Dom 15.11.2009
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FAN > UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA

Sus manos giran y él también

› Por Ruben “Mono” Izarrualde

Las composiciones del Flaco Spinetta siempre me impresionaron y me siguen impresionando, pero hay una en particular, “Fermín”, que me gustó mucho desde el momento en que apareció y que me ha calado bastante hondo. Cuando salió, fue muy fuerte; era muy fuerte la textura que pintaba del país en ese momento. Y es que “Fermín” tiene mucho que ver con su época, que era por un lado una época linda, maravillosa; la de mi juventud, esos años de mucha estudiantina, mucha música, mucha cosa nueva, mucho hippie, mucha movida de teatro y de danza. Y luego también tiene que ver con esa otra parte que se fue resquebrajando, con los desaparecidos, pero también con muchos otros cabos sueltos, con gente que quedó, por diferentes motivos, como colgada. Mientras que muchos se iban, y otros desaparecían, muchos otros quedaban pero en los loqueros, empastillados, vaya a saber con qué historias a cuestas.

Escuché “Fermín” por primera vez cuando yo tenía unos 14 o 15 años; yo tenía amigos más grandes en el conservatorio de música y algunos de ellos pasaron por estas experiencias terribles como las que siento que evocaba “Fermín”. Algunos de estos amigos míos fueron chupados, y luego quedaban en un estado difícil de sobrellevar. Un poco como lo que uno vio siempre en esas películas sobre Vietnam, con los tipos que vuelven de la guerra y quedan en un lugar que no es; bueno, lo que les pasó a muchos de estos chicos fue algo así pero acá, sin haberse ido a ningún lado. Algunos terminaron pasados de rosca porque estaban viviendo una situación que no podían ni ver ni soportar; a veces por ahí tenían un hermano desaparecido. Esa es la gente de la que yo digo que quedó como “en otro lugar”, gente que uno podría decir o creer que están locos, pero que simplemente están en otro lado, y miran las cosas desde ahí. De esos amigos mayores del conservatorio recuerdo especialmente a uno que era violoncellista, que tendría 23, 24 años, y que quedó así, en ese estado de cuelgue. Y a otro, un estudiante de música que venía de La Pampa, que tenía un futuro increíble, y que hoy está en la calle; a los que lo conocimos de aquella época nos saluda cuando nos ve, pero la verdad es que nunca sabemos si nos reconoce o no.

Tal vez no siempre estuvo tan claro para mí de qué hablaba “Fermín”; ni si Spinetta hablaba de esto: esta interpretación es algo que fue apareciendo con el tiempo. Sí sé que me gustó mucho desde la primera vez que lo escuché. En esa época nos juntábamos un grupo de amigos acá, en La Plata, e íbamos a la disquería de la ciudad, una muy muy buena que quedaba en la diagonal 77. La atendía un peruano maravilloso al que le fascinaba la música, y que todo lo que le pedíamos, si no lo tenía y no estaba en La Plata, iba y lo traía. Así escuchamos un montón de cosas, muchos discos de afuera, como por ejemplo La era del vapor, de Jerry Mulligan. Y recuerdo que con estos amigos compramos el disco y lo gastamos: a los tres días ya hacía un ruido bárbaro el vinilo, pero ya estábamos sacando los temas. Hoy todavía lo tarareamos, lo tocamos entre los amigos de aquella época; los que quedan, que son pocos.

Y “Fermín” me gustó en ese momento, pero fue cuando se empezaron a engranar todas estas historias que pasó a tener esta connotación terrible, y me llevó a preguntarme qué decía esa letra, cómo se le ocurrió al Flaco, qué era lo que había pasado, quién lo habría inspirado como para componer versos como el que dice: “Las manos de Fermín/ giran y él también/ gira y da más vueltas. / Pobrecito Fermín, / quiere ser feliz”. Era muy raro para nosotros en ese momento, y hoy nos sigue resultando raro.

Es además un tema que siempre tuvo un dejo de tristeza y hoy en día más aún: tengo amigos que siguen viviendo afuera y tienen una enorme nostalgia. La de ellos no es una situación como la que describe la letra de “Fermín”, pero hoy estos amigos por ahí están también colgados en una situación en la que no tienen ganas de estar; porque partieron a otros lugares y allí formaron familias, tuvieron hijos –en Latinoamérica o en Europa– y ya no es tan fácil volver; son libres pero de alguna manera están presos. Hay algo de ese cuelgue triste, de ese girar y dar más vueltas. Entre los muchos temas de Spinetta que me gustan, “Fermín” es por todo esto algo que está siempre ahí; nunca dejo de tararearlo o de silbarlo, una y otra vez vuelve a aparecer, como una lucecita que quedó prendida en ese lugar.

Rubén “Mono” Izarrualde es la voz (y flauta traversa y flauta baja) de Cuartoelemento, que por estos días presenta su tercer disco, Camino, en el marco del ciclo Música sin límites Destaca2. En su repertorio confluyen compositores disímiles como Yupanqui, Bill Evans, Joao Bosco, Antonio C. Jobim, entre otros. Con Néstor Gómez en guitarra y voz, Matías González en bajo acústico y voz, y Horacio López en percusión y voz.

Se presentan el martes 17 de noviembre a las 21, en el Teatro Presidente Alvear, Av. Corrientes 1659. Entrada $ 5.

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