La cámara oculta que expuso la intimidad de Marcelo Corazza, el ganador del primer “Gran Hermano”, terminó de sacar a luz un tema que atravesó la pantalla argentina durante todo el año: ¿qué idea maneja la TV cuando trata la homosexualidad? De Guido Süller y Jacobo Winograd a las lesbianas de “099 Central” y los chistes de Pergolini, Gianola y Tinelli, Radar recorre las zonas más polémicas de la programación y abre un debate sobre el tema: ¿es homofóbica la televisión?
› Por Claudio Zeiger
LA TELEVISION COMO TERRITORIO
ENEMIGO
“Hay una frase que decía Carlos Jáuregui: los gays siempre
nacemos en territorio enemigo. Se refería a la familia, pero actualmente
podría trasladarse a la televisión: ¿qué pasa cuando
un gay aparece en televisión?”, plantea Flavio Rapisardi, coordinador
del Area de Estudios Queer de la Universidad de Buenos Aires, y autor del libro
Fiestas, baños y exilios, gays bajo la dictadura. “Primero hay que
hacer una distinción teórica, ya que es diferente la homofobia
de la lesbofobia, la travestifobia o la bifobia. El caso de Marcelo Corazza
diría que es un caso de bifobia más que de homofobia. Él
ganó “Gran Hermano” contra dos competidores, un chico abiertamente
gay y Tamara, la mujer que hacía de su sexualidad algo libre. En contrapartida,
Corazza era el joven morocho solidario de barrio, machista y heterosexista.
Entonces, toda esta impugnación contra él resulta llamativa, aunque
desde luego nada de esto la justifica, porque en “Gran Hermano” él
tuvo actitudes homofóbicas”.
Más allá del caso de “Intrusos”/Corazza, Rapisardi cuestiona
más ampliamente la forma en que son mostrados gays, lesbianas, travestis
y bisexuales en los programas de humor (y en otros también). “La
regla parecería ser que al mostrar los estereotipos se niega la existencia
de las personas con sus conflictos reales. En la tevé de ahora, “Kaos”
es prácticamente la contracara de esto, y se demostró, por ejemplo,
cuando acompañaron a un travesti hasta la puerta de la fiscalía
y mostraron cómo increpaba a un policía que quería detenerla.
Están mostrando las condiciones materiales de la vida. En cambio, en
“099 Central” aparecen dos lesbianas abrazándose como si fueran
hermanas; y eso está muy lejos de mostrar siquiera una mínima
parte de lo que significa ser lesbiana en la sociedad argentina”.
En el terreno del tratamiento de las minorías en la ficción hay
además otras problemáticas. Esther Feldman tiene una larga trayectoria
como guionista de TV (“Okupas” y “Cuatro amigas” entre otros
ciclos), fue coordinadora creativa de la productora Ideas del Sur y acaba de
publicar Acaloradas junto a Cristina Wargon. Ella se plantea cómo manejarse
con las reglas de juego desde adentro de una televisión esencialmente
comercial.
“Creo que tratar temas de minorías sexuales en la ficción
básicamente está bien, porque permite eliminar ciertos tabúes.
Entiendo el riesgo que existe al segmentar el público, y esto lo digo
en relación con cualquiera de los segmentos posibles que se le pueden
plantear a un guionista: homosexuales, médicos, drogadictos, etcétera.
Si como guionista entro en el mundo profundo y la jerga de cualquier grupo específico,
voy a segmentar el público. Una de las premisas que tenés al escribir
ciclos de ficción es que lo vean y lo entiendan la mayor cantidad de
personas posible. Yo acepto esta premisa. Me trato de manejar con respeto y
con verosimilitud. Imaginate, por ejemplo, lo difícil que es retratar
una minoría religiosa sin caer en inexactitudes o en trazos gruesos.
Busco juntar información, hacer entrevistas, tener un contacto directo.
El autor debe tener conciencia de cuándo se está tomando una licencia
poética”.
Sobre el caso de la cámara oculta de “Intrusos”, Feldman cree
que “se invadieron los derechos de la intimidad. A partir de ahí,
todo lo que pasódespués está mal. La primera conclusión
es que todos podemos ser discriminados. Creo que, además, es una demostración
de homofobia, así como la TV tiene momentos antisemitas o de discriminación
de la mujer. En realidad me preocupa más la sociedad que la televisión.
Se me ocurre que en un país como Suiza esa cámara oculta hubiera
quedado fuera de contexto. Lo que es o no es una noticia lo termina generando
la misma sociedad. Y la nuestra es machista: cualquier cosa que se salga de
los parámetros considerados normales se constituye potencialmente en
una noticia. En este caso, la sociedad también sancionó la cámara
oculta, y da la impresión de que lo que juzgó es la invasión
a la privacidad, no la noticia o el supuesto descubrimiento de una relación
homosexual. El problema central es no tener una variedad de canales que permita
mayor segmentación. Si hubiera más segmentación, sería
una televisión más abierta a lo diferente y lo minoritario. Y
ni hablar de los publicitarios. La mayor censura, para decirlo con las palabras
que corresponden, es lo que les gusta o no les gusta a los anunciantes. Me parece
que, aceptando los límites, está bien que se toquen estos temas,
que en un programa multitarget como “099 Central” se toque una relación
lesbiana. Hablaría de reglas de juego y de cómo uno, como autor,
las asume y se maneja con ellas”.
HUMOR: LOS ESTEREOTIPOS
Y LAS ESTEREOMINAS
Volviendo al planteo de Flavio Rapisardi, se podría “barrer”
la televisión durante días y encontrar una variedad de estereotipos
(y estereominas, al decir de otro Flavio, Pedemonti, en una propaganda de cerveza)
sobre minorías sexuales, estampas grotescas, actos verbales que son,
de por sí, estereotipos: en “TVR” (uno de los programas cuestionados
por la CHA, como señala más adelante su titular, César
Cigliutti), en “Videomatch” (los humoristas del reciente Comic 2002
oscilaban, curiosamente, entre un típico humor de café concert
travesti muy propio del ambiente gay, y el chiste demagógico sobre la
sexualidad de tal o cual famoso); en el hoy cuestionado “Intrusos”
cubrieron infinidad de chismes menores de la farándula bizarra que orbitaba
alrededor de los Süller bajo el elocuente título “La jaula
de las locas”; si Pergolini se pregunta ¿qué estará
haciendo Polino ahora que levantaron “Zap”?, de todas las posibles
facetas del conductor, elige para el chiste la sexual: un actor que hace de
Polino pide trabajo en Independiente como diablita. Y así, créanlo,
sucesivamente hasta el infinito. Ahora bien: mostrar estereotipos, imágenes
distorsionadas y grotescas ¿tiene algo de homofobia o es sólo
una variedad de humor grueso?
“Hay homofobia cuando lleva a las ideas y a las frases congeladas: el puto
de mierda que está todo el día caliente, la lesbiana usada para
calentar braguetas, el travesti siempre con una imagen totalmente negativa”,
afirma Flavio Rapisardi. “Yo, frente a un caso concreto, no personalizaría
ni moralizaría. No culparía de todo a Jorge Rial ni haría
una discusión ética. Hay que discutir más a fondo las políticas
de representación, porque al hacer visibles o al enunciar a las personas
de las minorías, la televisión lo hace casi siempre a partir de
un mecanismo homofóbico. Muchos gays suelen tener la creencia de que
salir del closet y hacerse visible implica una transformación, y lamento
decir que esto es falso. Hay, desde luego, una autotransformación en
muchos aspectos de tu vida, pero seguís sometido al dispositivo homofóbico.
Cuando decís Soy gay entrás en un universo de expectativas de
conductas esperadas, de si te van a abrazar y besar como antes los amigos hétero
y las mujeres, y que muchas veces esas conductas no van a coincidir con tus
intenciones. En las apariciones públicas y en las de TV, corrés
este riesgo potenciado por la exposición. La persona, una vez que salió
del closet, puede quedar reducida a eso. Se presenta como algo positivo en la
medida que se hace transparente, pero no lo es, se reduce al estereotipo. Finalmente
se pasa de la opacidad a la banalidad”. A propósito de estereotipos
y salidas del closet: Ronnie Arias ha logrado un espacio original, casi podría
decirse el primer micro gay de la TV argentina, en el programa “Kaos”,
donde son frecuentes las notas sobre los más diversos temas de sexualidad.
Es obvio que no descartan el humor: la diferencia es que no se trata de un humor
ofensivo sino de un tono que puede acompañar una nota sobre los gays
corpulentos y peludos autodenominados Osos, travestis, swingers o diversos temas
de sexología. Ronnie Arias construyó para su sección un
personaje abiertamente homosexual para quien el chiste es ir a meterse en lugares
donde presumiblemente un gay no será bienvenido, como un desfile militar,
el autódromo o una reunión de gendarmes. Los resultados son dispares
pero siempre desopilantes. Después de visitar tantos lugares “enemigos”
(o no tanto), un día llegó el momento de cubrir el lugar “amigable”
por excelencia: la Marcha del Orgullo Gay, el pasado 2 de noviembre. Entonces
se decidió que fuera a cubrirlo él y no otro del equipo. Lo hizo
preguntando a varios participantes dos cosas: ¿Cuándo fue la primera
vez que te gritaron puto? y ¿Cómo se lo dijiste a tus padres?
La cobertura resultó variopinta y desnudó unas cuantas contradicciones:
en lo que se suponía que era una marcha política, aunque festiva,
sólo se vio un descontrolado carnaval. Ronnie Arias cuenta que recibió
diversas críticas por mostrar lo más bizarro de la marcha y discriminar
verbalmente por más que estuviera inter pares. Él no lo cree así:
“¿Le puedo apoyar el culo a un gendarme, pero no mostrar a un travesti
decadente? Yo lo hice siguiendo el esquema de mi personaje, que es una ficción”.
Y luego opina sobre la homofobia en la TV. “En principio creo que el caso
Corazza tiene que ver con el rating. Marcelo podría haber estado dándose
un saque o afanando un cajero automático, cualquier cosa que horrorizara
a las señoras. Pero si además hacían unos gestos mientras
Rial decía que no discriminaban a nadie, el episodio se carga de obscenidad.
Lo cierto es que la TV está llena de gays. El 50 por ciento de la televisión
la hacen los putos, pero la verdad es que cada diez años pasa uno adelante
de las cámaras. Ahora hubo una explosión del tema, se puso de
moda. Yo creo que si la pregunta es si en la tele hay homofobia o no, la respuesta
es que hay de todo: hay antisemitismo, homofobia, discriminación a la
mujer. La televisión en general es refascista. El humor mataputo en la
televisión me irritó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que
me tenía que cagar en todo eso. Que lo hagan Pergolini, Gianola o Tinelli,
todos los que quieran. El puto que dice que lo discriminan porque le dicen puto
no dice la verdad del todo, porque entre ellos lo hacen. Este humor que estamos
cuestionando tiene que ver con la actitud del chongo argentino más que
con la discriminación. Es un humor perverso, que consiste en reírnos
de la desgracia ajena. ¿Cómo no nos vamos a reír de alguien
a quien le rompen el culo? En el fondo, lo terrible es reírse de quien
creés que es menos que vos”.
Para Esther Feldman, la relación entre el humor y los estereotipos tiene
algo de insalvable. “El humor trabaja siempre con estereotipos porque funciona
como todo esquema comunicacional: la decodificación se da de acuerdo
con cómo funciona el emisor. Nadie creería que Woody Allen está
siendo antisemita cuando hace humor judío. Para formularlo como una pregunta:
cuando se hace un humor machista, misógino u homofóbico, ¿de
quién es la culpa? ¿Del emisor o del receptor? Es uno de los grandes
dilemas que plantean estos debates sobre los contenidos de la tele. Hay que
agregar al panorama que el último año sacó a la luz lo
peor de la televisión: la falta de medios, los programas de bajo presupuesto
y cero contenido. O se habla de lo que pareciera ser la realidad más
candente, la inseguridad, la crisis, la violencia, los secuestros, etcétera,
o se habla de pavadas que distraigan de los otros problemas, los verdaderos.
Y en esa pavada entran todos los prejuicios de la sociedad”.
SALIENDO DEL CLOSET A LAS
PATADAS
El diagnóstico de César Cigliutti, titular de la Comunidad Homosexual
Argentina (CHA), acerca de lo que pasó con la cámara oculta, es
tajante: homofobia. “Creo que hubo un aumento de la homofobia en la TV
por el enfrentamiento entre los medios que llevó a exacerbar actitudes
que ya se daban. En el caso de Marcelo, hay algo más que el tema de la
intimidad. Si no hubiera sido por el ingrediente homosexual, no había
noticia. Es evidente que hubo homofobia. Nosotros somos activistas y mal podríamos
sostener un discurso sin poner el nombre o la cara. El coming out es una decisión
personal que promovemos, pero entendemos que en un país donde un artista
o una figura pública pueden tener problemas por confesar su orientación
sexual, no es un acto ingenuo o tonto. Y por supuesto estamos en contra de la
caza de brujas consistente en sacar a la gente del closet a las patadas, contra
su voluntad. En algunos programas se hace que personas homosexuales se denigren
a sí mismas. Lo cierto es que no basta llevar una persona gay como para
demostrar que no se es homofóbico. Nosotros denunciamos en un mural contra
la discriminación a personas como Marcelo Tinelli o al programa “TVR”,
y a veces nos han cuestionado que lo hagamos público, pero mi argumento
es que lo hacemos así porque ellos hacen pública su homofobia”.
Si uno extrema estos planteos, pronto aparecen dos cuestiones en el extremo:
una, válida para quienes van a hablar sobre temas de las minorías
sexuales a los medios, es si hay que ir o no a la TV (o a ciertos programas);
la otra es si se debería plantear alguna forma de regulación cuando
se cree que hay discriminación.
Según Flavio Rapisardi, “uno de los debates de los años 90
en el movimiento gay fue si concurrir o no a los sucesivos programas de Mauro
Viale. Y, en general, la conclusión fue que no, porque no había
manera de controlar las condiciones de enunciación. Todo lo que digas
va a ser grito, vocinglería. A mí me llamaron cuando publiqué
el libro sobre gays bajo la dictadura, pero no fui. Sobre el tema de si regular
o no, hay un modelo canadiense de videowatch formado por organizaciones no gubernamentales
que controlan los contenidos de la publicidad y los programas. Hay grandes debates
y muchas veces son debates conservadores. Hay sectores feministas muy conservadores,
pero es un organismo necesario de control de los medios. Yo no quiero caer en
posturas moralizantes ni conservadoras y, desde luego, hay que decir que el
humor entre los propios gays es muy frecuente, pero también hay que considerar
el lugar desde donde se enuncia un chiste y el grado de agresividad. Porque
el humor sexista no es ingenuo: es machista o es homófobo. Recuerdo una
muy buena frase de Pasolini: En cada chiste hay un templo”.
Ronnie Arias estuvo mucho tiempo sin poner la cara en la pantalla, y el suyo
es un testimonio personal interesante para responder algunos de estos interrogantes:
“Cuando empecé les resultaba desagradable a muchos, pero si les
hacés ganar guita pasás a ser un puto redivertido y sos bienvenido
en sus casas. La TV se ha nutrido de todo este clima bizarro, de gays y travestis,
y todo lo permiten mientras dé rating. La tele permite todo mientras
la torta publicitaria acompañe. La tele se sirve del puto, pero las grandes
empresas no quieren que sus productos estén en manos de mariquitas. Para
que yo pudiera aparecer en cámara debieron pasar muchos años porque
me decían ¡sic!: Das muy puto”.
Quizás, como decía una canción sobre la censura, las actitudes
homofóbicas no existen, mi amor. Pero si existen, seguro que no son el
resultado de una interna de televisión. Sin caer en la falta de humor
de la corrección política, se puede señalar que lo más
complicado de este tema es que esta forma de discriminación de goteo
continuo, esta agresión verbal acumulativa, se ha naturalizado en una
televisión que curiosamente busca arrogarse la representatividad social,
dándole al público lo que supuestamente pide. Y si bien esto también
es materia de discusión, una opinión de Cigliutti arrima algunos
datos a tener en cuenta: “‘Intrusos’ bajó su rating en
esos días de la cámara oculta, como si se hubieraproducido un
rechazo social. Hubo una encuesta del Instituto Social de la Mujer que demostró
que gran parte de la sociedad está a favor de los derechos de gays y
lesbianas. Hay muchas maneras de ser gay y no vamos a hacer a esta altura el
mito del gay inmaculado. El humor tiene formas y formas y no sólo se
expresan problemas en los programas de espectáculos. En los medios en
general, casi no se cubren las marchas del Orgullo Gay. El machismo es muy fuerte
en muchos programas. Pero lo que me resulta más impresionante es el rechazo
que causó en la sociedad un caso de abierta homofobia”.
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