Domingo, 16 de diciembre de 2007 | Hoy
CINE > EL PRIMER ESTRENO COMERCIAL DE KIYOSHI KUROSAWA EN ARGENTINA
El pasado ni siquiera ha pasado en Crímenes oscuros, lo nuevo del “otro” Kurosawa. Desde allí vienen los espectros que visitan la película y a su protagonista, un policía investigador. Pero esos fantasmas, aunque tienen forma sobrenatural, representan culpas y frustraciones bien reales. Y visitan un páramo urbano donde el futuro se detuvo, y dejó grietas en el cemento, allí donde iban a levantarse edificios, lagunas de agua salada que son las huellas de lo que no fue.
Por Mariano Kairuz
Las cosas ocurren en un lugar y en un momento pero reverberan en otros espacios y tiempos diferidos. Algún temblor violento sacude Tokio pero el agua en una cacerola o en un charco vibra en tímidos círculos concéntricos mucho después –¿por otro temblor que vendrá o como reflejo de aquellos que pasaron?– porque hasta los terremotos tienen sus fantasmas. Hay una suerte de conectividad que mantiene unidos a eventos y a personas, de manera inescapable. Una idea recorre como un espíritu Crímenes oscuros, la última película hasta ahora del director japonés Kiyoshi Kurosawa (la primera en estrenarse comercialmente en Argentina): la idea de que todo aquello que hicimos, como lo que no hicimos, “el pasado”, no se va y no nos deja irnos aunque nos empeñemos en erradicarlo. Que se queda para acompañarnos y atormentarnos para siempre. Que el pasado no es lo que viene antes sino que convive con el presente. Es en definitiva aquello de lo que, lo asuman o no, tratan todas las películas de fantasmas.
Solo que hay algo en Crímenes oscuros (y en todas las películas de Kurosawa, a quien acá se conocía principalmente a través de los ciclos que le dedicaron la Lugones y el Bafici, y de la retrospectiva cinéfila permanente en copias pirata) que lo convierte en una experiencia distinta a la del cine de fantasmas nipones que se viene viendo –y ya viene cansando– desde hace alrededor de una década; en algo tan apto para supersticiosos como para racionalistas. Sin ahogarse tampoco en los lugares comunes del thriller psicológico, la película-espectro de Kurosawa hace de sus mujeres flotantes de cara transparente, largo cabello negro y vestido rojo furioso, menos “apariciones” de muertos que fantasmas de la mente y corporizaciones de la culpa.
La película empieza con un asesinato que no sabemos de dónde viene y un policía que lo investiga y que casi de entrada se pregunta, en su mente nublada, si no es posible que él mismo sea el responsable del crimen. Algo, una memoria difusa que no consigue recuperar, ha sedimentado en su cabeza; y cada tanto abre una grieta sobre ella (pero como si lo hiciera directamente en su cráneo) para darle señales de que aún sigue ahí. Huellas, imborrables como el agua salada en los pulmones de la mujer muerta y de las víctimas que le seguirán.
Crímenes oscuros (Retribución, según su título internacional, y El grito, según su original) transcurre enteramente en lugares que se encuentran, como dice un hombre que pasa con su balsa frente al lugar del crimen, “entre la construcción y la destrucción”. Espacios “ganados” a la naturaleza sobre los que las constructoras se abalanzaron compulsivamente pero que parecen abandonados. Sus habitantes creyeron alguna vez, por la rapidez con la que se estaba avanzando sobre el terreno, “que se estaba erigiendo la megalópolis del futuro”. En el apuro el terreno no fue del todo drenado; ahora sigue todo como en ruinas, y quedan esos pozos anegados de agua salada, esa que deja vestigios.
“Tiendo a hacer mis películas en Tokio y sus alrededores, donde lo triste es que cuando algo es un poco viejo se lo destruye y se lo recrea en algo nuevo”, dijo Kurosawa unos años atrás, bastante antes de Crímenes oscuros. “Cuando encuentro un lugar algo desmoronado sé que no va a durar. Incluso si la locación no tiene mucho que ver con el tema de la película, lo filmo para que quede registro de ese lugar maravilloso que está en ruinas.” Y la idea se reafirma en su última película: “La sociedad japonesa actual tiende a valorar los buenos aspectos de nuestra historia, mientras que intenta negar los aspectos malos o insignificantes. Pero creo que son justamente esos aspectos malos los que realmente afectan a la gente. En ese sentido, Crímenes oscuros está inspirada en el Japón contemporáneo”, dice Kurosawa, mientras sigue abriendo grietas sobre las cabezas de su público para mostrarnos lo que permanece del otro lado, aunque nos empeñemos en taparlo con hormigón.
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