NOTA DE TAPA 3 > EL MUNDO, EL POLICIAL Y EL FUTURO SEGúN HENNING MANKELL
No es ninguna novedad que Henning Mankell es el escritor de policiales del momento. Ni que el momento parece haber llegado para quedarse. Tanto su serie del detective Kurt Wallander como sus “otras” novelas son crudos y atrapantes retratos del mundo. Un mundo que ve desde la privilegiada Suecia y la castigada Mozambique, donde reparte residencia. De paso por la Feria, el hombre que viene publicando un libro por año desde 1973 habló con Radar de su larga relación con Buenos Aires, de la polémica que desató su reciente novela El chino, del futuro que ve para el planeta, del poder salvador de la literatura y, de paso, del libro que acaba de terminar: el que cerrará definitivamente la saga de Wallander.
› Por Martín Pérez
Primero fue apenas una fantasía juvenil, después un accidente, y la tercera vez apenas literatura. Por eso es que esta última visita de Henning Mankell a Buenos Aires es prácticamente la primera, y el escritor sueco se divierte al enumerar las anteriores, algunas sólo imaginadas y otra circunstancial, que apenas si funcionaron como prólogo para su reciente paso triunfal por la Feria del Libro. “El primer recuerdo que tengo tiene el aura mítica de las cosas que uno lee cuando es joven. La magia del tango, el gaucho y la pampa, por supuesto. Pero más que nada el nombre: ¿A quién se le puede ocurrir ponerle Buenos Aires a una ciudad?”, dice casi tirado en un sillón del bar ubicado más arriba del décimo piso de su hotel, desde donde se puede ver correr el tránsito de la mañana de la 9 de Julio y, ahí nomás, el Obelisco. “Después vino mi única visita hasta ahora, que fue volando de Río de Janeiro al Africa. El avión se averió y estuvimos varados aquí durante dos días y dos noches. No recuerdo mucho, debíamos estar cerca del aeropuerto porque nunca se sabía cuándo íbamos a partir. Así que no llegué a ver nada.” La tercera vez que Mankell se acercó a Buenos Aires fue a través de su novela El retorno del profesor de baile (2005), que funciona como extraño eslabón entre el final de la saga de Kurt Wallander y la aparición protagónica de su hija Linda. “Me gusta visitar antes los lugares sobre los que voy a escribir, pero uno no siempre tiene tiempo”, se excusa Henning, cuyas referencias porteñas para la novela vinieron del relato de un colaborador cercano, que sí visitó la ciudad.
Sin embargo, ahora que finalmente está aquí, el creador de Wallander no se atreve a expresar aún una opinión sobre la ciudad que tanto esperó para conocer. “Llevo acá muy poco tiempo –se excusa–. Sí puedo decir que la gente con la que me he cruzado es muy amable, y que disfruto de estar acá. Que es algo que no se puede decir de San Pablo, por ejemplo. Aunque la gente también es amable y se ve que pelean mucho por sobrevivir, San Pablo es una ciudad en la que uno cree que todo puede dejar de funcionar en cualquier momento. Si las ciudades del mundo siguen ese camino, estamos en problemas”, murmura, apocalíptico, el autor de los policiales más universales del último tiempo, que reparte su vida entre uno de los países más pobres del Africa, Mozambique, y uno de los más privilegiados de Europa, su Suecia natal.
–Era muy joven cuando fui por primera vez al Africa. Y lo hice sólo por una razón: para tener una perspectiva del mundo desde fuera del continente europeo. Eso fue lo que me llevo ahí 40 años atrás, y lo que me llevará otra vez cuando deje Buenos Aires: la sensación de que estando ahí sé mucho más sobre la condición humana. El tiempo que paso viviendo ahí me permite ver las cosas desde otra perspectiva, y me imagino que es algo visible en todo lo que escribo.
–Me gusta pensar que sí. Lo que trato de escribir son historias sobre personas que están cambiando. Algo les pasa que los fuerza a cambiar, cambian ellos o hay cosas que cambian.
–Y también sobre gente que cambia de la manera equivocada. Hay un dicho muy popular que asegura que cuando la gente crece se vuelve más conservadora. Y para mí no es así. Yo creo que, en realidad, cuando la gente crece se vuelve cada vez más radical.
Como explicó ante una sala José Hernández –la más grande de la Feria– repleta de gente con aparatos de traducción simultánea, Mankell aprendió desde muy pequeño la fuerza de la imaginación. “Mi madre hizo lo que generalmente hacen los padres: un día se fue y nos dejó solos –contó el escritor sueco–. Como era muy difícil en esa época crecer sin una madre, yo me inventé una. Tuve una madre imaginaria, que era ideal. De hecho, cuando conocí a mi madre real, me di cuenta de que la imaginaria era mucho mejor.” La escritura entró en su vida de la mano de su abuela, que le enseñó a leer cuando tenía 6 años, y descubrió que eso era lo que quería hacer durante el resto de su vida: contar historias. “Nunca hice otra cosa –confiesa sentado en el bar de su hotel, con una copa de agua apoyada en su panza–. Bueno, soy también director de teatro, pero es básicamente lo mismo. Se trata de contar historias, sólo que en el teatro lo hago junto a otra gente, y escribiendo lo hago solo. Nunca me rechazaron nada: tuve mi primera obra producida a los 19 años, y mi primer manuscrito fue aceptado cuando tenía 23. Así que nunca tuve una razón para pensar en otra cosa. Si no pudiese escribir probablemente me moriría.”
–Nunca. Desde 1973 en adelante, publiqué un libro por año. Salvo cuando en los ’80 estuve tres años sin escribir. Pero eso fue porque en ese tiempo fui el manager general del teatro. Escribí obras de teatro, pero ninguna novela.
–El arte de contar historias es lo que nos define como seres humanos. Porque mi gato no se puede sentar con otros gatos y discutir, hablar de sus sueños y de sus historias. Pero los seres humanos lo hacemos. Y creo firmemente que el hecho de que somos un animal contador de historias es algo que está profundamente enraizado en nosotros y tal vez sea lo único que nos puede salvar como especie. Porque sólo gracias al diálogo podremos hacer de este mundo algo mejor.
Cuando Mankell habla de un mundo mejor, no está citando una frase hecha. Para él, la construcción de un mundo mejor es algo necesario, casi urgente. Por eso es que no se privó de subrayar cada vez que pudo, ya sea en las entrevistas individuales o colectivas, así como en su charla pública, que son los pobres de este mundo, los que menos culpa tienen de esta crisis económica global, los que más van a sufrir por ella. “Desde que empezó la crisis le hemos entregado al sistema bancario más de 3 trillones de dólares. ¡Una suma extraordinaria! Al mismo tiempo, hubo instituciones humanitarias tratando de reunir 20 billones para ayudar a los que más van a sufrir esta crisis, y no pudieron reunir ese dinero... ¡Porque está en los bancos! Es un horripilante mundo en el que vivir, contra el que hay que pelear, sin dudas.”
–Aunque salió hace unos 36 años, aún es un libro que significa algo para mí. Porque todo en mi vida está basado en mi ideología como socialista, y mi definición del socialismo es solidaridad. Toda mi vida está basada sobre esa convicción.
–Sucede que en pocos años el mundo vivirá un acontecimiento que sucede pocas veces. La última vez fue cuando los Estados Unidos superó a Inglaterra como la mayor economía del mundo. Y ya sabemos lo que significó eso. Bueno, en pocos años China superará a los Estados Unidos. Por eso creo que ahora vivimos en tiempos interesantes. Por ejemplo, estoy seguro que en diez años incluiremos en nuestro vocabulario palabras chinas, como ahora hay palabras en inglés por todos lados. El impacto que China tendrá en el mundo será enorme, y tenemos que empezar a discutir lo que eso significa. Con la perspectiva africana que tengo, nunca me olvido que la misma moneda siempre tiene dos lados. Para mí hay un lado bueno en que China salga al mundo y desafíe a los Estados Unidos, pero por el otro lado sería problemático que lo haga con una actitud colonial. Y por eso fue que escribí el libro. Para recordar que en mi juventud había gente en el mundo occidental que miraba a Mao como un Dios, y también que mucho tiempo atrás China también fue una colonia, y que hubo trabajadores esclavos chinos en los Estados Unidos. Hay tantas perspectivas sobre China en el mundo, que decidí intentar mezclarlas...
–Lo hice a propósito. Sabía que mucha gente se podía enojar, pero la forma en que hoy escriben de él me parece ridícula. No puedo defender lo que hace hoy en día, debe de haberse vuelto loco. Pero tengo que hacerlo por lo que hizo 20 años atrás, enfrentándose a los poderes coloniales como ningún otro líder africano. Como El chino es un libro que se vendió muy bien en todo el mundo, hubo discusiones sobre mi forma de describir a Mugabe, y tuve que aguantar mucha mierda por eso. Pero era justo lo que quería.
–Pero alguna gente se niega a leer lo que lee, y siempre ve otras cosas. Han decidido que Robert Mugabe es el malo de la película, y entonces no podés discutir con ellos sobre si fue otra persona 20 años atrás, y creo que eso es algo importante.
–Así es, exactamente. Estoy harto de eso, de todo lo que se escribe que intenta simplificar la visión del mundo. Si el mundo es complicado, y siempre hay dos caras de la misma moneda... ¿Por qué no mostrar eso?
Aunque insista en subrayar que apenas un 5 por ciento de lo que ha escrito en su vida tiene que ver con la novela policial, lo cierto es que si Henning Mankell es conocido en todo el mundo, lo es por Kurt Wallander, el inspector que creó cuando regresó a Suecia después de una estancia de tres años en Africa, y quiso hablar del problema de la xenofobia en una novela. “Como la xenofobia está vinculada con el racismo, se me ocurrió que era un buen tema para una novela policial, y así nació Wallander”, señala Mankell, que sin embargo tiene muy en claro lo que sus lectores esperan de él. Y por eso la gran noticia de su visita porteña ha sido el anticipo de que acaba de terminar una nueva novela de su personaje más famoso. “Diez años atrás escribí lo que pensaba que iba a ser el último libro de la serie. Pero durante todo este tiempo me di cuenta de que había una historia más que me interesaba contar, y es la suya”, adelanta Mankell sobre El hombre inquieto, que anticipa que esta vez sí será la última novela sobre Wallander. “Cuando la lean, se darán cuenta de que me será imposible volver sobre el personaje. No se muere, no tengan miedo. Pero sucede algo en un contexto político, y de pronto él se cuestiona quién demonios ha sido en todo este tiempo, por qué no reaccionó más, políticamente, ante ciertas cosas. Es una historia muy larga, la más larga de todas...”
–Tiene razón. Pero alcanza con decir que su tesis es correcta sobre de qué trata también el libro. Porque para poder transmitir mis conclusiones al respecto, bueno, tendrán que leer el libro...
–Que vio su agonía, la que le produce no tener la capacidad de hacer todo lo que quiere hacer. Brannagh lo hizo muy bien, al punto de que la miniserie, de tres capítulos, acaba de ganar un premio como la mejor serie británica del año pasado. De hecho, como una película que tenía que rodar en Estados Unidos se pospuso, en junio vamos a empezar a filmar tres capítulos más.
–La verdad que no. No sabíamos nada de él, y después murió de pronto. Pero tengo una compañía cinematográfica en Suecia, y compramos los derechos de sus libros antes de que se hicieran mundialmente famosos. Ahí fue cuando nos vinieron a buscar para comprarnos los derechos, pero nunca los vendimos. Y decidimos producir las películas. La primera se está estrenando ahora en Europa, y está teniendo mucho éxito.
–Para nada. Y, en mi caso, siempre he sido radical, y moriré de la misma manera. No veo ninguna razón para no serlo. Siento rabia, tristeza y vergüenza por el mundo en el que vivimos. ¿Cómo se puede ser conservador ante un mundo así?
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