Dom 17.11.2002
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ARTE

Los primeros pasos

La galería Ruth Benzacar convocó al premio Currículum cero para jóvenes artistas visuales sin currículum, de entre 15 y 30 años. El resultado revela varias cosas –utopías privadas, ensoñaciones infantiles, sobredosis televisiva, abundante narcisismo– pero especialmente revela las fotografías de una nueva generación de artistas.

Por Fabián Lebenglik
En versión analógica o digital, la fotografía está de moda en el campo de las artes visuales. No sólo lo confirman las principales muestras internacionales de la última década sino también, desde estas pampas, la selección de los trabajos exhibidos en la galería Ruth Benzacar como resultado del certamen Currículum cero con el que se busca poner la mirada en la generación de recambio en las artes visuales.
No se trata de circunscribir la fotografía a una práctica hecha sólo por fotógrafos, sino de colocarla en un lugar que excede al fotógrafo tradicional para acercarse más a una técnica, un género o un medio de generación y apropiación de imágenes buscadas, construidas o capturadas en relación con la vida cotidiana. La fotografía permite una infinita reutilización, reinterpretación y montaje de imágenes preexistentes. Hacer fotos permite crear sentidos a partir de una selección y combinación de elementos heterogéneos ya dados.
Los dos requisitos básicos para poder participar del concurso Currículum cero fueron no pasar de los treinta años y no haber exhibido previamente -en muestras colectivas o individuales– las obras enviadas al certamen.
Se presentaron alrededor de 500 postulantes tentados por el premio: una exposición individual en la galería durante la próxima temporada. El jurado, de composición heterogénea, aseguraba miradas provenientes de distintas prácticas: dos artistas plásticos, Enio Iommi y Pablo Siquier; un músico, Gustavo Cerati; la cineasta Lucrecia Martel (quien finalmente no pudo participar de la selección) y la directora de la galería, Orly Benzacar. Finalmente, el jurado seleccionó a 21 artistas y premió al grupo Doma como ganador y a Carlos Huffman y Flavia Da Rin con sendas menciones.
Algunos de los seleccionados ya empiezan a sonar en el circuito profesional. El propio grupo ganador, Doma, inaugura el miércoles 20 de noviembre una muestra en el Malba. Se trata de un equipo de seis jóvenes que desde distintas prácticas –el diseño gráfico, la dirección de arte, la ilustración, el cine y la música– no sólo se dedican a la experimentación artística sino a la realización de proyectos comerciales para Disney Channel, MTV, Locomotion y Nickelodeon. Notorias marcas de época.
Otro equipo, Máquina de fuego, de tres integrantes, está exhibiendo en este momento su obra en la nueva edición de Estudio Abierto, como parte de la exposición Futuro inmediato, que se puede ver hoy hasta las 23 hs. en el galpón de Moreno 967.
Si por una parte, en Currículum cero se verifican varios casos de “corrección” artística atados a una concepción más o menos académica de lo bello y lo lírico, hay varios otros que aún están en una productiva indecisión creativa que los lleva a la búsqueda y rescate de ensoñaciones infantiles (evidentemente próximas en el tiempo sobre todo si se tiene en cuenta la prolongación de la adolescencia hasta casi los treinta años), mundos privados y confesiones íntimas (más allá del grado de ficcionalidad de esas confesiones). Uno de los tópicos repetidos es el narcisismo, el cultivo del autorretrato y de la personalidad múltiple. Como si no fuera posible la imagen del otro a causa del eclipse que produce la repetición de la imagen propia. Lo social, en cambio, generalmente entra a la obra de modos oblicuos y muy elaborados: como estilización o como exageración. Y lo que resulta notorio en varios de los seleccionados es las huellas del animé y los dibujos animados, así como la reelaboración de lo visto en canales de cable como Discovery Kids, Cartoon Networks o Nickelodeon. Las utopías sociales o individuales (aunque paradójicas) están relacionadas con la lógica del dibujo animado.
Eugenia Calvo (de Santa Fe) presenta una secuencia fotográfica donde se ve una cabellera. El montaje está armado de tal modo que juega con la simetría, las prolongaciones y repeticiones. Mariana Colombo (Mendoza) participa con 42 pequeñas fotografías digitales que en conjunto, con el título Lógica suave, presentan escenas oscuras donde se evoca la intimidad.
Mercedes Creus muestra impresiones digitales. Formas que parecen tanto secciones anatómicas como puzzles.
Flavia Da Rin presenta fotos digitales. Autorretratos donde la imagen de la autora se multiplica como una microsociedad paranoica, un grupo de amigas en el que todas son la misma aunque en diferentes actitudes y posiciones. En su obra se cruza una reflexión sobre el temor a la sociabilidad de modo que la representación del otro no aparece salvo en forma caricaturesca. Hay citas al animé y cierto heroísmo pasado por el filtro remoto de la animación japonesa. Da Rin también muestra un friso en donde escenas fotográficas digitalizadas están colocadas como azulejos romboidales, con bordes de cerámica. Allí, en otra serie de autorretratos se ve una familia de clones que lucen con distintos uniformes. La replicación humana se lee como un mundo alternativamente apacible y beligerante.
Del grupo Doma se proyecta una videoanimación que por momentos propone una pesadilla social en la que la actividad colectiva está regida por la tecnología. Se ven secuencias de una lógica fragmentaria, siempre en relación con lo tecnológico. Tableros, botoneras, displays, máquinas. Ejércitos de personajes anónimos y sociedades de laboratorio que marchan en conjunto. Y algún parentesco con las chicas superpoderosas.
Nicolás Domínguez Nacif pinta acuarelas sobre papel japonés. Los motivos son chinerías que se relacionan con el imaginario adolescente, historietas orientales y la new age. Las obras tienen títulos elocuentes (que oscilan entre el autoconocimiento y el kitsch) como Conócete a ti mismo y conocerás el universo, Anima y Anima y los dragones.
Matías Duville, de Mar del Plata, expone dibujos sobre seda, muy delicados, que evocan un interior, una figura de una casa y un conjunto de líneas que lucen como gráficos de ondas marítimas.
Leopoldo Estol, el más joven de los seleccionados (21 años) escribe textos en pañuelos de papel y los deja “olvidados” en distintos lugares de la ciudad: en la calle, en la ranura de un buzón, en un charco de agua, en escaleras, playas, interiores, veredas, sumideros, ascensores, bajo un auto, en un teléfono público... Los relatos narran situaciones autorreferenciales o supuestamente poéticas y Estol fotografía esos papeles “olvidados” en distintos contextos, de modo que la obra consiste en la reunión de documentación de situaciones fugaces, caprichosas y mínimas. Relatos fragmentarios e inconclusos captados en un momento dado.
Diego Fernández de Lema muestra fotos urbanas que se caracterizan por el trabajo muy refinado con la luz.
Gisela Filc fotografía casas en el desierto, ranchos, en tomas frontales, que acentúan el clima de soledad.
Carlos Huffman, con su Mandala/galería presenta una saga que evoca los dibujos animados japoneses. La historia no se cuenta, sino que se presenta al modo de un árbol genealógico montado en una serie de soportes de madera con base de metal. El mismo árbol, a través de los personajes, propone jerarquías, estructuras sociales y familiares, con una perspectiva de ensoñación.
Carolina Katz fotografía autorretratos cambiantes, personalidades múltiples. Casi como un mal de época, la fotógrafa señala una tendencia esquizo como constitutiva de la norma en la cultura urbana: hay que ser muchos durante el día: muchos registros, muchas personas.
Daniela Lucarelli (de Santa Fe) expone pequeñas placas negras cuadradas que en conjunto componen un dibujo seccionado. Se trata de un registro de las huellas que dejan caracoles y babosas. Recorridos erráticos y libres que la autora logra transformar en delicados dibujos. El resultado pareceuna estetización que mezclara restos “fósiles” grabados en piedras con los ecos de la canción del gusanito de Jorge de la Vega (el gusanito que en el pastito va dibujando un dibujito que se parece al gusanito).
El grupo Máquina de Fuego exhibe la silueta de dos hombres enfrascados en una lucha estilo catch. También muestra una serie de fotos donde esa silueta de lucha aparece en distintas situaciones y contextos que pasan revista a la Argentina: por una parte se da cuenta de las movilizaciones populares y sectoriales contra la violencia, la impunidad y el corralito; por otra, están presentes los símbolos históricos del poder central, como el Cabildo, la Catedral, la Casa Rosada, la Pirámide de Mayo y la Quinta de Olivos.
Eduardo Navarro participa con una gran bolsa de plástico, como un habitáculo unipersonal, que recibe continuamente aire. Adentro, adheridos a las paredes transparentes de la cápsula, hay varios embudos. El clima solipsista y encapsulado se sostiene gracias a que un secador de pelo insufla aire ruidosamente. Así, toda la utopía solipsista se vuelve una “filosofía del tocador”, una especie de evocación del mundo de las peluquerías.
María Olguin presenta un políptico compuesto por ocho pequeños cuadros (acrílicos y esmaltes sobre tela) con un objeto/personaje central que muta y cambia de formas y colores, se complica o simplifica.
Sofía Picozzi exhibe un paisaje abstracto oscuro, en goma y cristal.
Roxana Ramos (Salta) muestra fotos del Proyecto lugareña. Se trata de autorretratos donde ella se fotografía (solitaria y ritual) interactuando con el paisaje urbano y al pie de la montaña.
Alina Schwarcz propone en una foto la imagen de una mujer sensual, en camisón, arreglando las plantas del jardín. Es una composición pictórica, muy colorida, que comienza siendo muy sensual y se vuelve inquietante. Porque inmediatamente se advierte elementos, que remite tanto a la adolescencia como a la vejez de la modelo.
Lila Siegrist (Santa Fe) presenta una imagen digital que parece tomada de una revista de historietas o de un libro infantil ilustrado. Leyenda o mito, su trabajo se titula Dios y la mulatona, y junto con la cita de una ilustración, se sobreimprime una serie de mariposas y burbujas.
Finalmente, Martín Zevi (de Tucumán) expone fotos en las que se combinan escenas cotidianas en la cocina y en la calle, donde un dibujo irrumpe de modo inquietante. O bien el dibujo se extiende por el brazo del fotografiado, o bien traza la silueta forense de un cuerpo bajo un auto.

Currículum cero puede verse en la galería Ruth Benzacar, Florida 1000, hasta fin de año. Entrada gratuita.

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