CINE > INTO THE WILD, LA NUEVA PELíCULA DE SEAN PENN
Durante doce años, Sean Penn quiso llevar a la pantalla la historia de Chris McCandless, según la había narrado el periodista Jon Krakauer en su libro Into the Wild: un joven que abjuró de su familia, donó el dinero destinado para sus estudios universitarios y se lanzó a vagabundear hasta que murió de hambre y frío en Alaska en 1992. Finalmente, después de conseguir la autorización de la familia, pudo hacer la película, una road movie trágica y lírica que acaba de ser editada directo a DVD.
› Por Martín Pérez
Aquella mañana de unos doce años atrás, Sean Penn debía estar exultante. Se acababa de despertar temprano para bañarse y desayunar antes de tomar un vuelo a Virginia, donde cerraría el acuerdo para filmar una crónica sobre la vida y muerte de un joven vagabundo que lo había fascinado, al punto de leerla dos veces seguidas justo después de descubrirla en una librería. Allá se encontraría con el autor del libro y con los familiares del joven, tal como había sucedido en dos reuniones previas donde casi habían arreglado todo, pero, justo cuando estaba tomando ese baño matutino, sonó el teléfono. Atendió su mujer Robin Wright Penn, que le pasó inmediatamente el llamado. Era Billie, la madre del protagonista del libro. “Me dijo que no me subiera a ese avión”, ha recordado más de una vez Penn. “Me contó que había soñado con su hijo, y él no quería que la película se hiciese. Le respondí que si no creyese en los sueños, no haría películas. Así que todo terminó ahí. Pero también les aclaré que nunca iba a dejar de tener ganas de hacer esa película, no importa cuánto tardasen ellos en estar listos.”
Diez años después de aquel llamado, el teléfono de Penn volvió a sonar. Esta vez estaba en Nueva Orleans, rodando Todos los hombres del rey con Jude Law y Anthony Hopkins, bajo la dirección de Steven Zaillian. Los que llamaban eran los familiares de Chris McCandless, el joven cuyo viaje reconstruyó el periodista Jon Krakauer en su libro Into the Wild, el que había fascinado tanto a Penn una década antes. Querían saber si seguía interesado en hacer la película. “Nunca les pregunté qué les hizo cambiar de opinión”, confesó Penn. “Simplemente comencé a trabajar.” El resultado terminó siendo su cuarto opus como director, una relajada y trágica road movie, oda personal a la naturaleza y a su particular protagonista. “Es una película sobre alguien que tuvo un deseo que es sumamente extraño en estos días, una inmunidad al confort, algo poco común pero tan necesario que se vuelva común, porque de lo contrario la humanidad no va a sobrevivir otro siglo”, explica, y por lo que se ve en la pantalla durante las casi dos horas y media de metraje de Into the Wild, Penn parece realmente creer en lo que dice. Como siempre.
Un joven abandona todo para salir a la naturaleza, y muere en el intento. Así se podría resumir la historia de Into the Wild, pero no sería justo para Sean Penn, ni para Chris McCandless, que a la edad de 22 años, luego de terminar la secundaria, donó los 25 mil dólares de su fondo universitario a una entidad de beneficencia y se transformó en Alexander Supertramp. O sea: Alejandro Supermendigo. Rompió todos los lazos con su pasado y durante dos años se dedicó a vagabundear por las rutas norteamericanas hasta terminar en Alaska. Allí pasó más de 100 días en un viejo ómnibus olvidado, en medio de la nada, donde terminó atrapado luego del deshielo y murió de hambre en algún momento de agosto de 1992. Una historia real que fue reconstruida por el periodista Jon Krakauer y primero fue un artículo en la revista Outside, y luego terminó siendo un best seller que, apenas editado, cautivó a más de un personaje vinculado con el cine, entre los que estuvo Sean Penn.
Desde entonces y hasta ahora, la figura de Chris McCandless se ha transformado en una suerte de icono. ¿De qué? Para algunos, de un joven idealista e ingenuo, que terminó consiguiendo lo que estaba buscando. Para otros, como Penn, un extraño antihéroe de estos tiempos tan post-hippies, por no decir posmodernos. “Los tradicionales ritos de crecimiento han desaparecido en nuestra cultura, pero creo que hay una cierta hambre por ellos”, le comentó Penn a un periodista de la revista LA Weekly, en un largo reportaje otorgado el año pasado. “Así que esos ritos ya no existen hasta que uno se los inventa. Si no, nunca damos ese paso.” ¿Nos transformamos entonces en una cultura infantil?, le preguntó su entrevistador. “Exactamente”, responde Penn. “Y así es como el chico-hombre se transforma en un esclavo económico que vuelve a casa exhausto. Por eso es que yo pienso como Chris McCandless, que fue un joven que hizo caso a su propia sabiduría, algo que los jóvenes todavía tienen a mano.”
Aunque la mención de dos horas y media de película para contar la historia de un joven Supermendigo fascinado por Henry Thoreau y Jack London parezca oler demasiado a patchouli como para resultar interesante, hay que decir que Into the Wild es una road movie clásica e incluso admirable, dentro de sus propios términos. Ciñéndose al recorrido de McCandless reconstruido por Krakauer en su investigación, la película de Penn le escapa a la beatificación de su protagonista gracias a un amplio desfile de personajes secundarios. Aparece por ahí Vince Vaughn como compañero del joven granjero, una hermosísima debutante llamada Kristen Stewart tentándolo en el camino, Catherine Keener como la gran mamá hippie e incluso el veterano Hal Holbrook como ese padre adoptivo que el personaje de McCandless encuentra antes de ir decididamente hacia el lado salvaje. “Compartí el rodaje con Holbrook en una de mis primeras películas, cuando tenía 18 o 19 años”, recordó Penn. Y agregó: “Desde entonces me he pasado sugiriéndole su nombre a cada director con el que he trabajado”. Así como cuando imaginó doce años atrás su adaptación de Into the Wild, Penn confiesa haber pensado a Marlon Brando para el personaje que ahora hizo Holbrook, en el lugar del héroe tuvo entonces en mente a Leonardo DiCaprio. Quien se calzó esas botas ahora es casi un debutante, el joven Emile Hirsch, pero no lo hace nada mal. Su presencia mantiene viva la película, y cuando necesita ayuda la tiene tanto en los paisajes como en la voz de Eddie Vedder, de Pearl Jam, autor e intérprete de las canciones de la banda de sonido.
En conjunto, Into the Wild funciona como un verdadero viaje, cuya historia comienza y termina en Alaska, y en el medio se recuerda la breve vida de su protagonista: la negación de su familia, su obsesión por la naturaleza, y el largo recorrido hasta encontrar su final en medio de la nieve. Como en el libro, Penn deja en claro que su Supermendigo vivió y murió en su ley, e incluso llega a imaginarle una paz final cercana a la de La última tentación de Cristo, con su protagonista —que abjuró de sus familiares y jamás los llamó durante su viaje— imaginando la tentación de soñar un plácido reencuentro con ellos antes de expirar. Antes de ese final, hay una escena en la que Chris abandona el bus, dispuesto a retomar un camino que descubrirá cortado. “Me acuerdo de que Penn me pasó una nota en la que decía que no me preocupase en ser demasiado literal con la letra de la canción que correspondía a esa escena”, explicó Eddie Vedder. El resto de aquella nota explica mejor el final de su protagonista, y también los límites de la identificación con él que tuvo el director: “Chris sabe que está dejando el micro, que no va a volver con su familia y que no va a ir a acostarse con la chica de 16 años... Aunque la verdad es que yo no sé por qué”.
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