MúSICA > EL LIBRO SOBRE LA HISTORIA DEL SKA ARGENTINO
A comienzos de los ’80 era una escena pequeña e incluso marginal, formada por tres bandas y con fans persistentes que se compraban la ropa de rigor en Once y esperaban meses los discos de Madness importados. Ahora el grupo que hizo sonar el ska argentino en todas partes, Los Fabulosos Cadillacs, se volvió a juntar y está por tocar en River. Además, la escena ya tiene libro propio, el pequeño y sorprendente La manera correcta de gritar (Libros de una Isla), de Daniel Flores, periodista, tecladista de Satélite Kingston y uno de esos fieles que estuvo ahí desde el principio.
› Por Juan Pablo Bertazza
Cuatro discos –dos de Los Fabulosos Cadillacs, dos de Los Intocables–, un puestito de culto en Parque Rivadavia, un negocio de ropa perdido en Once, un fanzine que duró dos números y, sobre todo, bastante espalda para soportar gastadas que podían llegar a transformarse en lesiones físicas. Básicamente era ese el escueto inventario que, en los ’80, todo rudeboy que se preciara de tal debía conocer. Si bien hoy las cosas cambiaron bastante, y pasaron mucha música y sombreros bajo el puente, hay que decir que a ese inventario se le suma un elemento fundamental: La manera correcta de gritar, el libro en que músicos, fanáticos y coleccionistas enfermos del ska pusieron por escrito su propia historia. Las interrupciones en el Einstein de la mujer de Miguel Abuelo cantando “A bailar esta ranchera con la poronga afuera”, el toque de gracia de los Cadillacs cuando consiguen tocar en la Esquina del Sol gracias a las peleas de Los Twist, las ridículas traducciones al español que hacían las distribuidoras de títulos de canciones de Madness como “Embarazo” (“Embarrassment”) y, entre muchas otras, la feroz aparición ante las cámaras en un canal de Asunción del trombonista de Los Intocables cuando, en medio de un playback en vivo, uno de los integrantes de la banda osó tocar su trombón.
Su autor es el periodista Daniel Flores, quien además de “melómano en general y amante del ska en particular”, es un biógrafo implicado de lleno en el asunto porque no sólo vivió entre el público el origen de la escena sino que hoy es también el tecladista de Satélite Kingston, una de las mejores bandas en la nutrida escena ska de estos días, y que no escamotea su orgullo: “Ahora el ska es la única escena de subcultura que tiene su propio libro, el grupo que la inició se volvió a juntar y está por tocar en River y su grupo actual más representativo ya lo hizo en el Luna Park, y entonces yo pienso que hay algo así como un espíritu de revancha”.
Resulta bastante curioso que, mientras diversos críticos y escritores se agarran de los pelos en discusiones sobre blogs, sea alguien del palo de la música quien demuestre con hechos tan claros como concretos al menos un uso destacable y fructífero de la blogosfera. Si bien, en las primeras páginas, Daniel Flores hace uso del tópico de falsa modestia para decir que este libro “es reaccionario porque nació en un blog y se degeneró al pasar de un formato dinámico a otro viejo, rígido y extraño para buena parte de sus protagonistas”, es indiscutible que el traspaso de su satelitekingston.blogspirit.com al viejo papel le da un plus de organización y aura que, lejos de dejar sin efecto los múltiples comments y anécdotas que alimentaron su libro, los legitima justamente en su importante rol de materia prima, algo equivalente a lo que sería esa primera fase en la que los escritores suelen descargar en bruto su material literario para después ir dándole más forma.
–Bueno, cuando con Satélite Kingston hicimos el blog hace cinco años, era sólo de noticias del grupo. Hasta que, a fines del 2006, sucedió el gran evento: vino Madness a Argentina y ahí se reencontraron muchos personajes amigos que no se habían visto hacía años. Incluso me enteré de un chico, el cantante del grupo Romana Patrulla, que es gerente de una empresa en Frankfurt y se vino por ese día a ver a Madness para volverse después del recital. Desde entonces, el blog se volvió más anecdótico y ahí se me ocurrió investigar más. Así fue que tomé directamente algunos comentarios del blog, bastante editados y reorganizados, y les agregué muchas entrevistas que hice especialmente para el libro.
–En parte sí, porque son los mismos que aparecen en el libro, los sesenta tipos que hablan acá. Pero la idea fue también dejar el registro documental de la escena, cosa que le puede interesar al melómano en general. A veces pienso que alguien podría hacer, en cierta forma, el mismo libro pero ponerle “rockabilly” en lugar de ska porque las historias de cómo tenías que encargarle a una tía azafata un disco de Estados Unidos para esperarlo como tres meses son, básicamente, las mismas. Lo interesante de una escena tan chica y concreta como la del ska es que es más fácil de trabajar que, por ejemplo, la cultura stone o el reggae mismo, que es bastante cercano pero estaba más disperso. Y eso mismo creo que generó en la gente un enamoramiento más duradero.
Si hay una parte del libro a la que el blog no le aportó tanto es la que investiga y comenta la obra del gran precursor del ska argentino: Ronnie Montalbán, un personaje de Mataderos que tranquilamente podría haber inspirado a Capusotto; de familia ucraniana y estampa bien porteña, esta especie de mito ignoto que alguna vez integró Los Tammys, cuyo cantante era Johnny Allon, tuvo cierto éxito en números en vivo y hasta llegó a participar de una película junto a Pepe Biondi. El dato fresco es que, hace poco, en la Rolling Stone votaron su LP Señor caníbal como uno de los cien mejores discos del rock nacional.
–Su disco Señor caníbal andaba por ahí, siempre había un fan del ska que lo tenía. Alguien lo vio y se hizo conocida la existencia del disco pero no de Ronnie Montalbán porque nadie tenía ni idea de quién era. Llamé a Melopea y me dijeron que el único que podía saber algo de él era Mario Antonelli, el historiador que sacó hace unos años el libro sobre Los Gatos. Lo contacté y me dijo: “Lo único que sé es su nombre verdadero”, lo cual no era poco porque manejarte sólo con el seudónimo es como estar en un callejón sin salida. La cuestión es que se llamaba Jorge Bilyk, busqué en la guía porque eran pocos (uno tenía una librería) y finalmente di con Martín Bilyk a quien yo conocía de antes, un tipo relativamente célebre porque imitaba muy bien al fiscal Moreno Ocampo. Lo gracioso es que, tiempo atrás, yo lo había entrevistado por su trabajo en la radio y cuando me doy cuenta de que era él, le pregunto si tiene algo que ver con Jorge. “¡Es mi viejo!”, me dice. El no hablaba mucho de Ronnie en las entrevistas porque no era una imagen muy presente en su vida: sus viejos se separaron cuando él tenía un año y el padre murió cuando él tenía diez años. Y nunca lo conoció como músico tampoco. Incluso, para la entrevista que hicimos, él tuvo que informarse antes con su madre.
–Es verdad que hay una parte medio triste o absurda en el hecho de agarrar algo y traducirlo mal y tarde, hay algo de eso. Pero también es interesante pensarlo en el sentido de que te apropiás de algo para hacerlo tuyo, y así armás tu propia historia con dos o tres guiños culturales. Es decir, no hacerte simplemente eco de lo que pasa afuera sino generar tu propio mundo. El gran revival del ska en Inglaterra, la apropiación blanca, digamos, es en el ’79 u ’80, y acá como movida aparece a mediados de los ’80. Por otro lado en el ’83 se recarga la página con todo, todo estaba frenado hasta ese momento. Un caso muy extremo en el público ska de los noventa, ya no de los ochenta, era un pibe que era el único mod. Si había una minúscula escena ska, había una aun menor escena mod. Un solo pibe que cumplía todos los requisitos, como si perteneciera a un grupo pero era uno solo. El lo había agarrado 30 años después, y aunque tenía mucha onda, seguro que cometía errores subculturales: no usar el pantalón como lo usaban los mods originales y demás, pero el tipo se había inventado su propio universo inspirado en discos, y eso era algo autárquico. Por otro lado, tal vez parte de la cultura argentina implique cierto índice de traducción que tiene mucho de creación. Eso para mí se ve clarísimo con los Cadillacs: en sus comienzos eran tachados de extranjerizantes, tipos pretenciosos y disfrazados y, sin embargo, yo creo que ellos terminaron imponiendo en toda América latina su propia subcultura, una subcultura que tiene que ver con el ska pero lo sobrepasa y que fue, a su vez, imitada en muchísimos otros países. Si en México, Colombia o Venezuela hubo una escena ska, te aseguro que fue porque ahí cayó un disco de los Cadillacs.
Daniel Flores responde rápido y con seguridad cuando se le pregunta cuáles son los grupos más representativo del ska: “Afuera The Specials –estallaron con un par de discos y desaparecieron– y acá, para mí, los Cadillacs”. Lo mismo sucede cuando se le pregunta por las canciones: “‘Ghost Town’ de The Specials y, de acá, ‘Original War’, un tema increíble de Los Chiflados, la tercera banda ska, estuvieron cerca y nunca sacaron un disco, pero tocaban mucho y les pagaban... si bien fueron medio profesionales nunca terminaron de llegar”. Sin embargo, cuando se le pregunta por el rasgo distintivo del género la cosa se complica un tanto...
–¡Qué difícil! Me parece que a nosotros lo que nos engancha mucho es la imagen más allá incluso de lo musical, esa extraña condición de elegante marginal o pobre bien vestido. En los ochenta ibas a una casa de ropa de Once y, con sólo cinco pesos, te convertías en un rudeboy, eso es lo que más te pega. Los grupos originales explotaron muy bien ese aspecto con las fotos en blanco y negro, los cuadraditos, la imagen es súper fuerte. Sí, creo que lo primero que te engancha es la tapa de los discos. El sello que generó todo esto se llama 2-tone –además de los dos tonos musicales, tiene que ver con las tonalidades del blanco y el negro– y tenía un trabajo gráfico que hoy sería muy premiado. El tema de los cuadraditos del logo simboliza la fusión de blancos y negros que acá no tiene tanto sentido como en Inglaterra.
–Sin lugar a dudas, el simbolito, el tipito de los Cadillacs, que no es otro que Napo. No es un dibujo, originalmente es la foto de él, es muy sintética, y él tenía más que ver con esa cosa amateur del género.
Es raro porque aunque muchos creen que el ska es una música comercial, para fiestas y eso, la verdad es que está destinada a ser marginal, como lo demuestra este libro. Por otro lado, yo no les pido a las bandas lealtad al género ni nada por el estilo: si reivindiqué una escena en absoluto reivindico la lealtad a un movimiento... lo único que me puede joder es que un grupo, aun cuando se crea fiel al ska, haga canciones feas. Igual, nosotros con Satélite Kingston preferimos ceñirnos al género para explorar a fondo posibilidades de sonido, texturas y todo lo que se pueda hacer dentro del ska, que me parece más interesante que la fusión de estilos, porque estoy seguro de que todavía no lo dimos vuelta al género.
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