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Domingo, 13 de enero de 2002

Yo sé que soy imbancable

Fotografía Hasta ahora, Nora Lezano –artífice de las fotos que semana a semana engalanan las páginas de este suplemento–, era fundamentalmente reconocida por su registro de lo más alto y lo más bajo del rock nacional. Pero desde hace un mes, decidió inaugurar su página en Internet, donde muestra el material que hasta ahora permanecía como un lujo para iniciados: ni más ni menos que la extraordinaria avalancha de fotos con que registra su propia vida.

Por Roque Casciero

Las fotos que Nora Lezano exhibe en su página web obligan a pensar en las promesas falsas e incumplidas de los reality shows, porque muestran la vida. Una vida, al menos: la de la propia Nora. No es en directo, pero casi, porque ella se resiste a trabajar con una cámara digital, producto de cierta fobia a la tecnología, y entonces hay que esperar un mes para recibir una nueva andanada de fotos que reflejen miedos, bienestar, placer, vértigo, deseos, nostalgias, inseguridades, obsesiones, calma, vergüenza... “Veo todo eso en mis fotos. Quizás el resto de la gente no lo vea, no sé, es algo muy personal. ¿Qué ves cuando me ves?”, inquiere, parafraseando a Divididos. Cuando menciona sus fotos, habla de las que pone en su página, no de las que saca por trabajo, aunque también las considere propias. “Mis amigos y conocidos me insistieron tanto en que hiciera una página web que al final la hice. Pero en lugar de hacer una súper profesional, para vender mi trabajo, hice una para poder verme. Fotografío lo que fotografío porque así veo cómo me ven los demás. Y verse no es nada fácil.”
Ver cómo la ven es, para Nora, una suerte de terapia. “Muchos aspectos de mi carácter han cambiado después de que me enfrenté a ciertas fotos que saqué y que me sacaron”, confiesa. “Puedo sacarme una foto llorando y cuando vuelvo a verla revivo el momento; eso hace que modifique mis formas de ver y de sentir las cosas.” Además, según admite la propia autora, subyace un deseo en su exhibición: “Todo el tiempo estoy pidiendo que me quieran, que me acepten, y eso debe notarse. Así soy, mirame, dejame o quereme. Es algo muy físico, pero creo que va a entenderse”.
Aunque posee varias cámaras muy profesionales y se mueve como pez en el agua en un estudio, la mayor parte de las fotos que exhibe en la web fueron sacadas con una camarita automática que cuesta unos 150 pesos. Las tomas le surgen de modo compulsivo, como una suerte de catarata de flashazos necesarios y liberadores. No importa si está rodeada de gente a la que no conoce –pero a la que igual fotografía–, con un perro o en soledad: como si tuviera vida propia, la cámara no se detiene. Muchas veces apunta la lente hacia su propia cara o hacia fragmentos de su cuerpo, de allí que la primera serie que publicó on line haya estado compuesta principalmente de autorretratos. Justo ella, que confiesa ponerse tensa y tímida cuando otro le saca una foto. “En cambio, mi cámara no me intimida, no me da vergüenza fotografiarme las tetas o mostrarme en estados alterados. Las cosas que han visto los laboratoristas...”, recuerda entre risas.
Su camarita, que cabe en el puño de una mano, se convirtió en parte de Nora. “Lo descubrí el día que la perdí: casi me muero, era como si me hubieran cortado las piernas, como dijo Maradona.” Por esa consustanciación es que puede empuñar la cámara y disparar(se) llorando sin perder de vista la emoción ni por un instante. “La estética de la snap shot te da la idea de que la foto es más real, de que da cuenta de la realidad. Por eso, cuando la usás, no pensás, actuás. Es como escribir un diario en el mismo momento en que suceden las cosas. Pienso en los diarios de Anäis Nin, en los testimonios de Victoria Ocampo o en el Almuerzo desnudo de William Burroughs, escrito mientras estaba drogado. Para mí, ésta es mi verdad, porque son fotos de mi vida y de mi entorno. Es lo que me tocó, la gente con la que comparto todo. No sé si hay que darle tanta vuelta: es lo que mejor me sale y donde me siento más segura. Es como mirarme al espejo todo el tiempo, pero no por una cuestión de ego ni de exhibicionismo. Creo que no hay nadie más indicada que yo para contar lo que soy. No voy a mentirme, no hay photoshop ni retoques en las fotos. A lo sumo, en la edición podré ocultar algunas cosas, pero no puedo mentir.”

Ojo por ojo
Nora Lezano nació en una clínica de Mataderos hace casi 32 años. Sus padres, que en ese entonces vivían en Lomas del Mirador, se mudaron muchas veces, hasta que se establecieron en Tapiales, donde Norapasó su adolescencia. En su casa siempre hubo cámaras para las fotos familiares, pero a ella no le llamaban la atención. Es que pensaba en una carrera como bióloga: aprobó el CBC y hasta tenía su libreta universitaria, que rompió desprolijamente cuando se dio cuenta de que su futuro estaba en otro lado. “Cambié los aminoácidos por la cámara”, se ríe. Fue una compañera del secundario quien le propuso que estudiaran fotografía; se anotaron juntas, pero la amiga quedó embarazada y abandonó. Nora siguió. En 1990, con su sueldo de empleada administrativa, se compró su primera cámara, una Nikkon manual usada. “Al principio quería ser reportera gráfica, ir a la guerra y todo eso. Después pensé en hacer fotos de modas, todo más relajado, divino. Cuando uno va cambiando necesita otras cosas. Al final, casi no hice fotos de modas.”
Un alto funcionario de la gestión cultural del gobierno de De la Rúa bautizó a Nora “el ojo del rock”. Ella, aunque la definición le molesta, admite que durante años prácticamente no tuvo ojos para otra cosa. “En esa época tenía mis paredes empapeladas con Charly García y Soda Stereo, y de repente ellos me llamaban a mi casa. ¿Cómo no iba a querer ser la fotógrafa del rock?”, se pregunta. “En mi archivo hay años de fotos de rockeros y ninguna mía; ahora hay más mías que de ellos. Todos esos años de fotografiarlos fueron de soledad, no tenía amigos, me la pasaba saliendo de noche. Lo único que me importaba era sacarle fotos a los rockeros, pero cuando me agarraban crisis, en mi casa, estaba sola, porque descuidé todo por eso. Por algo tengo el archivo que tengo, por algo me meto en cualquier camarín sin que nadie me diga nada, por algo tengo tantas fotos que jamás publicaría porque harían mierda a unos cuantos: porque les daba confianza. Pero no tenía registro de mi vida. Bah, mi vida era eso. Ahora no me interesa tanto irme de gira con una banda, necesito verme. El asunto está en que me involucré con el rock, no fui sólo a hacer un trabajo. Pero mi trabajo no es sólo el rock, por más que viviera en recitales o en la noche. Hacía y hago fotos de escritores, de cineastas o de gente común, por los medios en los que trabajaba y trabajo. Mi vida era más rockera, eso sí.”

Carne viva
David Sisso se cruzó con Nora Lezano por trabajo: él es editor de fotografía de la revista Rolling Stone; ella, “el ojo del rock”. Cuando empezaron a tenerse confianza, Nora apareció por la redacción con unos cuadernos en los que arma collages de fotos, frases e imágenes recortadas de los diarios, pedazos de objetos. Uno de esos cuadernos tiene en la tapa una tarjeta que dice: “Conócete a ti mismo”. Sisso empezó a conocerla a través de esos tesoros privados, que ahora empiezan a trascender vía Internet. “Su página web es de un nivel de exposición altísimo, aunque ella no quería tenerlo cuando armaba los libritos. Es una especie de juego extraño entre lo público y lo privado, que es una confusión propia del mundo del que forma parte a pesar de ella. Reniega del mundo rockero, pero pertenece a él. Y su arte, como el rock, necesita ser exhibido, expuesto. Pero ella es su arte. Por otra parte, cree que tiene separado su arte de su trabajo, pero tiene una visión personal sobre todo. Eso es interesante, porque no me parece necesario que la profesión y el desarrollo como autor sean caminos contradictorios.”
Sisso confiesa haber sentido un impacto emocional cuando vio los cuadernos de Nora, que volvió cuando ella decidió pasar esas fotos a la web. “Tiene el karma de los grandes artistas y no creo que lo viva como una pose. Es hipersensible, lo que hace que su obra sea lo que es, pero también que su vida sea una tormenta. Si Nora estuviera en Nueva York, sería Nan Goldin: todo el mundo estaría pidiéndole notas, sus fotos se venderían en galerías de arte muy cotizadas. Su trabajo tiene algo de hiperautenticidad que a mí me conmueve. Tiene un valor increíble, pero el costo que hay que pagar es altísimo.”
Abecedario Cuando armó el primer diseño para su página, Nora echó mano a un diccionario privado: en un cuaderno, escribía alfabéticamente palabras que la representaban. A de atípica, B de borde, C de conmigo, Ch de chiflada, D de desahogo, E de entorno, F de feliz/fatal/fetal, G de grajea... Las sucesivas actualizaciones cambiaron ese formato: la segunda fue con collages de fotos y frases; la tercera, sobre dúos. “A lo mejor, la foto de un perro puede decir más sobre mi sensibilidad que una foto de mi cara llena de lágrimas. No pongo sólo fotos con mi imagen, pero todas tienen que ver conmigo: un cartel que veo por la calle, unas naranjas...”, explica. Y ensaya una definición para su antimétodo fotográfico y vital: “Fotografío todo porque todo me sensibiliza y, a la vez, esa sensibilidad me lleva a fotografiarlo todo”.

Las fotos de Nora Lezano se pueden ver en
www.noralezano.com.ar y se renuevan mensualmente.

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