PERSONAJES > LOS POEMAS DE MARGARET CAVENDISH, CON MúSICA Y EN INTERNET
Filósofa experimental, pionera de la novela fantástica y poeta, sus obras fueron consideradas en su tiempo evidencia de esquizofrenia y le valieron el mote de Mad Marge. Pero en realidad, la Duquesa de Newcastle fue la primera mujer en escribir serialmente bajo su propio nombre; entre 1653 y 1673 publicó catorce libros en veintidós ediciones, abordando todos los géneros disponibles (teatro, novela, poesía, libro de oraciones, biografía, autobiografía, tratados de filosofía natural, cartas filosóficas) e inventando otros, como la utopía feminista. Puso en escena reinas guerreras, y átomos en sus poemas, mientras escandalizaba a Londres con la extravagancia de sus vestidos, que diseñaba ella misma. Casi cuatro siglos después, la autora de esta nota convirtió sus Atomic Poems (inéditos en castellano) en lieder para voz y piano y subidos a myspace.com. Con ustedes, Margaret Cavendish.
› Por Pola Oloixarac
Es mayo de 1667, y Robert Boyle se apresta a disolver un cordero en ácido sulfúrico. Hombres de negro y peluca rococó lo secundan, y Lady Cavendish asiste maravillada al desfile de experimentos: bombas de vacío, imanes, telescopios –Boyle expone su teoría del color, Hooke le muestra su microscopio–. La Duquesa recorre la Royal Society de Londres (donde Newton postularía la gravedad dos décadas después) con un vestido de cola de seis metros, que manejan sus seis doncellas. Es la primera mujer a la que se permite presenciar esas ceremonias. En la calle, una multitud se agolpa para verla pasar; de frente, algunos la confunden con un joven caballero, porque también lleva un sombrero de ala ancha à la D’Artagnan y una chaqueta de montar.
Para entonces Lady Cavendish ya era la autora más versátil del barroco inglés. Catorce años antes, en 1653, publicaba sus Atomic Poems, fantasías sobre la teoría atómica y De rerum Natura de Lucrecio, precedidas de algunas cartas defendiendo las capacidades femeninas para la poesía (verbigracia: si es deseable que tejamos, ¿por qué no escribir poesía, que es tejer con el cerebro?); tres meses después se imprime Philosophical Fancies, donde propone una alternativa para el sistema mecánico de la naturaleza; en 1655, un libro sobre física y metafísica, con una carta arengando a Cambridge y Oxford a que lean sus escritos. Se había puesto en duda que sus textos fueran la obra de una mujer, y se conjeturó que el verdadero autor era Lord Cavendish, su marido. Ansiosa por ser leída y discutida por las eminencias de su tiempo, piensa que quizá no asimilen sus ideas de manera inmediata; mientras, la Duquesa publica una historia de sí misma, algunas obras de teatro y un libro con escenas de la naturaleza. Y como sus interlocutores soñados persisten en ignorarla, recurre a un subterfugio incomparable: publica en 1663 un falso epistolario, Philosophical Letters, donde intercambia cartas con una mujer ficticia y discute sus propias ideas oponiéndose al mecanicismo de Hobbes, a Van Helmont y a Descartes. En 1666, cuando la peste negra asuela Londres, aparece la primera novela sci-fi, The Blazing World, que relata la existencia de otros mundos a los que se llega por el Polo Norte, donde la narradora se pasea entre civilizaciones y decide invadir Inglaterra con un blitzkrieg de hombres-pájaro, ataques submarinos de hombres-pez y catapultas de diamantes que arrojan piedras de fuego. En el frontispicio del libro, la Duquesa posa para el lector... en toga. En el epílogo, invita gentilmente a los lectores interesados a convertirse en sus súbditos.
Escribe con la irresponsabilidad de una niña y la arrogancia de una Duquesa, reprobó Virginia Woolf. ¿Por qué no tradujo los clásicos, por qué no intercambió cartas con los genios masculinos de su tiempo? La Duquesa tenía “una inclinación salvaje por la extravagancia” que la privó de gozar, lamenta Woolf, de la humilde, oscura carrera a la que podía aspirar una mujer cuando publicar un libro con el nombre propio era una transgresión emparentada con el ridículo. Tres damas fueron reconocidas como intelectuales entonces: Ana Maria von Schurman (un libro sobre la educación de las mujeres), la Princesa de Bohemia (se cartea con Descartes) y Anne Conway (un libro anónimo y póstumo). La Duquesa, no. Aunque conoció a Hobbes, Gassendi y Descartes (los Cavendish fueron mecenas de los primeros), la Duquesa sólo mantuvo correspondencia en inglés con Glanvill y Huygens, deidades menores; participaba en silencio de las tertulias ofrecidas en su castillo, donde Hobbes era habitué, y se retiraba a sus habitaciones a despotricar contra lo que había escuchado o presentido. Su verdadera vida, escribió, estaba atesorada en sus libros; en su obra de teatro The Convent of Pleasure (1668) describe una comunidad de mujeres solas, libres y felices (con apuntes para un amor lésbico); en The Blazing World explica que al escribir ha construido “un reino para sí misma”, lo que le da más gloria y placer “de la que jamás sintieron Alejandro o César al conquistar el orbe terrestre”.
Llega al teatro de Londres con un vestido de encaje por donde se adivinan sus pezones; especula sobre la naturaleza de la Luna y la materia infinita; sale corriendo del laboratorio de su castillo con las enaguas incendiadas; diseña sus vestidos y los de sus damas; critica la noción de verdad única, la óptica de Hook y el método experimental; se da cuenta de que sus ideas van más rápido que sus dedos y contrata un amanuense, John, al que sienta al lado de su puerta a la espera del grito: “¡John, John, tengo ideas!”. Antes de entregarse a la grafomanía, la joven Margaret (neé Lucas, hija de un hidalgo de provincias) fue dama de honor de la reina Henrietta María; escapando de la Guerra Civil se exilió con la corte en Francia y allí conoció a Lord William Cavendish, con quien más tarde (al cabo de un volumen de poemas amorosos) se casaría. En el prefacio de sus Observations... la Duquesa escribe: “Es probable que, como dicen, mi hábito de escribir constantemente sea una enfermedad. Pero entonces debe tratarse de la enfermedad más augusta, pues tengo el honor de estar infectada con el mismo mal que marcó las vidas de Agustín, Cicerón, Homero, Paracelso...” (la lista sigue).
La ciencia del siglo XVII abunda en fantasías violentas, de alto voltaje sexual. Según Bacon, el científico debe arrancarle a la naturaleza su secreto, perseguirla hasta su recámara y violarla si persiste en no entregárselo. La discusión intelectual que Margaret buscó, en vano, era un acontecimiento indescifrable para la época, como lo siguió siendo para el canon feminista inglés, que no le perdonó lo desparejo de su prosa, su fama de excéntrica, su desmesura (retrocesos en la causa). (Esto último quizás es justo: acostumbrada a vagabundear por su castillo, un cuarto propio le hubiera resultado inhabitable.) Como Bathory, que también fue prolífica pero en asesinatos, la Duquesa no puede comprender la censura ajena –su connubio con su yo escritor es demasiado íntimo, absoluto–. Escribir es algo que corresponde a su altísima dignidad; fue pionera en hacer de la escritura una forma de visibilidad, una jactancia, una aventura.
Desde que di con ella me propuse traducir The Blazing World y los Atomic Poems (no hay ediciones de Cavendish en castellano). Pero es muy difícil traducir los poemas sin quebrar su música original; intentando resolver la métrica de “Un mundo hecho de átomos” se me ocurrió una melodía, y la grabé para no olvidármela. Lo demás puede resumirse en un pequeño capítulo de la novela web 2.0: se la mandé por mail a mi amigo compositor Esteban Insinger, que le puso piano y me la mandó de vuelta. Después les pusimos música al resto de los poemas de la Duquesa (que además de átomos hablan sobre la atracción del sol, ninfas y liebres), y los colgamos en myspace.com/madcavendish. Así, me he convertido en intérprete de la Duquesa, y hemos mantenido la forma del lieder porque es atemporal, clásica pero de formas libres, loop-friendly; y la voz juega a ser dramática y seductora, como la Duquesa.
Para escuchar los poemas musicalizados: myspace.com/madcavendish
Proximas actuaciones
18-1 Minusa Club, 133-Valencia, Barcelona
31-1 Casabrandon, L.M. Drago 236, Buenos Aires
más información en melpomenemag.blogspot.com
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