CINE > LLEGAN LOS DESNUDOS EN EL NUEVO 3-D
› Por Mariano Kairuz
Una de las principales virtudes del viejo buen cine slasher –el de achuramiento de adolescentes por docena, a cargo de asesinos seriales enmascarados o chamuscados, con instrumentos filosos– es que sabía proveer desnudos y escenas de sexo con onda. Eran films que sabían cómo hacer correr una corriente helada por la espalda, y también cómo calentar a su público. El centro de aquellas películas era un poco ése: los chicos que tenían relaciones sexuales aprovechando la casa toda para ellos o la carpa de campamento eran de algún modo castigados por el monstruo, y los más castos quedaban a salvo. Diez años atrás se estrenó una pésima película con una idea brillante basada en aquella fórmula: se llamaba El asesino de vírgenes y trataba sobre un pueblo donde los colegiales y las colegialas se entregaban febrilmente al sexo para no ser pasados a cuchillo por el psycho del título en castellano. Pero para entonces el sexo ya estaba prácticamente proscrito de los inocuos nuevos slashers –los Sé lo que hicieron el verano pasado, las Leyenda urbana y otras–, que se vistieron y nos dejaron con las ganas.
Y este año hubo un pequeño gesto de buena voluntad de parte de la no muy buena Viernes 13, enésima secuela-remake-pastiche de la saga que por acá era conocida hasta ahora como Martes 13, la de Jason, la máscara de hockey y el machete: sexo entre chicos y chicas filmado sin gracia pero con humor y una apropiada abundancia de tetas, exhibidas con la gratuidad y la impudicia que corresponde al género. Nada de desnudos artísticos, justificados argumentalmente; sino el desnudo porque sí como un arte en sí mismo. Pero la verdadera novedad de la temporada es el estreno de Sangriento San Valentín 3-D, remake de una poco recordada película de terror de producción canadiense estrenada a principios de los ’80 (por acá con el título Aniversario de sangre) protagonizada por un grupo de jóvenes en un pequeño y desesperanzado pueblo minero, la mayoría de los cuales terminaban liquidados con un pico y bajo tierra. Un poco más enredada en sus vueltas argumentales pero sin darle demasiados aires nuevos a aquella historia, la remake se dedica principalmente a aprovechar las ventajas del nuevo sistema de tres dimensiones para hacer más realistas los hachazos revoleados contra la pantalla, obligando a la platea a agachar la cabeza. Se trata, además, y por encima de todo, de la primera película en el nuevo sistema estereoscópico Real D (para el que están proliferando los cines equipados en el mundo, incluidos los de varios complejos argentinos) que pone tal adelanto tecnológico al servicio del desnudo. Si el mayor argumento de venta del nuevo 3-D siempre consistió en prometer a su público que las cosas parecerían salir de la pantalla casi hasta poder tocarlas, la promesa cobra ahora nuevas dimensiones cuando lo que aparece en la pantalla es un proporcionado par de tetas que saltan alegres para arriba y abajo en un hotelito de poca monta. Que son las de Betsy Rue, pequeña nueva celebridad entre onanistas, y que en unos pocos minutos en pantalla protagoniza una álgida cabalgata sexual en el mencionado hotelito rutero de mala muerte, para apenas después salir corriendo a la calle en un desnudo total y frontal que, sí, parece estar al alcance de la mano.
Así que el sexo y los desnudos en Real D quedan oficialmente inaugurados en esta película (que es –hay que advertirlo– una experiencia chatísima si se la ve en copia plana), y que hereda una no muy profusa pero insoslayable doble tradición: la del cine de terror tridimensional (en sus experiencias pioneras en los ’50, como la archicitada El museo de cera, con Vincent Price y en el breve boom de los ‘80, con Martes 13 3-D, Tiburón 3-D, Amityville 3-D) y la del erotismo igualmente con cuerpo y volumen, que siempre jugó con la expectativa del público de quedar atrapado entre las carnes de los protagonistas: ahí hizo lo suyo el famoso Frankenstein producido por Andy Warhol en 1973, pero también hubo una cantidad considerable de nudies y porno soft perdidas en el tiempo, entre las que desfilan títulos como Paradisio (o Los caballeros las prefieren desnudas, que incluía una mujer con tres senos), The Stewardesses (“las azafatas”, que explotaba con especial inspiración los pies de las chicas del título), Four Dimensions of Greta, Blonde Emmanuelle, y, entre muchas otras, una cosa llamada The Bellboy and the Playgirls, que suele señalarse como el primer largometraje de Francis Ford Coppola, aunque en realidad se trataba de una película alemana a la que el futuro director de El padrino le agregó 40 minutos propios. Su frase promocional invitaba a experimentar una “nueva percepción: ¡te pone una chica sobre tus faldas!”. Por si no quedaba claro que todo este asunto de los desnudos 3-D parecerá una pavada superficial pero en realidad es un asunto de auténtica profundidad y proyección.
Sangriento San Valentín 3-D se estrena el jueves que viene en Buenos Aires.
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