Dom 19.10.2008
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FAN > UN ARTISTA ELIGE SU OBRA FAVORITA: DANIEL JOGLAR Y UNA CAPILLA DE JAMES TURRELL

Rezar, meditar, percibir, soñar, todo a la vez

› Por Daniel Joglar

En el 2006 había ido a Austin, Texas, invitado por la Universidad de allí a trabajar en un proyecto para el Blanton Museum. Me pasé dos meses ahí. Un día, junto a Gabriel Pérez Barreiro, nos fuimos manejando a las afueras de Houston a ver una capilla de cuáqueros hecha en 1995 que se llama Live Oak Friends Meeting. Gabriel me había hablado sobre el lugar. Me había contado que James Turrell había trabajado en el diseño y que adentro había una obra de él, que también es cuáquero. Yo conocía por los libros y por Internet el trabajo de Turrell con la luz, pero ésta era la primera vez que veía una obra suya en vivo y directo.

Meeting, así se llamaba la obra y la cosa es así: todos los días, de 7 a 9 de la noche, la capilla abre sus puertas. Supongo que el horario cambia dependiendo del momento del año. Adentro hay unos bancos de madera dispuestos en forma de cuadrado. Uno entra a la capilla y se sienta en silencio. A las 7 en punto se abre un gran rectángulo en el techo. Uno está adentro del edificio, y de repente está afuera. Los bancos son durísimos pero la incomodidad no se siente. Yo me quedé las dos horas, inmóvil. Y vi cómo caía el sol, cómo iban variando los colores en el cielo, cómo todo alrededor mío se iba transformando. Por momentos, al fijar tanto la vista, el cuadrado se convertía en una pantalla que parecía estar proyectando un cielo, pero de repente pasaba un pájaro y volvía a ser un cielo de verdad. Era como ver un espectáculo, rezar, meditar, percibir, soñar, todo a la vez. Literalmente ves la luz. Es extrañísimo. Te salís de vos mismo y te ves mirando.

Fue la conexión más fuerte que tuve en mi vida. Una conexión conmigo, con el arte, con mi trabajo, con algo religioso. Ahí, mirando el cielo, vas pasando por miles de sensaciones y entrás en un estado donde comenzás a preguntarte, ¿realmente estoy viendo lo que estoy viendo? Entonces empezás a pestañar como cuando te duelen los ojos por fijar la vista mucho en algo y pensás: ¿Es real o es una ilusión? A las 9 en punto el techo se cierra y entonces, por una media ahora, se prenden unas luces de color violeta adentro de la capilla que parecen una continuación de ese atardecer. Lo artificial y lo natural se funden en una cosa rarísima. Es increíble que algo tan simple te pueda llevar a semejante estado, que te lleve tan lejos con tan poco. Que abra preguntas sobre el arte, la vida, la religión, el misticismo, la percepción, los sentidos. Con un grado de síntesis y profundidad conmovedores.

Después vi otras cosas de Turrell, por ejemplo una cripta hecha en tierra donde intentó hacer algo parecido. Sé también que lo hizo en el P.S.1, el museo en Nueva York dedicado al arte contemporáneo. Pero no le salió tan bien. En la capilla la obra había encontrado su forma perfecta.

Cuando terminamos nos pusimos a hablar con un pastor y parece que los cuáqueros son refanáticos de Turrell. El pastor se quejaba de que hubiera gente que invirtiera plata en otros artistas. ¿Cómo se gasta plata en otra cosa?, decía indignado. Parece que en 1979 Turrell compró un cráter de 400.000 años de antigüedad y desde entonces se está gastando fortunas ahí adentro. No se sabe bien qué está haciendo. Dice que va a ser su última obra.

James Turrell es un artista californiano nacido en 1943. Realiza instalaciones donde, mediante la luz y el espacio, controla la percepción del espectador. A finales de los ‘60, Turrell trabajó en el Art & Technology Program de la Universidad de California, lo que le permitió conocer al psicólogo Edward Wortz, que había estudiado los cambios en la percepción experimentados por astronautas en el espacio exterior. Investigaron ciertas técnicas de privación sensorial, y también emplearon máquinas EEG para medir las variaciones de las ondas cerebrales; estaban interesados en los llamados “ritmos alfa”, ondas cerebrales que se liberaban básicamente cuando el individuo estaba meditando. En 1966, James Turrell alquiló un antiguo hotel en Ocean Park para utilizarlo como estudio y espacio expositivo; estableció nuevos huecos en las paredes y techos, controló la luz abriendo y cerrando las persianas, hizo que los rótulos de neón de las tiendas, los semáforos y los faros de los coches fueran parte de su obra. Turrell es conocido por un trabajo en proceso que desde los años ’70 realiza en el Roden Crater en Arizona. Allí Turrell está supuestamente transformando un cráter volcánico en un observatorio destinado especialmente para la observación de fenómenos celestiales. Pero muy poca gente ha visitado el lugar. Su obra Acton es una de las más populares en el Museo de Arte de Indianápolis. Consiste en una habitación que parece tener una pintura blanca en exhibición, pero la pintura es en realidad un agujero rectangular en la pared iluminado de manera que parece un cuadro. Los guardias de seguridad son conocidos por tener que acercarse a la gente e implorar: “Por favor, toquen”.

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