CINE > 4 DE JULIO, EL DOCUMENTAL SOBRE EL ASESINATO DE LOS PADRES PALOTINOS
› Por Diego Martínez
Por los camaradas dinamitados en Seguridad Federal”, firmaron los asesinos de San Patricio. “Estos surdos (sic) murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes”, agregaron. Los agentes de la 37ª intentaron borrar las inscripciones pero ya era tarde. Había demasiados testigos. En otra foto del sumario, sobre un cadáver, Mafalda señala un bastón policial. “¿Ven? Este es el palito de abollar ideologías”, enseña.
La bomba en el comedor de Superintendencia de Seguridad Federal, Moreno 1417, había explotado tres días antes. El ex guardia Armando Luchina contó el mes pasado ante la Justicia que los camaradas de las patotas de la Policía Federal discutieron cómo vengarse. “Triunfó la posición más belicosa”, explicó. Más tarde escuchó cuando “se atribuían” la masacre.
Otra versión la vincula con la ESMA. El acusado, Antonio Pernías, reivindica sus trabajos sucios pero niega cualquier relación con los palotinos. Como dos sobrevivientes lo escucharon ufanarse de los crímenes, el fiscal Eduardo Taiano los incluyó en su dictamen como casos a investigar. Pero San Patricio no lleva el sello de la Armada. La ostentación de salvajismo tiene más que ver con masacres como la de Fátima, donde los hombres de Superintendencia también dejaron su explicación por escrito, “30x1”, que con la cristiana muerte en los vuelos anunciados por el almirante Luis María Mendía en la base naval de Puerto Belgrano.
La Iglesia supo la verdad desde el primer momento. El Ejército adjudicó la masacre a “elementos subversivos” que “además de no tener Patria tampoco tienen Dios”. Monseñor Juan Carlos Aramburu aceptó públicamente la versión oficial pero le confesó al ministro Albano Harguindeguy que la Iglesia sabía “sin lugar a dudas que los sacerdotes habían sido asesinados por fuerzas de seguridad del gobierno”, según informó el nuncio Pio Laghi al embajador norteamericano Robert Hill.
Para neutralizar una eventual reacción del Episcopado el gobierno militar ofreció implantar la enseñanza religiosa optativa en las escuelas públicas. Los obispos se tentaron pero no al punto de perder la cordura. Consideraron inoportuno “aparecer debiéndole un favor al Estado en los momentos presentes”, apuntaron. En una carta a la Junta Militar, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal transmitió su convicción de que “el gobierno y las Fuerzas Armadas participan de nuestro dolor y, nos atreveríamos a decir, de nuestro estupor”. Conocían “los altos ideales y la generosa actitud para con la Patria, sus instituciones y ciudadanos” de Videla, Massera & Cía. Así consta en sendos documentos oficiales que la Iglesia siempre negó conservar, rescatados para la sociedad por el escritor Horacio Verbitsky, que los publicó en su libro Doble Juego.
¿Por qué silenciar semejante masacre? Los sacerdotes tenían en la parroquia un mimeógrafo y ejemplares de la revista Evita Montonera. Laghi le comunicó al embajador Hill su preocupación de que uno de los seminaristas pudiera tener “conexiones tercermundistas”. Sin mencionar su apellido, el documental 4 de julio: la masacre de San Patricio blanquea la militancia de Emilio Barletti. Una imagen sugiere la organización: la bandera de Montoneros. “Emilio era un idealista con los cojones como para llevarlo hasta las últimas consecuencias”, explica un compañero. “La discusión de fondo era si, llegado el caso, había que tomar un arma o no”, agrega. “La comunidad le había pedido a Emilio que definiese su situación”, cuenta el sacerdote Rodolfo Capalazza, quien compartió la última cena con las víctimas. “Estoy muy cansado y tensionado por Emilio y su decisión. Acabamos de conversar sin hacerle mucha luz, creo”, escribió el padre Alfredo Kelly en su diario el 11 de junio.
Kelly tampoco aceptaba la política oficial de anular los sentidos al pueblo cristiano. Cuando el padre Alfie se enteró de que miembros de su feligresía del barrio de Belgrano participaban de remates de bienes robados a desaparecidos, les explicó que, lejos de ser evangélico, era una forma de contribuir con los asesinatos, hacerse cómplices. La homilía trascendió con el nombre de “sermón de las cucarachas”. Poco antes de morir Kelly recibió una carta con varias firmas de vecinos de Belgrano. Lo acusaban de “comunista”. “Si a mí me matan, se van a arrepentir”, comentó.
El único condenado por la masacre de San Patricio fue el periodista que reconstruyó la historia: Eduardo Kimel. El mes pasado la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado argentino por la persecución en su contra, que inició el juez Guillermo Rivarola y consintió la corporación judicial. El cardenal Jorge Bergoglio inició en 2005 el trámite tendiente a la canonización de los palotinos. Nadie, en cambio, solicitó aún la reapertura de la investigación judicial, que debería tramitar junto al resto de los crímenes de Superintendencia en el juzgado de Daniel Rafecas. El documental dirigido por Juan Pablo Young y Pablo Zubizarreta, para mejor feligreses de San Patricio, ilumina una historia que la Iglesia se empeñó en ocultar.
4 de julio: La masacre de San Patricio, se estrenó esta semana en el cine Gaumont (en todos los horarios) y durante julio se dará todos los sábados a las 20 y los domingos a las 18.30 en el Malba. Av. Figueroa Alcorta 3415.
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