MúSICA > ROSAL, SHOW Y TERCER DISCO
Con la voz de María Ezquiaga, una cantante que supo ser corista de Sergio Pángaro y Baccarat, Rosal es una banda elegante y prometedora, con canciones confesionales y climas melancólicos. Después de ser soporte de Café Tacuba, tocan en uno de los festejos del Día de la Mujer presentando Papá, un disco producido por Lucas Martí que incluye a las mejores cantantes de la escena porteña. Y además tocarán canciones del exquisito Su majestad, su último y precioso álbum.
› Por Mercedes Halfon
Yo igual no me siento tan tan tan identificada con el rock”, dice María Ezquiaga. Para corroborarlo están los discos de Rosal, donde su voz sobrevuela las canciones con una perfección atípica en una frontgirl del indie, y más anómala aún para una chica que comenzó a trajinar escenarios en la década del ’90. En un momento donde en el rock la tendencia fuerte venía por el ruido, el acople y la desafinación, María hacía sus pequeñas intervenciones como corista de Baccarat y la gente se daba vuelta para mirar quién era esa morocha menudita con una voz tan enorme. María no se siente tan identificada con el rock, pero sin duda forma parte de esta incipiente escena de señoritas cantautoras, que está tomando relevancia al punto de que esta misma noche se van a autofestejar el Día de la Mujer, con bandas como No Lo Soporto, y de paso presentan el flamante disco Papá, producido por Lucas Martí y cantado por varias artistas mujeres –obvio– y que hacen rock.
Independientemente de este momento y esta escena compartida y notable, María Ezquiaga comenzó su carrera en la música con cierta precocidad. Primer recuerdo: “Yo escribía mucho de chica, tenía como una hora desde que salía de la escuela y me iba a italiano, y en ese rato escribía opiniones sobre la vida, reflexiones. Una vez le mostré eso a una tía y me dijo: ‘Ay está buenísimo’. Cuando empecé a estudiar guitarra, intentaba juntar eso con la música, aunque no me daba cuenta de que eso eran canciones”.
Los años pasaron, María siguió en esta tarea de componer letras y melodías en una banda de rock y blues medio multitudinaria donde también hacía sonar su voz sinuosa. Una tarde, en una facultad donde estaba acompañando a una amiga que vendía tortas y café, practicando unas canciones en la guitarra, se le acercó un muchacho vestido de una forma bastante particular. Tenía bigote, cantaba boleros y las chicas morían por él. Se trataba de Sergio Pángaro. Poco después se armó Baccarat. De esa época de peinados con fijador y vestidos retro María recuerda: “Había una seguridad de lo que estábamos haciendo muy fuerte y para mí era un delirio, incluso en ese momento, por ejemplo ir a tocar sólo con un sampler o ponernos a hacer coreografías, pero estábamos súper convencidos. Nos parecía incluso exageradamente genial”. Tres rosas para ti
A pesar del disfrute, pasado el tiempo y llegado un punto, María sintió la necesidad de tener una-banda-propia y así fue que plantó y regó su Rosal. Un grupo que originalmente fue un trío y al que con el transcurso de los discos –una trilogía divina que concluye con Su majestad– se le sumaron piezas fundamentales como el guitarrista y productor Ezequiel Kronenberg y la otra guitarra de Martín Caamaño.
Su primera producción estuvo contagiada de un espíritu de simpleza y austeridad que le llegó a María después de que en un accidente doméstico se le prendiera fuego la casa con todas sus pertenencias adentro: “Cuando te pasa algo así te das cuenta de que muchas cosas no son necesarias”, dice. Esto aparecía en Educación sentimental, que era precisamente un disco de aprendizaje, de canciones breves, redondas, pop; hits como “Bombón” (¿Cómo tu mamá te dejó ir y por qué? / Debió guardarte en el colchón) o “Agua” (En el agua soy más blanda, más buena/ soy como Valeria Mazza, un 70 por ciento agua), fácilmente cantables, bailables, recordables.
Una vez que la banda ya había dado sus primeras flores surgió Rosal, el segundo CD, que contaba con la presencia fundamental de Fernando Samalea en batería. Fue grabado en vivo, en una sesión de estudio de dos días, con todos los instrumentos tocando a la vez, como una suerte de experimento jazzero y vintage que dejaba atrás los estribillos pegadizos, para profundizar en un sonido acústico, de climas melancólicos y morosos.
En esta escalada llegó Su majestad, la última producción del grupo. Un disco preciosista –al cuidado de Kronenberg– lleno de detalles de producción: pianitos, teclados, rarezas percusivas, efectos con el moog y hasta un toque hindú, que embelesa pero no empalaga. En su delicada filigrana sonora cada arreglo está en su lugar, dejando atrás definitivamente el sonido más tipo indie que podía asociarse a los discos anteriores. Lo que consiguen, a pesar de que las canciones siguen siendo de María Ezquiaga, es que el resultado final sea el trabajo de una banda. El disco suena complejo y espeso, aun en la liviandad de las letras, o el vuelo de la voz de María. Que aunque lo dude, ya es parte del rock.
Rosal junto a No Lo Soporto y varias artistas festejan el Día Internacional de la Mujer a las 20, en La Trastienda, Balcarce 460. Entradas: desde $ 10.
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