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Domingo, 5 de abril de 2009

TELEVISIóN > EL IMPRESIONANTE PROYECTO QUE ES 6 MIL MILLONES DE OTROS

La historia de todos nosotros

¿Cuáles son los miedos más terribles que atenazan al mundo? ¿Es igual el amor en Siberia, el Amazonas, Pekín y París? ¿Qué forma insospechada toma la discriminación? ¿Cuál es la idea de felicidad que anhelan en diferentes continentes? El fotógrafo francés Yann Arthus-Bertrand cobró fama mundial a comienzos de la década con su proyecto de fotografiar la Tierra desde el cielo. Pero su nuevo proyecto, imaginado durante uno de esos infinitos aterrizajes que lo llevaron a mezclarse con personas de culturas desconocidas para él, ya no se ocupa sólo de la belleza del planeta sino de los motivos que tenemos los humanos para preservarla. 6 mil millones de otros aspira a recolectar respuestas a preguntas básicas pero esenciales de la mayor cantidad de seres humanos posible. Muchas de ellas ya están saliendo por el canal Encuentro.

 Por Mariana Enriquez

Una mujer argentina dice que su vida es la militancia, y se acerca al borde del llanto cuando le dice al entrevistador que lo dejaría todo, incluso a sus hijos, hoy mismo, por la posibilidad de la revolución. Un joven palestino, poco más que adolescente, cuenta que odiaba vivir en la Ribera Occidental, que hizo todo por mudarse a Estados Unidos. Y cuando llegó a la tierra prometida, no le gustó. Volvió a Palestina, a su casa, y desde ahí le habla a la cámara. Un hombre francés no puede comprender por qué lo abandonó su mujer; él todavía la ama, él no supo leer los indicios del distanciamiento, dice que no los hubo, y desespera. Un pastor etíope dice que su pueblo, el hamer, no sabe quién es Dios, pero sin embargo le rezan cuando se les pierde una cabra. Un padre ruandés asegura que no puede permitir que el tiempo quede detenido en 1994 –el año del genocidio– porque él tiene hijos y la vida continúa. Así cuentan sus vidas los protagonistas de 6 mil millones de otros, un proyecto del fotógrafo francés Yann Arthus-Bertrand (el mismo que en 2000 y 2002 se hizo muy famoso por las fotos de la Tierra que tomó desde el cielo recopiladas en Earth from the Air y Earth from Above). Acá se puede ver en su formato de programa de televisión por el canal Encuentro, pero este año en Francia fue exhibido como una gran muestra, y su ambición última es la de ser un gran archivo visual de la humanidad del nuevo milenio. Algunos críticos, especialmente en Francia, creen que la aproximación a los sujetos es un poco antropológica, muy National Geographic, sobre todo por el estilo de primer plano, pantalla dividida y cámara quieta. Pero es una crítica injusta, seguramente alimentada por los reparos que conlleva la condición de fotógrafo estrella de Arthus-Bertrand, que además preside una ONG llamada GoodPlanet, desde la que propone tomar conciencia sobre el planeta y ser activo en los intentos por salvarlo. 6 mil millones de otros va más allá. Decir que hay que salvar al planeta es muy lindo, pero, ¿para qué, por qué? La respuesta la da esta gente que habla, confía, se emociona, recuerda, se ríe, trata de esquivar el bulto, dice la verdad.

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La felicidad. Una actriz de 71 años, iraní: “Mi felicidad está unida a la de la gente de mi país, a lo que pase allí. No puedo olvidar que soy iraní, no puedo olvidar los problemas que está pasando la gente hoy, y me siento feliz cuando veo que se está por abrir un camino, que brilla una luz sobre Irán, pensar que mi tierra puede ser un mejor lugar”. Una anciana italiana, hermosa: “¿Como puede uno ser feliz cuándo está solo? Yo era feliz con mi marido, y cuando él murió, el sol se fue”. Hombre del norte de la India, de turbante blanco y piel curtida: “Soy un granjero y cuando la lluvia cae sobre los surcos secos, por la gracia de Dios, es cuando un granjero es feliz”. Una mujer sudafricana dice que la música la hace muy feliz “porque encontré su secreto: si tenés un problema, una vez que empezás a escuchar música, sentirás la felicidad en lo profundo de tu corazón”. Un hombre de Argelia, moreno, de gorro negro: “Yo vivo bien, no tengo problemas ni con mi mujer ni con mi hijo. Sí me faltan algunas cosas para ser muy pero muy feliz: no tengo trabajo, por ejemplo, tengo 50 años y no tengo trabajo”. Una mujer de Camboya, que parece satisfecha, de fantástica piel: “Soy muy feliz porque tengo un buen marido, y es como tener un baúl lleno de oro. Estoy diciendo la verdad, les pueden preguntar a los vecinos: me respeta y lo respeto incluso cuando, a veces, comete errores, como apostar al fútbol, y me lo oculta, pero lo tolero porque lo amo y soy feliz con él”. Un refugiado sudanés en Chad: “Mi felicidad es relativa, aquí se puede respirar otra vez, hay un poco de aire fresco, ya no se escuchan los disparos de las armas. Con las organizaciones que están con nosotros, y con nuestros niños, nuestros corazones están en paz. Pero de vez en cuando uno se acuerda de los momentos difíciles del pasado”.

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6 mil millones de otros es un proyecto en constante expansión. Por ahora se hicieron 6 mil entrevistas en 65 países (entre los que se cuentan Argentina, Argelia, Etiopía, Ruanda, Francia, Tanzania, Suecia, Italia, Suiza, India, Brasil, Camboya, Irán, Indonesia, Japón, China, Chad, Alemania) y existen 4500 horas de filmación a cargo de seis directores (Arthus-Bertrand no participa de la edición o las entrevistas). El cuestionario es sencillo y amplio: se les pregunta a las personas sobre el dinero, sus recuerdos de infancia, la familia, la guerra, la discriminación, Dios, el amor. Dice Arthus-Bertrand: “Los seis directores tienen un cuestionario; es más fácil con preguntas establecidas, es un acto juguetón, y la gente puede decir cosas que de otra manera quizá no se atreverían a expresar. También ayudó que los directores no son cínicos: creen en la gente y en la generosidad de su espíritu”.

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La discriminación. Un joven de Los Angeles: “La gente te pregunta de dónde sos y yo digo de acá, de los Estados Unidos. Pero insisten: ‘¿De dónde sos?’. De Los Angeles. Lo escuché tantas veces que sé a qué se refieren: a mis raíces. Les digo: ‘Nací aquí, mis padres son de México’. Tan pronto como decís de dónde son tus padres, ya no sos considerado un estadounidense sino un mexicano. Los que preguntan siempre serán tus amigos, pero se cruzó una línea, e inconscientemente te hacen sentir diferente”. Un hombre de Nepal: “Antes teníamos miedo de hablarle a la gente rica. Andan por ahí en sus lindos autos, y nosotros sólo tenemos nuestros instrumentos de cuerda. Cuando les hablamos, nos dirigimos a ellos de manera formal, pero ellos nos responden de manera informal. A pesar de todo, ese trato nos enseña muchas cosas”. Una mujer bosnia, que fue enviada a Srebenica y sobrevivió: “Ahora vivo en Serbia, en una casa serbia, con una mujer serbia, la que me alquila, con la que compartimos el baño. Créase o no, yo la quiero como si fuera mi hermana, y la respeto. Tomamos café juntas, comemos juntas. Hace dos años que vivo con ella y le pago alquiler. No hay malos sentimientos entre nosotras, ni culpas. Vivo con ella y no puedo odiar a su país. Un país entero no puede ser condenado. Nos llevamos muy bien, aunque ella es serbia y yo musulmana”. Un chico francés con discapacidad motriz dice que la gente le tiene miedo a su diferencia. “No saben cómo tratarla cuando de hecho la persona debe ser tratada lo más naturalmente posible, pero es verdad que puede incomodar a la gente, porque no están acostumbrados. Lo que me pasa frecuentemente, cuando estoy con mi papá, es que la gente se dirige a él para hablarme a mí.” Una mujer neocelandesa: “Soy una mujer maorí, parte de una minoría. Es mi historia, y la discriminación es parte de mi vida cotidiana. Pero no siento lástima por mí misma, y así me sobrepongo”.

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Yann Arthus-Bertrand dice que la idea de 6 mil millones de otros le llegó cuando estaba tomando las fotos de la Tierra desde el aire y tuvo que descender en Mali, cuando se descompuso su helicóptero. “Tuve que esperar al piloto en un pequeño pueblo. Me quedé ahí todo el día, y por la noche, junto al fuego, un hombre que había conocido durante la mañana me contó su vida entera, sus deseos, sus ambiciones, que podían resumirse en pocas palabras: ‘Alimentar a mi familia’. A pesar de desconocer la pobreza y la sequía, antes de llegar a Mali yo creía entender toda la situación. Pero la verdad es que no tenía idea hasta que este hombre me lo explicó, mirándome a los ojos, sin quejarse, sin pedirme nada.”

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El miedo. Un hombre de Ruanda: “Mi miedo más grande... no sé qué decir. Que vuelva el genocidio, ése es mi miedo”. “Que vuelva la guerra”, dice un adolescente de Camboya. Una mujer de Kenia tiene miedo de pelearse con su marido, porque significaría la desintegración de la familia. Un hombre suizo: “Le tengo miedo al deterioro de la vejez”. Una maestra indonesia teme que sus estudiantes la odien. Un joven refugiado de Costa de Marfil, que vive en España: “Le tengo miedo al sonido del helicóptero, desde chico, porque cuando veía un helicóptero patrullando siempre se avecinaba un tiroteo”. Una chica rubia norteamericana (pero una rubia desaliñada, no una rubia muñeca de California) tiene miedo a volver a enamorarse. Un hombre japonés de mediana edad dice que “le preocupa mucho” que el poder del hombre distorsione a la naturaleza. Y una mujer de Papua Nueva Guinea no quiere morirse: “Toda mi gente, a la que amo, está aquí abajo, no tengo a nadie allá arriba con quien disfrutar y reírme”.

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El amor. Un hombre español cuenta que hace 24 años que está casado con su esposa, pero se enamoraron hace apenas dos. Una mujer iraní, de cabello corto, polera negra, maquillada –un aspecto que quienes saben sobre la sociedad del país persa apenas pueden imaginar–, dice que enamorarse “es fantástico cada vez; que no se puede describir y si se pudiera, entonces seguramente no fue amor verdadero”. Un hombre belga, de gorra y mejillas de borracho, dice que es fácil, que cuando se tiene, se tiene, que él ama a su esposa desde el primer día y siempre fue simple. Una mujer brasileña dice que no le gusta decir “te amo”, que prefiere demostrarlo con pequeños gestos. Otra mujer, también negra, pero de Tanzania, dice que prefiere no tener relaciones con hombres, por las enfermedades; está sola, cuidando a sus hijos. Una anciana de Siberia dice que no sabe qué es el amor; cree que lo que ella sintió fue hábito. Pero después lo piensa mejor: “Hice muchas cosas con mi marido. Salíamos a caminar. Pasa que ahora muestran el amor por televisión y nosotros no tuvimos ese tipo de cosas que se ven allí, tuvimos una amistad que nos permitió ser felices y enfrentarnos a los desafíos de la vida. Así, más sencillo, fue el amor que tuvimos”.

La serie 6 mil millones de otros se emite los jueves a las 19 (y repite los jueves a las 3.30; los viernes a las 13; los domingos a las 2 y a las 15.30), por canal Encuentro.

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