Dom 29.12.2002
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EVENTOS

Los fronterizos

Tienen a Toni Negri, Michael Hardt y Gilles Deleuze como ideólogos. Reivindican el libre tránsito como primer elemento de un programa político que opone el nomadismo a la pretensión imperial del vallado. Buscan subvertir la lógica publicitaria a partir de la guerrilla comunicacional. Pusieron en marcha una red de asistencia política, jurídica y social al servicio de las comunidades inmigrantes. Y ayer se juntaron en Buenos Aires.

POR CECILIA SOSA
“¿Pensando en cruzar el charco? Cuatro mil muertos en el estrecho desde 1997.” “Vuela sin billete ... y sin papeles.” “Visita nuestros paradores de internamiento.” “¿Cansado de viajar como una persona? Viaja como una maleta.” Tras las promociones y paquetes vacacionales de “Mundos soñados”, una agencia de viajes especializada en “turismos inversos”, se agitan las mentes globalofóbicas en pleno estado de guerrilla comunicacional contra el sistema de deportaciones, maltratos y vacío institucional que sufren los migrantes sin papeles. El foco es doble: las compañías aéreas y marítimas especializadas en deportación masiva y las flamantes políticas de los Estados europeos que fantasean con convertir el continente más rico en una suerte de fortaleza vallada. Eso sí: con una grieta abierta para permitir el libre flujo de los millones de dólares que dejan los inmigrantes en impuestos.
“Yo voy a tu playa, tú vienes a mi invernadero, yo saqueo tu país, tu trabajas por cuatro duros en el mío”, invita Tina con los ojos entrecerrados. El afiche alterna las imágenes de playas al mejor estilo Miami con siniestros epígrafes: “Ven en patera, saldrás en patrullera”. Y un ilustrativo mapa con las ubicaciones y comodidades de los seis paradores de internamiento abiertos en los últimos años en España, como antesalas hacinadas de la expulsión. “Confiamos en que nos visiten y disfruten al máximo de los inmundos rinconcitos que les proporcionamos.” “Paradores en la cresta de la ola, siempre a rebosar de clientes que para su tranquilidad carecen de teléfonos, horarios de visita o posibilidad de enviar y recibir correo. Y por descontado: ningún acceso a abogados, intérpretes o médicos”, seduce el resort de Canarias.
De la mano de Nicolás Sguiglia –26 años, argentino, y desde hace 6 años residente en Málaga–, ayer, sábado, parte de este circuito visual desembarcó en San Telmo, Buenos Aires para mostrarse en “Multiplicidad, una exposición-muestra No Border (movimiento de movimientos de Europa)” que se realizó en Tatlín, sede del Proyecto Venus. El evento también funcionó como espacio de encuentro de algunas docenas de grupos contra-poder de la escena vernácula con lo más nuevo de la producción globalofóbica europea. Coincidieron desde los afiches “No Border” hasta las imágenes de Yeast Films, un colectivo inglés que transformó la escena dance con una fuente de acción política inspirada en el sudor y calor de las raves, y las capturadas por los miembros de Global Chaos, que, sin más recursos que una cámara, emprendieron un viaje por la frontera sur de Europa para mostrar la realidad de los inmigrantes sin papeles y de los dispositivos de seguridad que se instalan para contener el aluvión. La estrella fueron los afiches de Deportation Alliance, una entidad abocada a producir material gráfico para rediseñar la estética corporativa de las principales aerolíneas europeas implicadas en las políticas de deportación. Siberia, British Airways o You’re Deportation Agent: KLM.
¿Encuentro entre distintos colectivos de resistencia?, ¿biopolítica?, ¿arte? Desde que en julio del 2001 la multitudinaria contracumbre de Génova se cobrara su primer muerto, la red de desertores de la globalización entró en crisis y cada grupúsculo tuvo que elaborar el mal trago a su manera. “Hoy, el movimiento antiglobalización es una red caótica de puntos que trabaja haciendo resistencia en distintos lugares y flujos de deseo y de energía militante que los va conectando. Nuestra idea es acabar con el proceso de espectacularización del movimiento: haber caído en la lógica de enfrentamiento fue como haber pisado el palito. Frente a eso proponemos un ‘éxodo constituyente’, fugarnos de esa posición de conflicto. Pero no una fuga hippie de escaparnos al campo sino escaparnos constituyendo cosas, trabajando a nivel más territorial, más situacional”, explica Sguiglia.
La fuga o “éxodo constituyente” encuentra, en las prolíferas mentes globalofóbicas, variadas traducciones empíricas: desde explorar los movimientos contraculturales desarrollados en la periferia del mundo (léase: Buenos Aires), hasta el autoencierro en espacios públicos con el objetivo de generar mecanismos de presión para la regularización de la situación legal de los inmigrantes o la realización de campamentos-talleres-debates en los confines de Europa para poner en jaque las fronteras. Así, por ejemplo, en julio se realizó en Estrasburgo (Francia), el primer campamento internacional convocado por la red en su conjunto, que reunió a más de 3 mil personas y un total de 150 organizaciones.
Generar espacios propios, lisos, dicen; contra las estrías del poder. Montados en los conceptos de libre circulación y ciudadanía global desarrollados de Toni An- thony Negri y Michael Hardt en Imperio y en la diatriba situacionista de Gilles Deleuze, la red española “Ninguna persona es ilegal” reivindica el libre tránsito como primer elemento de un programa político que busca oponer el nomadismo y el movimiento a la pretensión imperial del vallado y al inmigrante como nuevo sujeto político y condición universal en el espacio global. El resultado: una mezcla explosiva. Los postulados del particular espíritu “xenofílico”, pronto al mestizaje y a la fusión con lo diferente, se ejercitan diariamente desde el Espacio Centro Social Casa de Iniciativa, un centro comunitario asentado desde hace seis años en un barrio periférico, gitano e inmigrante de Málaga, en lo que fuera un “chupano”, un reducto junkie utilizado como picadero de heroína. “A diferencia de la estética autorreferencial, punk y cerrada de lo que fue el movimiento Okupas, buscamos propiciar un nuevo colectivo de ocupación que se abra a espacios más comunitarios, disolviéndose con lo social. Más italiano”, explica Sguiglia.
Así, el picadero en desuso fue reciclado y ocupado por distintos colectivos vinculados con inmigrantes, desocupados y escuelas populares de arte, que abrieron microemprendimientos varios: una cafetería cultural, una cooperativa de construcción, una tienda de consumo responsable y hasta una librería con títulos afines. Domingo por medio, los grupos coinciden en encuentros dedicados a la lectura de Mil Mesetas y El Antiedipo, de Deleuze.
Desde allí, el grupo abocado al trabajo con las comunidades inmigrantes, además de subvertir la lógica publicitaria a partir de la guerrilla comunicacional, puso en marcha una red de asistencia política, jurídica y social con el objetivo de facilitar procesos auto-organizativos con las comunidades inmigrantes. El trabajo se articula al interior de España con la red “Ninguna persona es ilegal” a través de sus sedes en Madrid, Sevilla, Huelga, Barcelona, Almería, y se inserta en la red europea mayor “No Border”. “No se trata de blanquitos europeos ayudando a los pobres negritos africanos que lo pasan mal; ése el planteo humanista que trabajan las ONG; para nosotros se trata de entender los nuevos conflictos de precarización laboral de una manera más contemporánea”, dice Sguiglia. Uno de los ejes es instalar la idea de “contagio” como requisito para lograr componer “los horizontes de una comunidad subversiva y multiétnica”, tal como explica Sguiglia en uno de los artículos de la revista La Fuga. Deserción y éxodo entre las fronteras, donde se asientan los fundamentos teóricos del movimiento y se brinda todo un abanico de links hacia los distintos puntos de acción del movimiento europeo.
La reacción al trabajo del centro no fue inocua. A principios de este año, la movilización de 300 inmigrantes sin papeles exigiendo la regularización terminó en la expulsión de 28 referentes. El proceso desencadenó una fuerte reacción en el Centro Social de Málaga, donde los militantes se encadenaron a sus puertas y convocaron a una conferencia de prensa para anunciar el cierre del centro. Además de medios de prensa de todo el mundo, concurrió la policía. “Coqueteamos con su propio juego. La idea era armar un colchón antirrepresivo fuerte y apoyarnos en la contención que nos brinda el barrio”, cuenta Sguiglia. La experiencia terminó con el centro abierto, pero con el militante duramente golpeado por la policía, un expediente abierto por “peligro para el orden público” y una orden de expulsión firmada. Una campaña en la que intervinieron organizaciones de todo el mundo logró detener el regreso a tierras argentinas, pero el juicio continuará en marzo. “La ciudadanía italiana sólo te sirve hasta que ellos deciden apretar el botón rojo”, asume el militante, de vacaciones en su tierra natal.

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