Dom 17.11.2002
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MúSICA

El factor Malosetti

Fue su fan durante años. Hasta que en 1989 se coló en su estudio y se convirtió en su doble, su interlocutor, su lenguaraz musical. Después de tocar juntos en el Colón, a días de repetir en el Coliseo un concierto que repasa 30 años de canciones, el bajista Javier Malosetti cuenta la intimidad de su relación con Luis Alberto Spinetta.

Por Diego Fischerman
Miles Davis lo hizo con Bill Evans. Y con Wayne Shorter, y John Coltrane, y Herbie Hancock y muchos otros. Coltrane, con McCoy Tyner. Ellington con Strayhorn. Y, tal vez, McCartney con Lennon (o viceversa). Muchos grandes músicos tienen la capacidad de descubrir a otros grandes músicos, captar sus talentos y lograr que, además, sus talentos se potencien, tomen direcciones inesperadas, se disparen hacia cualquier lado. Consiguen, en todo caso, el hecho bastante milagroso de que personalidades y estilos sumamente fuertes pasen a funcionar como prolongaciones de los propios, sin perder nada de su individualidad. Cuando Javier Malosetti cuenta que Luis Alberto Spinetta lo deja grabar sus partes a solas con el técnico, que le tiene una confianza ciega, que “le gusta lo que pongo en los temas, le gusta mi estilo pero también, supongo, siente que yo interpreto lo que él quiere”, está hablando precisamente de eso. Y cuando Spinetta habla del bajista lo hace con una inmensa admiración, reconociéndole un papel muy parecido al de un lenguaraz. Cuando a Spinetta se le ocurre algo, el que le pone nombre, lo traduce al código de la escritura musical y desentraña de qué acorde se trata, es Malosetti. Por eso cuando hubo que pensar un formato íntimo, en el que el detalle fuera más importante que el volumen, para tocar en una sala como la del Teatro Colón, la inclusión del bajista junto a su guitarra y los teclados del Mono Fontana y Claudio Cardone no necesitara de ninguna explicación adicional. Y tampoco, obviamente, el hecho de que Javier Malosetti vuelva a ser de la partida los próximos jueves 21 y viernes 22, cuando repitan la aventura en el Teatro Coliseo.
Como muchos de los que tocan y tocaron con Spinetta (o con Davis, o con Coltrane, o con McCartney), Malosetti empezó siendo su admirador: “Lo primero que escuché debe haber sido algo de Almendra que trajo mi hermana mayor. En mi casa, ella era, para todo lo que no fuera jazz, lo que mi viejo (el guitarrista Walter) era para el jazz. No sé, de todas maneras, si fue mi primera escucha. Creo que eso vino después. Y me volví un fanático, por supuesto. En enero del ‘89, yo tocaba con Morelli y Fontana y ellos, a su vez, junto a Machi, formaban el grupo de Spinetta. Cuando me entero de que Machi se aleja les digo: ‘Llévenme a un ensayo, cualquier cosa. Yo me quedo ahí y me aprendo los temas’”. Ése fue el principio. Malosetti afirma que Spinetta toca muy bien el bajo, y que cuando se lo dice se ríe. “Cree que lo estoy gastando, pero las partes que él graba, cuando me pasa un tema, son buenísimas. No es que las deje igual. Siempre les agrego lo mío. Pero siempre parto de esa primera idea suya.”
Sin embargo, las cosas no siempre son perfectas. En realidad, Malosetti recuerda una sola vez en que a Spinetta no le gustó nada lo que él había hecho. “Estábamos grabando Don Lucero. El tema era ‘Fina Ropa Blanca’. Y cuando le paso la base, donde estaba el bajo y la batería, me llama por teléfono y me dice que el bajo está calado de afinación, que lo grabe de nuevo. Me pareció raro, porque es grave que a uno se le cuele la afinación mientras está grabando. Lo hice de nuevo y volvió a no gustarle. No sabíamos qué pasaba, pero él tenía razón. En realidad era una cuestión de instrumento. El bajo que tenía en ese entonces daba los graves con muy poco cuerpo, y con una afinación un poco indefinida. El tema se hizo, al final, con un bajo de máquina. Y yo me compré otro bajo.”
Tocar en el Colón, para Malosetti, fue una gran experiencia. “Lo más fuerte es pararte en ese escenario. Ver lo que es esa sala y escuchar cómo suena todo. Y yo estaba allí, además, con un instrumento sagrado para la música clásica. En ese escenario debían haber estado los contrabajistas más importantes del mundo y yo me aparecía con ese instrumento rasca y sin funda. Me sentía un caradura.” En el espectáculo del Coliseo, en cambio, Malosetti tocará un bajo acústico (algo así como una guitarra baja) y no un contrabajo. A ningún músico que se precie le gustan los encasillamientos y la mayoría de ellos dispara si se empieza a hablar de géneros. A Malosetti no se le escapa, sin embargo, que no son muchos los músicos de rock capaces en reparar en tales sutilezas tímbricas. Su explicación, por supuesto, es sencilla: “Spinetta fue un músico de rock. Ahora es un músico”. Cuenta, por ejemplo, que casi no escucha rock. “Cuando llegás a su casa está escuchando Bill Evans, o música clásica, o cantantes de Rhythm & Blues.” Tal vez tenga que ver con que las fronteras del rock se achicaron. Con que la música que hace Spinetta (y mucha de la que escucha) podía caber fácilmente en el rock de hace treinta años. Es posible que hoy algunas de las canciones más importantes del rock cantado en español no sean consideradas como rock. Pero un género que no tuviera lugar para “A estos hombres tristes”, “Barro tal vez”, “El anillo del Capitán Beto”, “El mar es de llanto” o “Los libros de la buena memoria” sería un género muy poco interesante. En ese sentido, el show que harán esta semana, con su intencional desritualización, pone en escena las canciones desnudas: una serie de pequeñas obras maestras (“que en su mayoría nunca hacíamos en vivo –comenta Malosetti–, y que Spinetta hacía muchísimo que no tocaba”) que recorren más de treinta años de creación de uno de los grandes autores argentinos.

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