Dom 17.08.2008
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CINE > ELECTION 1 Y 2: LA MAFIA LLEGA DE HONG KONG

Democracia china

Johnny To: el director de Hong Kong que supo trascender las fronteras sin ceder a Hollywood estrena Election 1 y 2, su díptico ultraestético sobre la mafia, una reflexión sobre la democracia y la violencia en la línea de Scorsese y Coppola (aunque no tanto, eh).

› Por Hugo Salas

En la extensa lista de directores de súper-acción que Hong Kong supo entregar al cine durante los últimos 20 años, el nombre de Johnny To ocupa un lugar privilegiado. A diferencia de parte de sus pares, sujetos al sistema del cine industrial, ya sea que hayan terminado vendiendo sus habilidades al infame monstruo de Occidente (el nombre paradigmático aquí sería el de John Woo, con Código: flecha rota, Contracara, Misión Imposible II y demás) o permanezcan aún invisibles para nosotros, confinados dentro de las fronteras de la isla, este prolífico director ha sabido posicionarse ventajosamente en el ámbito del cine “independiente” –verbigracia, los festivales de cine y las cadenas de distribución alternativa–, cuyo fundamental medio de pago, bien se sabe, es el prestigio.

Más allá de lo que se opine de este mercado que posa de no ser tal, lo cierto es que el cine de To se ofrece como un espectáculo asombroso, sabiendo adecuar a sus prerrogativas el tono y ritmo de sus producciones. Sobre todo en los últimos diez años, sin renunciar al peculiar despliegue coreográfico de la acción física que constituye no sólo su sello personal sino también el de buena parte del cine que desde estas costas se cataloga bajo el marbete “asiático”, puede advertirse un progresivo abandono del énfasis antes puesto en el vértigo narrativo en pro de tiempos más relajados, un mayor refinamiento visual y, desde luego, una impresión de gravedad/rigor ausente de sus producciones anteriores. Si las aventuras de Woo en Estados Unidos constituyen una muestra inmejorable de la sobredeterminación occidental del cine industrial (capaz de anular las peculiaridades culturales de sus realizadores o reducirlas al infra-nivel del ornamento), el derrotero de To se erige como un meditado ejercicio sobre los modos y estrategias que permiten, con los mismos materiales y procedimientos, construir “orientalidad”, ganar exotismo y convertirse, así, en un objeto codiciado dentro del circuito “artístico”.

A tal gesto se ajustan minuciosamente las dos entregas de Election (2005 y 2006), de reciente estreno en las pantallas porteñas. Ya desde la meditada operación con que se diferencia de ese habitual yeite de producción que es la secuela, para postularse como un dignísimo “díptico”, todo anuncia el refinamiento verdaderamente minucioso y obsesivo de los encuadres, un uso estilizado de la iluminación y el cuidado tratamiento del espacio que conforman, en asociación lícita, un virtuoso estudio de mirada. Desde luego, el hecho de que este arsenal estético –y estetizante– se movilice para narrar las disputas de sucesión dentro de una organización mafiosa haría peligrar sus ulteriores ambiciones artísticas. Sin embargo, es allí donde Johnny To se revela como un prolijo conocedor de los veleidosos mecanismos que regulan la consagración dentro del circuito artístico-festivalero (y un atento alumno del cine occidental).

La trama de los dos largometrajes es sencilla. En ambos, entra en disputa la sucesión de la tríada Wo Sing, que, según se nos dice, se dirime por el voto de los “tíos” o miembros de mayor jerarquía. En la primera entrega, la ambición enfrenta al voraz, violento y desaforado Big D contra el racional Lok, favorito de la organización y de la policía (que lo necesita para desactivar a Big D), cuya racionalidad, claro está, se revela tan brutal como la anarquía de su oponente, si no más. En la segunda, el joven y moderno Jimmy Lee, que en realidad quiere ser “legítimo” (vale decir, desvincularse de la organización y dedicarse a negocios legales), se ve empujado por el poder político a enfrentar a Lok, quien sorpresivamente ha perdido toda racionalidad. Desde ya, es fácil advertir la cadena de interpretaciones que estas tramas sugieren, desde la relación oculta entre democracia y violencia criminal (acentuada por el título occidental, Election) hasta otra, igualmente antigua, entre irracionalidad y poder. No obstante, a diferencia por ejemplo del cine de Scorsese o Coppola, donde estos tópicos encuentran un verdadero desarrollo, aquí parecen meramente “plantadas”, como pruebas falsas en la escena de un delito, parte de una operación de impostura que, por el momento, Johnny To logra sostener con perfecta (y aplaudible) contundencia.

Election 1 se estrenó en Buenos Aires hace unas semanas y Election 2 acaba de estrenarse el jueves pasado. Hasta donde se sabe, ambas serán editadas en DVD antes de fin de año.

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