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› Por Martin Perez
El precursor de la historieta colombiana
Con flequillo y peinado taza, y una pequeña barba. Así es como se dibuja en sus Diarios de Truchafrita el colombiano Alvaro Vélez, algo así como un precursor de la historieta de autor en Colombia. O, como alguna vez ha exagerado: “El Salón del Comic en Colombia soy yo”. Alvaro es Truchafrita, y sus Cuadernos Gran Jefe —tal el nombre de la publicación principal de su pequeña autoeditora independiente— agrupan recuerdos o conversaciones en tiempo presente, todo en forma de historieta. Tanto la página mensual y gratuita de Robot como el mini fanzine Mr. Q, todos sus trabajos son casi un clásico de las muestras de historietas porteñas (luego se distribuyen anárquicamente en las comiquerías locales), y llegan directamente vía Medellín, donde Truchafrita recuerda y dibuja, con un estilo extremadamente pulcro, línea clara in extremis, una ciudad con una mitología extremadamente oscura. Aunque, sin embargo, desde el año pasado —según se lee en su site, truchafrita.net— goza de una beca de creación de la alcaldía de la ciudad para editar las varias versiones de su trabajo. Suerte de anti-Virgen de los Sicarios, optando por las pequeñas historias personales antes que la supuesta aventura que lo rodea, sus Cuadernos Gran Jefe están protagonizados por canciones que disparan recuerdos, memorias paterno-filiales o escolares, donde a la hora de dibujarse como un infante a Truchafrita le alcanza con extremar el peinado taza y quitar la barbita. Y en su último número, el que vino a presentar a Buenos Aires, rescata para sí esa ciudad violenta, negándose tanto a contar esas historias ajenas como a encerrarse para dejar que su vida la cuenten otros.
Cuadernos Gran Jefe Truchafritawww.truchafrita.net 30 páginas
Lujo y disparate desde Uruguay
Allá lejos y hace tiempo —o sea, durante la pasada década—, cuando la historieta argentina parecía haber desaparecido, de entre los pequeños fanzines que humildemente la mantenían con vida apareció un proyecto exquisito y despampanante, y por momentos incluso de un humor terrorista, que reunió en un libro-revista a todos los artistas que deambulaban por ahí. El nuevo formato que la revista uruguaya ¡Guacho! ostenta desde su número 7, así como sus bestiales intereses, recuerdan aquella gesta que llevó adelante Langer. Pero si Lápiz Japonés sólo recibió como premio un juicio por parte de la empresa Quaker, los responsables de ¡Guacho! para su flamante número 8 consiguieron una subvención del Ministerio de Cultura uruguayo. Y entonces ese extraño milagro de una revista-libro de historietas en un país casi sin una industria local sigue sucediendo, casi anualmente. Con los primeros números reeditados por la editorial independiente Amuleto, ¡Guacho! es un proyecto que se ubica en el límite experimental del medio, a un paso tanto del arte más moderno como del graffiti callejero. O incluso de los de los baños. Una Soyuz anclada en Canelones, el oscuro pasado de la Barbie o las discusiones de M. Night Shyamalan con su guionista: todo es posible en sus delirantes páginas, lujo y disparate a la vez. Mientras las editoriales uruguayas independientes comienzan a cruzar el charco hasta las librerías porteñas, la ¡Guacho! aún debe dar ese salto. Pero se la suele ver en ciertas comiquerías, y su nuevo formato permite disfrutarla como se debe. O sea, como si fuese un sucio volante callejero capaz de mezclarse dignamente entre los libros, sean de historieta o no.
¡Guacho!Autores Varios Fanelcor Editorial 240 páginas
¿Novela gráfica? No: cuentos gráficos. Y oscuros.
Un bandoneonista, un escritor, un periodista y un hombre de negocios. Esos son los protagonistas de las cuatro historias apropiadamente denominadas como de romance y misterio —porque las mujeres y los secretos son casi tan protagonistas como ellos— que contiene Rachas, ópera prima del negrísimo Berliac, que tal vez por no exagerar dejó afuera del título la palabra Malas. Porque las cuatro historias compiladas en el volumen hablan de eso, de malas rachas. “En una época, hace tiempo ya, uno encontraba más seguido este tipo de historias. Historias tristes y cortas”, escribe Francisco Calvi en el prólogo. Y agrega, apropiadamente: “Berliac se sumerge en una tradición. La del cuento corto (aquí el mote “novela gráfica” sí que no funciona), del apunte, de narrar apenas un momento de una historia empezada”. Nacido en Buenos Aires hace 27 años, Berliac estudió con Quique Alcatena y, como parte del colectivo NK Press, ha publicado varios mini comics, y también en su site (autorberliac.blogspot.com). Aunque con la pretenciosa pero más que atractiva Rachas se logra llamar la atención por su tono más que por el acabado de sus historias. Con un blanco y negro más negro que blanco, su estilo duro delata su confeso fanatismo por José Muñoz y recuerda a los españoles de El Cubri o al francés Loustal. En su mundo no hay lugar para la esperanza. Apenas el hecho de que se pueden contar, eso es todo lo que tienen para ofrecer sus historias. Algo que, por momentos, es más que suficiente.
Rachas Berliac Editorial La Pinta 64 páginas
Un colectivo saludablemente escatológico e incorrecto
Para empezar, el nombre: Lule le lele quiere decir, según sus creadores, Dulce de Leche, pero dicho por una persona con problemas motrices o simplemente mentales. Como parecen tenerlos los responsables de semejante criatura, una revista independiente con gustos escatológicos y políticamente incorrectos. O, al menos, eso es lo que se desprende de sus portadas, porque en realidad lo que termina siendo el proyecto es un generoso aporte colectivo a la subsistencia del género por estos pagos. Formados allá por 2001, desde el primer día los Lule le lele han dicho presente en toda muestra alternativa que se precie de tal, y así han ido sumando cómplices a su publicación, que con el tiempo pasó de ser un simple fanzine a revista propiamente dicha, con tapa color y todo. Su último número, presentado en Viñetas Sueltas, lleva el número 15, e incluye los aportes de consagrados como Caloi, Langer, Liniers o Lucas Nine, y el aporte de firmas ascendentes como Ariel LV, Ernán o El Bruno, entre otros. Un equipo que suele decir presente, en realidad, en toda compilación de comics de la escena independiente, como la también flamante Tabula Rasa (D Abajo Ediciones). Por ejemplo, si en la última Lule le lele el entrevistado es Gustavo Sala, en Tabula Rasa es el que escribe el prólogo. Y los que se destacan, salvo alguna que otra sorpresa, son siempre los mismos. Por eso parece que, lejos de desaparecer, ahora hay equipo a la hora de hablar de la historieta local. Aun cuando deba acostumbrarse a decir Dulce de Leche con otros tonitos. Pero a nadie parece molestarle. De hecho, es todo un disfrute.
Lule le lele Artistas variosLulelelele.blogspot.com 68 páginas
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