CINE >LA RECUPERACIóN DEL DOCUMENTAL EN EL INFIERNO DEL CHACO
Durante décadas, la película que rodó Roque Funes, cameraman y director de fotografía argentino, durante la guerra entre Paraguay y Bolivia entre 1932 y 1935, estuvo perdida. Se trataba de un testimonio valiosísimo, no sólo por ser un trabajo pionero sobre el registro de la guerra en directo, sino porque ese sangriento conflicto ha caído en un inexplicable olvido. Pero con una gestión de Hugo Gamarra, director de la Cinemateca de Paraguay, que se puso en contacto con el historiador y coleccionista Fernando Martín Peña, empezó su recuperación y restauración, para que pueda ser exhibida hoy en condiciones óptimas.
› Por Mariano Kairuz
A pesar de que la guerra que libraron Paraguay y Bolivia por el Chaco Boreal entre 1932 y 1935 fue una de las más cruentas que tuvo lugar en este continente durante el siglo XX (cerca de 400 mil soldados, casi 100 mil bajas), no es un episodio muy recordado. Lo cual hace todavía más valioso el hallazgo del documental argentino En el infierno del Chaco, filmado por el cameraman y director de fotografía Roque Funes (1897-1981, fue uno de los más prolíficos en el cine nacional desde los años del cine mudo hasta los ’60), quien por iniciativa propia y demostrando veloces reflejos viajó y registró, siempre desde el frente paraguayo, los primeros tres meses del conflicto. La película, de algo menos de una hora de duración y muda, pero con una gran cantidad de intertítulos que van dando un sentido al relato de las imágenes, es un documento único: del hecho histórico en sí, del espíritu de algunos de los pioneros del cine nacional, y del desarrollo de cierta percepción de cómo se construye una narración periodística.
Funes volvió a tiempo para montar el material filmado, le agregó las leyendas y unos mapas del territorio en el que tuvo lugar la guerra –que muestran, mediante la animación de flechas y puntitos negros, primero el avance de las tropas, después su enfrentamiento–, y estrenarlo en diciembre de ese mismo año, mientras la contienda seguía su curso. Salvando las distancias, esa urgencia con que fue concebido convirtió a su esfuerzo en una suerte de precursor de los cortos y medios filmados por Hollywood con algunos de sus mejores directores durante la Segunda Guerra, y hasta anticipó el seguimiento de “la-guerra-casi-en-directo” que se instaló en la televisión de Vietnam en adelante. La película estuvo perdida por décadas, pero existía una copia en poder de la familia Estragó en Paraguay, por la que el presidente de la Cinemateca de ese país, Hugo Gamarra, se puso en contacto con el historiador y coleccionista Fernando Martín Peña, iniciando el proceso de recuperación y restauración que permitió que este año se la volviera a exhibir y a ver en condiciones óptimas.
El Chaco Boreal es una región árida y seca, bastante inhóspita y que se encontraba muy despoblada para principios de los ’30, pero que ambos países se disputaban por la apertura al mar que les ofrecía el río Paraguay (su límite oriental) y por las especulaciones disparadas por el descubrimiento de petróleo en la precordillera andina a fines de la década del ’20. Durante los años previos al conflicto armado, Paraguay y Bolivia habían ido fortaleciendo sus respectivos ejércitos y avanzando sobre el río Paraguay. En 1928, la Sociedad de las Naciones declaró al Paraguay país agresor, pero la guerra se desató en julio de 1932, cuando un destacamento boliviano capturó un fuerte paraguayo. La película de Funes permanece todo el tiempo del lado del ejército del Paraguay y no se permite ninguna ambigüedad al respecto. Al principio presenta la inferioridad de condiciones en que se encontraba el país frente a Bolivia, abonando así al relato de gesta heroica de su pueblo. Toda la primera parte de la película es un interesante retrato del frente en el que se instala la cámara, y permite observar a los soldados con sus (aparentemente precarias) vestimentas de combate, darse una idea de los rigores que implicaba acampar en semejante paisaje, visitar el hospital para los heridos en batalla (y a su equipo de enfermeras) y al escuadrón aéreo. En la última parte, Funes ubica como centro dramático de su película el relato de la batalla del Boquerón, que fue una temprana victoria paraguaya.
A pesar de cierto esquematismo (y de la virtual demonización del enemigo boliviano como contracara del esfuerzo paraguayo), la conciencia del valor histórico de sus imágenes convierten a la película en una experiencia única. Como señala Peña, si bien “es cierto que su planteo es bastante elemental, tiene cosas que visualmente son fascinantes: la fuerza aérea estaba en pañales y éste se sube a un avión y filma desde el aire; usa mapas para ubicar al espectador en la acción, como se hace en los documentales contemporáneos, y le mete cosas de humor rarísimas: el soldado más petiso de la guerra del Paraguay, el mono tití que usan de mascota para volar; cosas que no tienen nada que ver con el tono necesariamente dramático que tiene un documental que habla de la guerra, pero que también transmite un poco de la cotidianidad de los soldados con los que vivió Funes, que se pasó tres meses ahí. Es una rareza desde cualquier punto de vista: porque es un conflicto que ha quedado inexplicablemente olvidado en la historia del siglo XX, pese al desastre humano que produjo. Y por otro lado siempre es un largo mudo argentino más: quedan muy pocos, apenas 10 o 12 de los más de 200 largos mudos que se filmaron”.
En el infierno del Chaco forma parte del ciclo Clásicos de estreno XIII. Se exhibirá con música en vivo compuesta e interpretada por la National Film Chamber Orchestra, coordinada por Fernando Kabusacki, el jueves 24 a las 19, el sábado 26 a las 17.30 y el domingo 27 a las 20, en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415.
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