Durante la última semana, las manifestaciones de estudiantes en Teherán ocuparon la atención internacional: al tiempo que denunciaban fraude en la reelección del presidente Ahmadinejad y marchaban por las calles arrastrando el fantasma de Tiananmen, denunciaban también cortes en las comunicaciones por celular y mensajes de texto, sabotaje a la página de Facebook y censura en YouTube. Pero el nuevo chiche mimado de Internet salió en su ayuda: Twitter. ¿Qué es y cómo funciona ese “blog instantáneo” que hasta ahora servía para que los adolescentes les contaran a sus amigos qué estaban haciendo en ese mismo instante? ¿Por qué de Obama para abajo todo candidato (incluidos los argentinos) lo usan? Y ¿qué papel juega en la ciberguerra entre Estados Unidos y sus enemigos como Irán y China?
› Por Pola Oloixarac
Es el año 1430 de la Héjira, el primero de Twitter como herramienta política. Con la mayor población de bloggers per cápita del mundo, Irán protagoniza en estos días una revuelta popular apoyada y facilitada por las redes sociales: la primera épica contada en tiempo real que adquiere ribetes de ciberguerra. De un lado, un régimen teocrático empuñando armas de represión tradicionales (censura previa, control de los medios, milicias); del otro, usuarios munidos con tecnologías de uso cotidiano que la urgencia de la hora transformó en instrumentos para organizarse, fortalecerse y denunciar más allá de la censura.
Que Twitter fuera la red social “de moda” fue una ventaja táctica para los activistas iraníes: hasta el momento, el gobierno de Ahmadinejad no parecía al tanto del dernier cri cibernético y sí tenía en la mira a los blogs, Facebook y YouTube, servicios que estuvo bloqueando incluso antes de las elecciones (se rumorea que hizo caer Facebook para impedir el crecimiento desmedido de la causa de Mousavi, su contrincante reformista); los bloqueos fueron seguidos de arrestos a bloggers que posteaban con su nombre legal. El gobierno no preveía que, una vez cortados esos canales, la furia 2.0 de los estudiantes se volcaría sobre Twitter, donde además de organizarse y circular las pruebas de la violencia estatal (usuarios como @chan
ge_for_iran subieron fotos de la noche de los bastones largos de Teherán, cuando la Guardia Revolucionaria hizo destrozos en la universidad y desfiguró estudiantes), hubo despliegue y contrabando de armamento cibernético.
Bajo el signo de un pajarito (etimológicamente, tweet es pío-pío), en Twitter hay tráfico de armas cibernéticas de ataque y defensa. @ddos disparó al mundo instrucciones sencillas para hackear junto con una lista de sitios del gobierno como el Ministerio de Cultura (www.far
hang.gov.ir), pidiendo a los hackers del mundo que derriben los sitios. Era una contraofensiva: días antes de las elecciones, los sitios pro-Mousavi quedaron misteriosamente fuera de servicio. Otro recomendado fue pagereboot.com: se pone la dirección a sabotear, y el sistema se encarga de hacerlo caer automáticamente; pagereboot fue originalmente diseñado con fines pacíficos y consumistas, es decir para hacer trampa en E-bay y ganar subastas. Y si no tenés tiempo para colaborar en la ciberguerra contra gobiernos reelectos “por milagro divino” en Medio Oriente, los iraníes te la hacen fácil: entrando en http://delicious.com/freeiran hay una lista de las direcciones de los sitios del gobierno puesta en reboot: la policía, las noticias oficiales, y el hogar digital del ayatolá Jamenei (leader.ir), el Líder Supremo de Irán.
Este tipo de ataque de “denial of service”, donde los sitios son bombardeados hasta que, rendidos, muestran una página en blanco que dice “No se pudo encontrar la página”, es ya un clásico de la ciberguerra, desde que los servidores de Estonia cayeron en 2007 luego de que un monumento de la era soviética fuera desplazado de la plaza central de Talin (si bien todos los dedos apuntan que no se trató de “hacktivismo” sino de un ataque cibernético comandado por el Kremlin). En Irán, el llamado a hackear los sitios del gobierno es una versión digital de la antigua ley del Talión: en ese espíritu, @stopahmadi tuiteó: “Mientras sigan bloqueando Internet, los mensajes de texto y los celulares, nosotros les vamos a derribar SUS sites”.
Desde Twitter, los iraníes pidieron a los bloggers del mundo que cambien las locaciones de sus páginas a Teherán, zona horaria GMT +3.30, porque las fuerzas del gobierno filtran las páginas usando ese criterio: si todos se cambian a esa locación, los verdaderos iraníes se pueden camuflar y fundirse en el bramido babélico de la red. Además, los hactivistas iraníes utilizan herramientas para que las direcciones IP de sus máquinas no puedan ser rastreadas. En forma clandestina (mediante mensajes directos en twitter), los bloggers intercambian datos de “proxys”: máquinas que redireccionan el tráfico sin que puedan rastrearse, de forma de eludir el filtro del gobierno y poder acceder a Twitter y otros sitios bloqueados para seguir organizándose. Pero no todo es masas emergentes unidas por una causa colectiva: también hay lugar para el heroísmo individual. Austin Heap, un techie de San Francisco cuya participación en las nobles causas de la humanidad se limitaba, hasta la semana pasada, a colgar videos de South Park para bajarlos de manera gratuita, fue uno de los héroes de esta ciber-jihad global. Creó una lista de proxys para uso de los iraníes y la subió a Twitter; cuando se dio cuenta de que posteando públicamente los proxys ponía en peligro a los iraníes (Heap no imaginaba que el control del gobierno llegaba a leer cada mensajito de Twitter), Heap creó una lista de proxys sólo accesible mediante una contraseña que otorgó a unos pocos activistas reconocidos, que la distribuyeron entre sus camaradas; luego, puso en su blog un tutorial con instrucciones simples para configurar proxys; iraníes agradecidos le dejaron mensajes en su blog como “el pueblo iraní no te olvidará”.
Los iraníes también están usando una línea de salvataje digital creada originalmente por ingenieros chinos residentes en EE.UU. para burlar a la Muralla China cibernética impuesta por el Partido Comunista. Se llama Freegate, un software gratuito que funciona como el “kit” perfecto del disidente contemporáneo: lleva al usuario a un servidor en el extranjero que cambia las direcciones IP cada uno o dos segundos, y de ahí las redirecciona a un sitio prohibido sin que las autoridades puedan rastrearlo. No sólo eso: encripta los e-mails, de modo que no pueden ser interceptados y leídos, y una vez que cierra la sesión, el software elimina automáticamente toda huella del sedicioso.
Pero las huestes de Ahmadi contraatacaron con su propia campaña cibernética en el mismo teatro de guerra: Twitter. Empezaron a aparecer usuarios que usaban el hashtag #iranelection y diseminaban desinformación para confundir a los activistas domésticos y globales. @serv_ y @Persianguy se hacen pasar por estudiantes iraníes y retwittean datos erróneos de manera de captar también la ayuda del exterior e inutilizarla. También diseminan direcciones de proxys controladas por el gobierno, y un tal @anononymousiniran se hace pasar por un yanki amigable que te dice que le des la dirección IP de tu máquina, y el sistema diseñado por él se encarga de cambiarla por una secreta. También buscan dividir el tráfico diseminando hashtags falsos, como #iran09, de manera de adulterar los datos objetivos de la protesta y hacer perder fuerza a #iranelection, el que nuclea la protesta (los hashtags permiten ordenar las discusiones y tópicos para que no se dispersen). Pero los verdes (el color que identifica a los reformistas) están al tanto. Usuarios como @findtherats (apropiadamente, “encontrá a los topos”) se dedica a escracharlos.
Como Mahoma, los iraníes saben que el deseo solo no mueve montañas. Hacia el viernes @persiankiwi reportó que Freegate cayó, que todos los proxys están muertos, y muchos dudan de si hacer esos ataques de denial of service era tan buena idea. Para muchos, estos bombardeaos digitales son contraproducentes, porque se “comen” la banda ancha que queda dentro de Irán, ya vapuleada por el gobierno mismo, además de alimentar las excusas del régimen de Ahmadinejad para censurar. Desde el jueves, el gobierno cuya victoria electoral fue definida por un “milagro divino” intervino también los celulares y los mensajes de texto de los ciudadanos; la red es la única salida y medio de comunicación para la resistencia.
El sitio abre con el preámbulo de la Constitución: Nos, los representantes de la Nación, con el objetivo de formar un gobierno más perfecto y promover la transparencia... twitteamos. El sitio es TweetCongress (http://tweetcongress.org), una aplicación diseñada por civiles para que la usen sus representantes, donde 150 congresistas yankis (son 535 en total) twittean los detalles de sus vidas políticas y no tanto. En las sesiones filmadas puede verse a congresistas con las cabezas gachas, tecleando frenéticos con sus pulgares como si fueran niños aburridos en clase, y gracias al servicio, mucha gente sigue fielmente los debates en el Congreso de boca de sus representantes: expuestos al escrutinio popular constante, los congresistas tienen incentivos para intentar sobresalir como el mejor de la clase.
Probablemente el éxito de la campaña electoral apoyada en redes sociales de Barack Obama incitó a los candidatos argentinos a apostar por Twitter a la hora de mostrar sus vibrantes personalidades en campaña. Heller, Macri, De Narváez y Michetti tienen cuentas de Twitter muy activas; por su parte, Lilita Carrió y Jorge Altamira tienen “fakes” (imitadores en Twitter). Mientras Heller y De Narváez se limitan a poner links a fotos y entrevistas, Gabriela Michetti twittea cosas como: “Le estoy haciendo unos ravioles con bolognesa a mi hijo y parto para un programa de tele”, Macri (y su imitador) abrazan el desenfado twittero con emisiones emocionales: “uf bajon perdio boquita”, Pino Solanas se abrió una cuenta pero casi no la actualiza, y Margarita Stolbizer actualiza poco pero va por los 192 seguidores.
Del lado de Irán, el activismo en Internet adquirió dimensiones virales entre los simpatizantes de Occidente. En 24 horas se escribieron 2.250.000 posts mencionando a Irán; por su parte, Twitter permite medir el impacto de la protesta en forma automática y prácticamente simultánea al desenvolvimiento de los hechos: en esta semana, hubieron entre 50 mil y 100 mil tweets por hora mencionando Irán, con picos de 200 mil. Advertido del rol que Twitter estaba jugando en las protestas de los reformistas, el gobierno norteamericano contactó a los caciques del sitio para que no cortaran el servicio debido a mantenimiento, y Twitter reubicó sus horarios para sólo hacer mantenimiento durante la madrugada de Irán, de modo de no interferir en la revuelta.
La explosión de Twitter y las redes sociales como herramienta política que cubre todas las bases del activismo digital (comunicación interna, difusión del alertas sobre las actividades del enemigo, fomento de espíritu de cuerpo, denuncias al exterior, contrabando de armas cibernéticas) puede tener más consecuencias que la eventual victoria o, finalmente, la masacre, de los reformistas (@change_for_iran twiteó el jueves por la tarde: se teme un Tianamen). Software como Freegate (además de UltraSurf, GTunnel, Gpass) es usado masivamente en países que viven bajo regímenes autoritarios como Irán, China y Myanmar, y se conecta con el proyecto Global Internet Freedom Consortium, que provee herramientas digitales gratuitas para escapar a la censura del gobierno dentro de las fronteras físicas de los países. En China la ciberguerra interna recrudece, y se planea derrotar el ciberactivismo con una iniciativa sorprendente: con Green Dam, el gobierno chino requiere la instalación de un software en las PC de cada persona, que filtra automáticamente los sitios prohibidos para la población.
La iniciativa de la libertad digital fue presentada al Congreso de EE.UU. por activistas de Cuba, Siria y Corea del Norte (para volverse global requeriría una inversión de 50 millones de dólares). Si Obama hizo un anuncio reciente en la Casa Blanca, donde afirmó que la prosperidad económica de EE.UU. dependería en adelante de la ciberseguridad y que, para no perder capacidad de intimidación, EE.UU. pasaría al ataque en la ciberguerra (abandonando la postura oficial de neutralidad), avalar este proyecto podría ser una manera sutil de pasar al ataque en la ciberguerra: como una mutación de la doctrina Kissinger para producir guerrillas en Latinoamérica, sólo que facilitando el acceso a Internet libre de censura, y que los “hacktivistas” de cada país autoritario se encarguen del resto.
Es curioso notar que, más allá de la tremenda exposición y el rol épico que jugó en el conflicto, Twitter (que salió a competir en la arena de las redes sociales como “micro-blogging” en 2006), todavía no hace dinero con su servicio. No tiene publicidad, no cobra, y su modelo de negocios no está claro. Pero sin duda, en forma creciente, la arquitectura tecnológica define el espacio de las posibilidades políticas. Internet ya no se ve como lugar de información, sino de coordinación, y los sucesos de Irán son una ventana al futuro de la evolución de la política en las sociedades informatizadas. Bajo un régimen sometido a censura, los activistas digitales demostraron la pérdida de legitimidad del gobierno, y quizá, que los tiempos del control absoluto de la información terminaron. Como una nueva forma de colectivismo de pie contra el poder central, la revuelta iraní se volvió un fenómeno emergente de interconexión tecnológica. Quizá, porque la grandeza de Twitter es basarse en una pregunta inherentemente política: ¿qué estás haciendo?
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