Dom 30.11.2008
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HUMOR > LAS F.MéRIDES TRUCHAS HECHAS LIBRO

Paz y humor

Desde hace años, Daniel Paz crea hechos tan verosímiles como la realidad para retratarla con una agudeza cándida y a la vez corrosiva. La historia argentina, Dios, el rock, Internet, el cine iraní: nada escapa al largo tentáculo de las F.Mérides Truchas cada domingo en Radar. Por eso, para celebrar la aparición del primer libro que las recopila, Daniel Paz aceptó dibujar una F.Méride de F.Mérides.

› Por Sergio Kiernan

Entre las tantas teorías sobre el humor, y las hay tantas, una apunta eso del contraste entre lo que debe ser y lo que termina siendo. Teóricamente, esta subversión de lo normal, este rábano por las hojas, es lo que llama a la risa. Con Daniel Paz podría hacerse al menos el corolario de que la crítica gentil en formato surrealista resultó tener una potencia fabulosa. Paz nunca levanta la voz en lo que hace, pero lo que hace termina inolvidable, perfecto como un cristal, potente. El tipo –que es peladito, vegetariano y bicicletero como un holandés– es un genio apacible, un Matt Groening que todavía no hizo los Simpson y es del barrio.

Las Efemérides nacieron hace añares, cuando todos tenían pelo, en Página/12 de los domingos. Paz se salía del chiste de la tapa, a cuatro manos con Rudy, para hacer viñetas fuera de lo cotidiano. De a poco empezaron a aparecer series temáticas, cosas que había que recortar e ir pegando para ver qué surgía. Por ejemplo, la lectura demencial de ese libro tan extraño, la Biblia, en clave porteña. Lo que terminaba poniendo al pueblo elegido en pleno desierto, guiado por señales misteriosas que sólo Moisés podía interpretar. En el último cuadrito, los israelíes miraban azorados un caño blanco y negro que surgía de la arena, con una chapa que decía Corrientes y otra que decía Pasteur. Moisés, sereno, les decía que “tranquilos, que vamos bien”. Estos disparates terminaron con formato y nombre propio.

Si el surrealismo pasa por una máquina de coser sobre una mesa de disección, la variante local es que sea una Singer, que sea la de la abuela y que comparta la mesa con mate, bizcochitos y Mafaldas. Este primer libro de F. Mérides Truchas comparte plenamente esta receta: Dios iniciando el Big Bang porque huele a gas en la oscuridad y prende un fósforo para ver mejor, error digno de Villa Luro. O Charly García como modelo antidrogas policial. O el increíble cuento de cómo nació la izquierda peronista del amor de una alpargata y una nota al pie.

Como Paz es argentino, es dueño de una tradición inexplicable de talento de primera agua. Este es, después de todo, el país de Quino y Fontanarrosa, de Oski y Crist, de Copi y Cognini, una nación mágicamente dotada para el humor gráfico. Poncho en mano, el autor se mete entonces con Bill Gates –un nerdo cornudo– y con el Papa, con el asesinato de Lennon y el Guernica de Picasso. El resultado es ese deleite de traer todo acá a la vuelta y de explicar que el psicoanálisis llegó a Buenos Aires en 1580, en una nao llamada la Melanie, tripulada por barbudos que traían divanes.

Sin exagerar, el humor es una señal de identidad porque los chistes se hacen sobre cosas que todos entendemos. Son específicos de un grupo, una contraseña amada como la lengua. Lo que explica que el norteamericano más afincado se sienta sapo de otro pozo porque en estas pampas nadie entiende Doonesbury. O que el éxito de los Pitufos sea una aberración misteriosa para todo el que no sea belga. O que tantos argentinos que viven por ahí anden convencidos de que Internet se inventó para ver los chistes de Paz.

Es una peculiaridad que tenemos que agradecer. Que la ironía gentil de Paz se nos contagie y no nos pille el lado maraca de la Fuerza.

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