Dom 17.11.2002
radar

DIVAS

Perra del infierno

Es hija de Dario Argento, el rey del gore italiano, y de una bruja romana. Vio Freaks de Tod Browning a los 5 años y poco después la filmografía completa de su padre, que no tardó en incorporarla a sus ficciones. Actriz de culto con vocación de rock star, es bellísima y agorafóbica, tiene el cuerpo tatuado y un largo historial de escándalos, y es la chica que Vin “Triple X” Diesel debería soplarse si realmente fuera un émulo de James Bond. Con ustedes, Asia Argento: la última mujer fatal.

por Mariana Enriquez
Hay muchas cosas increíbles en Triple X, la vuelta de tuerca a los films de espías de Rob Cohen. Hay patrioterismo y lugares comunes de corrección política, cosa que los menores vean cómo un espía mata a diestra y siniestra pero no fuma ni dice malas palabras. Pero lo que derrumba todo verosímil es que no existe una sola escena de sexo entre Asia Argento y Vin “Triple X” Diesel. Bond se hubiera tomado cinco minutos con la hija de Dario.
Dario Argento es el director de cine de terror más importante de Italia. Con films como Rojo profundo (1975) Suspiria (1976), Inferno (1980) y Tenebre (1982) se consagró como un realizador barroco, sangriento, sádico: el rey del giallo, el maestro del gore. Desde entonces, Argento adoptó la costumbre de usar a su familia en sus películas, pero les endilgó personajes tan sufridos que bien puede aventurarse que era su manera -tortuosa– de vengar posibles rencillas domésticas. Su esposa Daria Niccoldi protagonizó Rojo profundo y Suspiria, y fue en esos años de convivencia cuando concibieron a Asia, nacida en 1975 en Roma. Para celebrar el acontecimiento, Dario proyectó durante tres días seguidos Lo que el viento se llevó en el living de su gótica mansión familiar de Corso Trieste. Cuando la niña cumplió cinco años, su padre la dejó ver Freaks de Tod Browning. Poco después le permitió ver sus propias películas. Asia no tardó en hacerse popular en la escuela: los Argento fueron de los primeros italianos en poseer una Betamax, lo que le permitía invitar a sus compañeritos a ver películas de terror en secreto. No era la única atracción macabra en la casa Argento: Daria Niccoldi y todas las mujeres de su familia son brujas (Suspiria está inspirada en la historia real de una bisabuela), y Asia recuerda a su madre convocando vientos y desviando tempestades en el patio de la villa romana. Pero ella nunca se interesó por la brujería. Le gustaba más la actuación.

Bella tenebrosa
Insolente, vulnerable, glamorosamente aburrida, insaciable, oscura, masoquista, rabiosamente sensual, son todas definiciones que pueden aplicarse a Asia Argento. Pero ninguna alcanza a definir por qué su presencia es tan hipnótica y tan creíble su intensidad.
En 1988 rodó su primer film de terror, La Chiesa, de Michele Salvi, y un año después la dirigía Nanni Moretti en Palombella Rossa. Previsiblemente, Asia detestó el set de Moretti y se encontró mucho más cómoda en la catedral gótica del film de Salvi. Pero no le gusta que la consideren una dama de las tinieblas. “Como mi papá hace películas de terror, estoy condenada a ser Rosemary. No faltaron titulares en los diarios que hicieron ese chiste el año pasado, cuando quedé realmente embarazada de mi hija. La prensa es monotemática. En 1985, mis padres fueron presos por posesión de hash. Yo estaba con ellos. Fue espantoso. Los diarios escribían titulares como Los encontraron con 25 gramos: sus especialidades son la sangre, los efectos especiales y lo paranormal. Usan nuestro trabajo para demonizarnos; no entienden que nos exorcizamos con nuestro trabajo.”
Asia trabajó por primera vez con su padre en Trauma (1993). Era Aura, una adolescente anoréxica que conoce la identidad de un asesino degollador. Estaba pálida, ojerosa, delgada, bellísima, precozmente perversa. En El síndrome Stendhal, lo que Dario hace con su hija orilla la tortura. Asia es Anna Marini, una mujer policía víctima de la obsesión de un violador y asesino serial que sufre el síndrome del título: un estado alucinatorio inducido por la visión de obras de arte. Asia/Anna sufre varias violaciones brutales en un galpón cubierto de graffitis. El asesino la besa con una hoja de afeitar entre los dientes. Ella se flagela clavándose alfileres bajo las uñas. En una impresionante transformación, Asia comienza el film como una vampiresa atontada, muta hacia una andrógina adolescente (parece un muchachito de Edward Burne-Jones) y culmina como una mujer fatal rubia al estilo Belle de Jour. En El fantasma de la Opera (1998), la identificación del padre con el fantasma que lesusurra órdenes a Christine/Asia tras bastidores es tan retorcida como clara. “A veces pienso que mi padre me concibió para tener una actriz que protagonizara sus películas”, dice. “Me siento cómoda con él, pero también me da miedo.”

Princesa decadente
Durante años fue la diosa adorada por jóvenes góticos y especialistas en vampiresas. Es agorafóbica, suele vestir de negro con grandes crucifijos y en su colección de cinco mil cds se destacan los de Einstürzende Neubaten, la banda industrial alemana liderada por su íntimo amigo Blixa Bargeld. Le gustaría ser estrella de rock. Ya grabó con Brian Molko una versión de Je t’aime moi non plus de Serge Gainsbourg; el cantante de Placebo hace de Jane Birkin y Asia de Serge porque tiene voz gruesa, como Lauren Bacall, como corresponde a una femme fatale. Protagonizó un video para la banda de su novio Marco, Blutervigo, una viñeta inspirada en la estética decadente del siglo XIX. Muchos no tomaron bien su trasplante a Hollywood como co-estrella de un espía experto en deportes extremos. “Quiero hacer papeles positivos y dejar de ser una temible perra del infierno”, dice ella, y está claro que para la chica que alguna vez fue acariciada por gillettes ser una espía rusa es “positivo”.
La leyenda de Asia Argento, como la de toda diva, se construyó fuera de los sets. Sus películas en inglés (New Rose Hotel de Abel Ferrara y B Monkey de Michael Radford) no pudieron explotar su potencial de fémina peligrosa y mórbida. La definen mucho mejor sus producciones fotográficas, cuando posa desnuda, con todo el esplendor de su cuerpo tatuado. No tiene explicaciones románticas para sus tatuajes: un ángel alado en el pubis, dos serpientes y un sol al final de la espalda y un ojo (“Me lo hice a los catorce años, en Amsterdam, totalmente drogada”). El único tatuaje significativo es el que lleva en las costillas, el nombre de su hermana fallecida, Anna: “La idea me la dio una letra de Blixa Bargeld que dice: ‘No sé quién te arrancó de mis costillas’”.
La constante exposición que le valió ser hija de una leyenda del cine italiano comenzó cuando era una niña y no se detuvo. Asia Argento no tiene buena prensa. Sus confesiones de sexo casual, drogas y excentricidades escandalizan (y hacen las delicias) de la conservadora prensa italiana. “Cuando estaba embarazada de seis meses –cuenta–, Marco y yo casi nos matamos en un choque. Un auto nos llevó por delante. Llamamos a la policía y nos fuimos corriendo al hospital. Nos acusaron de abandono de persona y un diario tituló: El peor aborto de Dario Argento: Asia. Encontraron una botella de ajenjo en mi auto. Pero no soy una persona autodestructiva. Mi lema es ‘Vive rápido, muere viejo’.”
En 1999, Asia publicó una novela, I love you, Kirk. Ese mismo año empezó con el rodaje de su primera película como directora, guionista y editora, Scarlet Diva, un vehículo autobiográfico donde disecciona su vida para todos los devotos del exhibicionismo atroz: aparece casi violada por dos productores de Hollywood, depilándose las axilas con un cigarrillo en la boca, víctima de una sobredosis de Special K, enamorada de una frívola estrella de rock. Usó cuarenta actores, entre ellos Daria Niccoldi (en el papel de su madre), para evitar ambigüedades. Imaginar una película autobiográfica de una estrellita es soporífero si las opciones son Sarah Michelle Gellar o Britney Spears. Pero es otra cosa cuando la que está detrás de cámara es la ojerosa diva italiana. “Scarlet Diva es el trabajo de alguien a quien no le importa nada. Esa postura desafiante tiene potencial, si se disciplina. La película es un desastre, pero de esos desastres que sólo puede cometer una persona talentosa”, escribió un crítico norteamericano.
La hija de Dario cree que no hubiera podido volver a actuar si no se exponía como lo hizo en Scarlet Diva. Dio la impresión de que se dedicaría sólo a los documentales: realizó uno sobre su padre y otro sobre Abel Ferrara que le valió un premio en el Festival de Cine de Roma. Por ahora, Asia seguirá publicando sus cuentos de terror en revistas italianas,piensa en filmar la secuela de Triple X para financiar su próximo proyecto y después se someterá nuevamente a las órdenes/torturas de su padre. Y quizá aprenda a ser la vamp que tanta falta le hace a Hollywood. Si a los ejecutivos de Los Angeles les queda algo de coraje.

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