TELEVISIóN > FERNANDO MARTíN PEñA Y FABIO MANES
Amigos de toda la vida, parte de una banda de chicos que circularon por los cineclubs que dirigía el padre
del cineclubismo Octavio Fabiano, irreverentes con los próceres y fanáticos de las películas de cualquier tipo que tengan la capacidad de emocionar y sorprender, Fernando Martín Peña y Fabio Manes ponen todos esos años de obsesión, pasión y coleccionismo al servicio de todo el mundo en el extraordinario ciclo Filmoteca, pasada la medianoche por canal 7.
› Por Mariano Kairuz
Pasar de todo. De “dramas urbanos” (películas protagonizadas por ciudades, en Alemania en los ’20 como en Buenos Aires en los ’50); a semanas enteras de Buster Keaton; de cine soviético de los ’20, o de cine anticomunista de los ’40 y ‘50, de mostros de goma y de “cine de montaña”. Del expresionismo alemán a películas con chicos para inusuales trasnoches de vacaciones de invierno (donde entra tanto “un Joseph Losey” como la gloriosa Melody); o, películas de directores que solo se pusieron tras las cámaras una vez (el actor Charles Laughton; ¡el escritor Jean Genet!). De todo, en serio. Esa es la idea que da vida a Filmoteca, temas de cine, el programa que desde el año pasado conducen Fernando Martín Peña y Fabio Manes en las trasnoches de canal 7. Dar de todo, pero en especial aquellas películas que no se consiguen en video ni dvd; que suelen estar ausentes de la televisión abierta e incluso del cable.
Esa fue también desde siempre también la máxima de la Filmoteca Buenos Aires, entidad privada que desde 1995 nuclea a varios coleccionistas de películas en fílmico, entre ellos Peña y Manes, y que fue fundada por el primero y por el cineclubista y mentor de cineclubistas Octavio Fabiano. Fue con él que Peña hizo un primer programa llamado Filmoteca hace ocho años, en la trasnoche de los domingos de canal 7. Aquella versión original tenía un formato ligeramente distinto: sus presentadores hacían una rutina de maestro y alumno y coleccionistas competidores. Todo transcurría en una escenografía despojada que –entre tanta escritura sobre cine que parece flotar en la pura abstracción– devolvía el cine al taller, a un espacio físico, de trabajo. Cualquiera que asistiera a las funciones del Club de Cine primero y de la Filmoteca desde 1995, en las salas por las que peregrinaron hasta recalar en el Malba podía comprobar que en televisión Peña y Fabiano se conducían con la misma afabilidad con que recibían al público en el cine. Fabiano murió hace ya cinco años, demasiado temprano, dejando a la cinefilia local un poco más huérfana, pero Peña se encargó de continuar aquello que empezaron juntos.
Hace un par de años, cuando los cineastas Pablo Reyero y Alejandro Fernández Mouján se hicieron cargo de la programación de cine del canal estatal, lo llamaron a Peña para que les propusiera un programa para los domingos a la tarde. Fue así que reeditó Filmoteca, y al pasar a las trasnoches diarias, convocó a ese otro coleccionista fanático, y amigo muchos años, Fabio Manes. Manes también fue un cineclubista pionero: a fines de los ’80 creó la Medianoche bizarra; y adquirió además cierta experiencia en la producción televisiva (trabajó con Nicolás Repetto, con Pettinato; proveyó material de archivo al programa Siglo XX Cambalache a principios de los ’90). Con Peña se conocen desde mediados de los ’80, cuando estudiaban en la Enerc (ex Cerc: la escuela de cine del instituto nacional). “Ahí se gestó un poco todo lo que es ahora la Filmoteca. Lo conocimos a Octavio, y empezamos a meternos en el sótano del Club de Cine, a juntar películas juntos –dice Peña–. Y hay algo que sucede con el encuentro con Fabio, con Octavio, con Diego Curubeto, que para mí marca la línea del programa: el desprejuicio absoluto, la convicción de que todo el cine puede tener algún interés, algún grado de originalidad. Junto a Octavio, yo descubrí eso con las películas de clase B, y en especial con los viejos westerns de una hora, que eran lo que más le gustaba. Yo veía salir llorando a los viejitos con algunos de esos westerns. Y pensaba: Evidentemente este tipo se emociona con estas películas, como me puedo emocionar yo mirando, por ejemplo, Melody. Placeres culpables que no están en la ‘Historia’ del cine, pero que emocionalmente significan algo.”
“Octavio nos dio la oportunidad de valorar un cine popular –agrega Manes–. Curubeto y yo estábamos más con el cine raro, y Fernando era más clásico: cuando lo conocí veía películas de Buster Keaton, Lon Chaney y no mucho más; y yo veía sobre todo en el cine de terror. Entre todos fuimos complementándonos.” “El emblema sería el corto que hizo Diego Curubeto cuando era estudiante, Sogoth –recuerda Peña–. Cuando uno le preguntaba qué era la película, él decía que era Hershell Gordon Lewis y Bergman. ¿Por qué Bergman? Porque hay sacrificios rituales donde se comen las tripas de un cadáver, a lo Gordon Lewis, y funde a rojo... ¡como en Gritos y susurros! Y es un poco así: uno lo dice en joda pero es absolutamente en serio; decir cine bizarro no es equivalente a decir cine malo, sino que es algo que tiene su legitimidad. Hay un documental nuevo que se llama Not Quite Hollywood, sobre el cine australiano de explotation, donde Tarantino hace un comentario válido para todas estas películas: son films impredecibles, en los que siempre hay una escena por la que uno se pregunta ¿en qué carajo estaban pensando cuando se les ocurrió filmar eso? El cine está lleno de estas cosas que te remiten a esa capacidad de emoción y de sorpresa, y ese potencial que tienen muchísimas películas desestimadas.”
Dedicado coleccionista también de fósiles desde su adolescencia, Manes encuentra en eso que parece una compulsión, una explicación posible para el espíritu del que se nutre el coleccionismo: “Creo que mi afición por la paleontología y el coleccionismo de películas son casi la misma cosa, y responden a una obsesión por encontrar cosas perdidas, algo que comenzó de una manera más bien lúdica pero que con el tiempo, al crecer la colección de películas y al ver que las exhibíamos y eso era bueno para la gente, pasó de ser un pasatiempo y se transformó en una responsabilidad”.
De esa responsabilidad que se traduce en una voluntad de divulgación, y una informalidad heredada del primer programa con Fabiano toma su forma Filmoteca. La espontaneidad con que llegan a la pantalla es la que guía todo el proceso de gestación de cada programa. Peña y Manes se juntan para almorzar en un restaurante peruano de Congreso. “Y mientras comemos desaforadamente y tomamos vino (porque el alcohol forma parte importante de la programación) –cuenta Manes–, anotamos lo que nos vamos acordando. Es un proceso bastante fluido y rápido, armamos de una vez dos o tres semanas de programación.” “La única pauta que el canal nos puso es que el programa tiene que ser barato, y así es: lleva poco tiempo de grabación, de estudio, casi nada de edición, y las películas las llevamos nosotros –-completa Peña–. Y está la música en vivo para las películas mudas, a cargo de Fernando Kabusacki y Matías Mango.”
Siempre en busca de aquello que casi no se da en televisión, Filmoteca rara vez entra en la zona del cine contemporáneo. Tampoco se mete demasiado con el cine clásico del que ya se ocupa el cable. Como si no hubiera tanto un cine clásico, sino películas viejas. “Pero no es una cuestión de que sean películas viejas –aclara Peña–, sino una diferenciación entre lo clásico y lo no reconocido. Lo clásico sería lo canónico. En el programa no tratamos de evitar lo canónico, pero si lo vamos a dar tratamos de ponerlo a la altura de la mirada, no tratarlo como si fuera mármol. La verdad es que le tenemos bastante poco respeto a todo. No sacralizamos nada.” “Nos gusta dar de todo y que las semanas tengan bastante equilibro. En la semana de Caras y Cabezas dimos El hombre de dos cabezas con Ray Milland y la cabeza de un negro puesta junto a la suya (o al revés), y Ojos sin rostros, de Georges Franju: es decir, que fuimos desde lo más bizarro hasta lo más refinado, lo sublime; todo mezclado por la línea rectora de un tema.”
Peña: Es cierto que hay algo con el cine del pasado, que tiene que ver con la mayor parte de las películas que nos interesan: muy poco cine contemporáneo guarda esa capacidad de sorprenderte. No es que creamos que todo cine del pasado fue mejor, pero sí es cierto que hay mucho cine de antes que no se ve y que cuando uno lo ve, suena tan contemporáneo como el del director más piola que uno se pueda encontrar hoy día. Fabiano desafiaba lo canónico: así prefería el western, pero aún a las cosas que no le interesaban les daba lugar. Hay mucho otro cine que produce placer, que normalmente no es canónico porque nadie se molesta en verlo, no por su calidad intrínseca, sino porque le falta difusión.
Peña: Por un lado, el cine mudo tiene una enorme visualidad; cierta pureza, que para encontrar hoy en un cineasta contemporáneo tenés que buscarlo mucho. Era otro lenguaje. Muchas películas del período mudo trabajaban con otros códigos, pero además tenían una intención totalmente comercial, es decir que no se hacían desde los márgenes. No eran independientes, sino de gran producción, costaban plata y la ponían toda en función de experimentar con la imagen, que es lo que a mucha gente todavía le sorprende del cine alemán mudo, que es el más conocido de este tipo de cine.
Manes: En los ’20 se llegó a un tope. Con el cine sonoro vino esa chatura que implicó que se pasara de la expresión visual a personajes que hablan todo el tiempo. Pero bueno, nos gustan todas las películas; nos hacemos los jóvenes viejos porque somos coleccionistas, pero no es que creamos que el cine de antes fuera mejor que el de ahora.
Peña: En eso yo no estoy tan seguro. Es muy poco lo que produce el mainstream que conserva ese dinamismo, y creo que es consecuencia nefasta de que el cine haya quedado en manos de abogados y contadores. Pero queda cine en los márgenes: programando el Bafici y ahora el Festival de Mar del Plata me encontré con cosas fascinantes. Lo que me molestan son las películas que uno podría seguir por la radio. Y hay también un cine muy careta –lo hubo siempre, es algo que no tiene edad–; un cine festivalero, hecho para snobs.
El año pasado, el programa alcanzó un rating excepcionalmente alto cuando emitieron, en un horario más temprano, la película Perón: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder, las entrevistas que Pino Solanas y Octavio Getino le hicieron al ex presidente en el exilio, en Madrid, en 1971. Unos días más tarde, en La Nación, el periodista Pablo Sirvén daba cuenta de la emisión en una nota titulada “La noche en que Perón compitió con Gran Hermano”. Quizá por accidente, mientras hacían zapping en las tandas del programa de Endemol en Telefé, muchos espectadores parecían haber quedado hipnotizados por estas imágenes inéditas de Perón, generando un pico de 3,5 puntos de rating. “Ese programa obtuvo un montón de respuestas –recuerda Peña–. Por un lado, que un espectador nos llamara para decirnos que tenía la segunda película de las dos que habían hecho Solanas y Getino (y que hasta entonces se creía perdida).” Con ese film recuperado, Perón, la revolución justicialista, se programó una segunda emisión especial, con la presencia en el estudio de ambos directores, que hacía mucho tiempo que no aparecían juntos en público. “Pero esas emisiones también generaron muchos enojos. Después de la primera película, un tipo nos escribió una carta anónima, en papel higiénico, puteándonos. La leímos al aire, nos cagamos un poco de risa y le dedicamos la proyección de la segunda película.”
Lo cierto es que casi todas sus emisiones tienen respuestas entusiastas –en especial vía mail, pero también en la calle–, lo cual funciona como una recarga de energía permanente para sus conductores. “Nos da placer que gente que uno se da cuenta de que no es cinéfila, a veces quizá no demasiado cultivada –dice Manes–, agradezca que hagamos accesible el cine para todos, aun dando películas raras. Buscamos ser la contracara de ese estilo de presentación de cine donde cada frase tiene que parecer dicha por Aristóteles.”
Peña: Que es algo que se da mucho en el periodismo. Uno tiene que hablar y escribir para un tipo que es como vos. La única diferencia de pronto es que, porque uno ha insistido mucho y se dedica a ello, tenés más acceso a algunas cosas. Pero no hay que pensar que estás iluminando nada.
Manes: Ni que estamos reflexionando desde nuestra sabiduría y nuestra evolución espiritual. Por ahí, para que las disfruten otros, hay que dar ciertos elementos, preparar al público un poco, poner las películas en contexto. Es emocionante cuando alguien en la calle te grita “¡Grande, Filmoteca!”. La otra semana un pibe me dijo: “¿Qué hacés, Stroheim?”. Uno siente que este pibe, por ahí un pibe común y corriente, ya sabe quién es Stroheim.
Peña: Lo cual demuestra que eso que dicen los directores de programación de los canales de televisión de que “esto o aquello es lo que el público quiere” es mentira: nadie sabe qué es lo que público quiere, y por otra parte, el público no puede querer algo que no le ofrecen y que no conoce. No sé si ese chico sabía quién era Stroheim: si no lo sabía, se enteró, y si ya lo sabía, significa que por ahí uno está subestimando a un público general que tiene un conocimiento muy superior al que se supone. Lo que hay que hacer es ofrecer, ofrecer, y ofrecer, y ver qué pasa. Eso evidentemente funciona. La respuesta que tenemos es muy estimulante. Hay que pensar que si a mí me interesa y me conmueve, a un montón de gente como vos le tiene que interesar y conmover. Finalmente uno no es taaan raro.
Un par de semanas atrás, Filmoteca dedicó toda su programación a Salvador Sammaritano, que murió el 11 de septiembre pasado. Se dieron algunas de sus películas favoritas; desde Operación Masacre, de Jorge Cedrón, hasta La pasión de Juana de Arco, de Dreyer, pasando por la menos conocida El profesor Aníbal, del húngaro Zoltán Fabri.
Maestro de cineclubistas, historiador, docente, fundador del Cine Club Núcleo en los ’50, subdirector del Instituto Nacional de Cine, Sammaritano fue uno de los referentes principales en la formación de los conductores del programa. “En mi caso, fue el tipo que me dio mi primer trabajo –cuenta Peña–. En la época en que yo salí a buscar trabajo de algo que me gustara, no logré nada hasta que Salvador me ofreció ir a trabajar con él a Núcleo. Es un gesto del que hablo siempre, porque es muy difícil en este medio encontrarte con la generosidad. Yo tenía 18, 20 años. Me lo había presentado Marcos Blum, que era un socio de Núcleo de toda la vida, y que también iba a Claridad, un cineclub armado en un viejo bar de Chacarita al que yo iba con mis películas cuando era chico. En el Instituto de Cine Salvador compartía oficina con Jorge Couselo. Ellos dos fueron, con Homero Alsina Thevenet, a quien también conocí a través de Sammaritano, de las personas más importantes en mi vida. Y mientras que a Couselo te lo tenías que ganar, el Negro te ganaba a vos. Desde que lo fui a ver por primera vez a la oficina me atendió como si nos hubiéramos conocido de toda la vida. Con él, como con Jorge, se perdieron muchas cosas. Salvador era además un tipo que sabía mucho de música clásica, casi más que de cine, pero como siempre minimizaba sus conocimientos. Decía que todo lo había aprendido de leer las contratapas de los LP. ¡Mentira! Sabía mucho, había escuchado mucho y leído mucho, tenía una discoteca interminable. Era tan modesto que ocultaba su propia inteligencia, tenía una gran capacidad de observación de la que nunca hacía ostentación. Con él, con Couselo y con Alsina Thevenet –que es con quién aprendí a escribir–, terminé siendo muy amigo; tuve mucha suerte porque fueron tres personas extraordinarias. Y estaba Octavio Fabiano, que fue directamente un hermano para mí.”
Desde aquel sentido homenaje en septiembre, Fabiano, a quien el programa estuvo dedicado desde sus inicios, comparte el Olimpo de Filmoteca –-acreditado en una dedicatoria al final de cada emisión– con el inolvidable Sammaritano.
Filmoteca: temas de cine Lunes a Viernes a las 00.30, por canal 7
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux