, todos los que nos subíamos a los aviones o los helicópteros para ver cómo había quedado, llorábamos por diferentes motivos”, recuerda May. Fin Zona Urbana está formado no sólo por artistas. También participan médicos, arquitectos y asistentes sociales, una paleta muy heterogénea a la que seguramente obedece la transversalidad conceptual y las aristas de funcionalidad que son innegables en estos proyectos. La gente de este colectivo también fue convocada para poner en práctica otra idea de May: Proyecto Rebaño, becado por el Fondo Nacional de las Artes. Allí, en la misma estancia, la participación del pueblo La Niña estaba entre los objetivos. Ahora, el diseño y las inquietudes estéticas de los artistas se colaron en las esquilas de las ovejas. El esquilador estaba fascinado, cuenta May, y ponía en juego todo su saber sobre la comodidad del animal, mientras la gente del pueblo colaboraba en la confección de diseños.

Se trata, como también pasa en Barbarie, de un puente con la vida rural poco naïf, sin llegar a retratarlo como un espacio paradisíaco de siesta y parsimonia, ni mucho menos como la amenaza que se construyó a su alrededor en el siglo XIX. Más bien parece un punto de contacto que prioriza la humanidad (en el campo vive gente, a pesar de que en los retratos de las pampas parezca aplastada, minimizada y desaparecida ante la pesada línea horizontal), incluso con los puntos ásperos que ese contacto pueda acarrear. Porque no debe ser fácil ver cómo, después de dedicarse horas al trabajo grupal del nuevo look de una oveja, el mismo esquilador que la trataba con amor, incluso ayudándola a parir, se lleve, por otro lado, un cordero crecido para el almuerzo. Pero éstas son cosas que se piensan desde lejos: “Nosotros lo que hacemos es generar puntos de contacto entre culturas. Y lo que pasa estando ahí y compartiendo es que cada uno termina entendiendo el trabajo del otro. La gente del campo entiende lo que hace el artista, le da un rol, y vos entendés al esquilador, cómo es su vida, y cómo puede ayudar a parir a una oveja y llevarse un cordero”, dice May.

Hype hippie

Experiencia y gente. Si lográramos que las publicidades de celulares no terminen de robarles el peso a las palabras, ésas podrían ser dos que atraviesan con justicia las raíces que están detrás de estos proyectos. “Una idea fundamental es que detrás de las grandes extensiones de soja está la gente”, dice May, cosa que se explica, por medio de todas estas actividades que se detienen en el detalle de compartir un tiempo (la pulsación en el campo siempre es distinta) y un espacio, e intercambiar estilos de vida. Civilización-Barbarie, Cultura-Naturaleza y Ciudad-Campo son ejes aplicables a prácticamente toda la cultura occidental, a la vez que reposan sobre obras y aparatos teóricos apasionantes. Pero primero Fin Zona Urbana y ahora Barbarie también resuenan en lo que significa el solo contacto físico de la piel con un pastizal que se mete adentro de las zapatillas, o con la tierra húmeda que se va a quedar por varios días bajo las uñas.

La Galería de Areco guarda en su trastienda y expone en sus muestras una actual y reflexiva perspectiva sobre el campo, con el profundo conocimiento de que representa un porcentaje importantísimo del país. También se propone dar a conocer artistas del interior. Claro que el vínculo con lo rural puede ser más conceptual o literal. Marcos Aquistapace, de Lincoln, corta los inmensos horizontes con personajes oníricos y muy bien definidos, mientras Alezandra Kehayoglou presenta unos pequeños escenarios en los que encierra alguna imagen de la naturaleza o escenas de la vida al aire libre, con toda artificiosidad. Ana Lía Werthein, quien expone en este momento, presenta una mirada de la modernización de la maquinaria del campo en los últimos años como una serie de instantáneas pictóricas de un espacio que a los ojos de todos parece siempre igual, pero que sufre variaciones notorias ligadas incluso a las cuestiones más actuales de la agenda (¿hace falta volver a hablar del precio del tomate, por ejemplo?).

En este momento, y por un año, también muestra el grupo Fin Zona Urbana, artista de la galería, claramente cercano debido a sus dos motores en común, pero independiente. La obra se llama Ciclario y copa el afuera de la galería, adentro de la estancia. Hay una cajita con muchas postales de la misma estancia tomadas en invierno. Cada una tiene un círculo que se troquela y se saca. La idea es que quienes hagan el recorrido vayan a cada posta (señalada en el suelo), que es la perspectiva desde la cual fue tomada la foto y hagan encajar en la foto invernal lo que el círculo troquelado se llevó, con los cambios obvios que devienen del paso de las estaciones. Lagos, nidos, espantapájaros, todo eso y mucho más, disperso por toda la estancia, para motivar la caminata y la notificación de los ciclos de la naturaleza —generalmente anestesiada debido tanto a todas las amenities propias de las construcciones actuales que incitan al eterno indoors, como a calefacciones, aires, piletas climatizadas, etcétera—. Y eso excede los saberes propios de las nacionalidades e involucra al turista y al local de la misma manera. Para los artistas, también es un aprendizaje: “En todas estas cosas dependemos de factores de la naturaleza. Si llueve se suspenden las cosas, el clima le gana siempre a todo el trabajo más caprichoso del artista”, dice May. También, eso afectará a los que quieran ir a la muestra, a los que hayan venido a la Argentina por unos días para ver sus estancias o a los que elijan la estancia como un escape necesario de la ciudad por un fin de semana. Todos delegarán en el cielo el plan de un día ocioso al aire libre.

La conciencia de la doble mirada de Barbarie —que sabe que está ahí para mostrar el campo a aquellos que quieren ver campo, pero que quiere dar una perspectiva renovadora— es uno de los desafíos propios de un emprendimiento lleno de aristas de interés: todas aquellas que brinda tomar un tema bicentenario y, como artistas contemporáneos y personas, experimentarlo aquí y ahora.

Ana Lía Werthein expone hasta hoy.
El domingo 16 inauguran Marcos Aquistapace, Gustavo Lozano y María Pía Zorzi.
Barbarie queda en la estancia “La Cinacina”. Lavalle 1, Areco.
Abre los martes, viernes, sábados y domingos, de 11 a 17.
www.galeriabarbarie.com

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