Domingo, 5 de octubre de 2008 | Hoy
Por Ray Bradbury
Uno se puede imaginar que algunas historias –ya sean cuentos, nouvelles o novelas– fueron escritas como resultado de un impulso simple, inmediato y claro. Otras rebotan entre varios eventos durante toda una vida, y se ensamblan mucho más tarde para formar un todo.
Cuando tenía seis años, mi padre, que tenía ansia por viajar, llevó a nuestra familia en tren hasta Tucson, Arizona, por un año, durante el cual vivimos en un entorno floreciente. Para mí fue excitante. La ciudad era muy pequeña y aún estaba creciendo. No hay nada más estimulante que ser parte de la evolución de un lugar. Ahí tuve una sensación de libertad e hice muchos amigos maravillosos.
Un año más tarde nos mudamos de regreso a Waukegan, Illinois, donde había nacido, y pasé los primeros años de mi vida. Pero regresamos a Tucson cuando tuve doce, y esta vez experimenté una excitación aun mayor, porque vivíamos fuera de los límites de la ciudad y debía ir a pie a la escuela todos los días, atravesando el desierto, pasando por todas las fantásticas variedades de cactus posibles, encontrando lagartos, arañas y –en alguna ocasión– serpientes, en mi camino hacia séptimo grado. Ese fue el año en que empecé a escribir.
Mucho después, cuando viví en Irlanda durante casi un año, escribiendo el guión de Moby Dick para John Huston, descubrí las obras de Stephen Leacock, un humorista canadiense. Entre ellas había un pequeño libro encantador, titulado Sunshine Sketches of a Little Town. Me gustó tanto el libro que traté que MGM hiciese una película con él. Tipié un par de páginas preliminares para mostrarle al estudio cómo me imaginaba el libro en la pantalla. Cuando el interés de MGM decayó, me quedé con el comienzo de un guión que contenía toda la sensibilidad de un pueblo pequeño. Pero al mismo tiempo no podía evitar recordar al Tucson que había conocido y amado cuando tenía seis y doce años, y comencé a escribir mi propio guión sobre una ciudad en algún lugar del desierto.
Durante esos mismos años comencé a cruzarme con Katharine Hepburn, tanto en persona como en pantalla, y me sentía terriblemente atraído por el hecho de que su apariencia se mantenía tan joven a través de los años.
En algún momento de 1956, cuando ella estaba hacia el final de sus cuarenta, hizo la película Summertime. Esto me motivó de alguna manera a ponerla en el centro de una historia para la que aún no tenía título, pero Somewhere a Band is Playing estaba evolucionando, obviamente.
Unos treinta años atrás vi una película llamada The Wind and The Lion, protagonizada por Sean Connery y con una banda de sonido fabulosa de Jerry Goldsmith. Me emocionó tanto la banda de sonido que me senté, la hice sonar, y escribí un largo poema basado en esa música encantadora. Esto se transformó en otro elemento de Somewhere a Band is Playing, hacia los comienzos de una historia que aún no había alcanzado a entender en su totalidad, pero parecía como si finalmente todos sus elementos se estuviesen ensamblando: el año que pasé en Tucson cuando tenía seis años, el año que pasé ahí cuando tenía doce, los varios encuentros con Katharine Hepburn, incluyendo su mágica aparición en Summertime, y mi largo poema basado en la banda de sonido de The Wind and The Lion. Todas esas cosas me inspiraron para comenzar un largo prólogo a la novela que finalmente le siguió.
Hoy, mirando atrás, me doy cuenta de lo afortunado que soy al haber coleccionado semejantes elementos, haberlos tenido listos, y después reunirlos para hacer este producto final.
Por supuesto, durante el transcurso de todos estos años había deseado terminar la nouvelle con la idea de tenerla lista para que Katharine Hepburn, no importa lo mayor que fuese, la protagonizase en una adaptación teatral o cinematográfica. Katie esperó pacientemente, pero los años pasaron, se fue cansando, y finalmente dejó este mundo. No puedo evitar sentir que ella se merece la dedicación que le puse a esta historia.
En algún lugar una banda está tocando es una de las dos nouvelles que forman parte del nuevo libro de Ray Bradbury, que acaba de editarse en los Estados Unidos: Now and Forever: Somewhere a Band is Playing & Leviathan ‘99 (William Morrow).
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