TEATRO > ENTREVISTA CON LAURA YUSEM, DIRECTORA DE QUERIDA MAMá O GUIANDO LA HIEDRA
Una madre y una hija, en una misma casa, conviven y tienen conversaciones sencillas y cotidianas –las plantas, las mascotas, tomar o no sol en la siesta– que esconden una profundidad sólo comparable al vínculo que las sostiene. Es que la madre está muerta, es un fantasma amigable que acompaña a la hija en el paso del tiempo, en lo inexorable de los días, en las extravagancias más íntimas. Querida mamá o Guiando la hiedra es una pieza dirigida por Laura Yusem sobre cuentos de Hebe Uhart. Y la unión de estas mujeres, que se conocen desde la década del ’60, hace que esta puesta sea muy personal, al mismo tiempo que cuestiona, sin polemizar, las obras que en el último tiempo exploraron los tópicos de la familia y la autobiografía.
› Por Mercedes Halfon
Cuando Laura Yusem comenzó los ensayos de lo que terminó siendo Querida mamá..., se acordó de una radio Spika que había heredado de su madre, y que le venía como anillo al dedo para usar en la escena. En la obra, una madre y una hija deambulan por algo parecido a una casa, cada una con sus gestos y rutinas básicas. Una de ellas, fundamental para la mayor de las dos mujeres era, precisamente, escuchar la radio. Yusem buscó el pequeño artefacto y lo encontró en el mismo cajón donde había sido guardado durante diecinueve años. Estaba deteriorado y arreglado con cinta Scotch –ya era una antigüedad al morir su madre–, por lo que dio por sentado que no iba a funcionar. Para colmo, al abrir el compartimiento de las pilas vio que no había tenido la precaución de sacarlas. Sin embargo, tuvo el gesto de encenderla, y para su sorpresa la radio arrancó. No importaron los años en el cajón, la humedad; las pilas no se habían sulfatado y la Spika vivita y coleando, marcaba el mismo dial que había dejado clavado su madre.
Por supuesto que la radio es la misma que usan las actrices ahora, cuando uno va a una función y las ve, en ropa de entrecasa escuchando alguna antigua canción criolla. La anécdota dice mucho de esta obra sencilla y entrañable que es Querida mamá... De los cruces intensos y amorosos que subyacen a la puesta. El de Laura Yusem con su madre, y otro igual de certero y elemental: el de la directora con la autora de los textos, Hebe Uhart.
¿Un dUo dinámico?
Porque resulta que esta no es la primera vez que Yusem toma a esta escritora para llevar al escenario. Tal vez no sea lo más conocido de su obra, pero esta directora, además de poner muchísimas veces a los absurdistas Griselda Gambaro y Eduardo Pavlovsky, y otros autores argentinos hoy clásicos, había hecho en 1970 una adaptación del texto de Uhart Un pájaro gris, medio gordo, de pico corto. La obra era nada menos que el debut de la –hasta ese momento– bailarina y actriz Yusem, en la dirección. Pero según su parecer aquella obra: “Era un horror. Un horror. No por Hebe, claro, la puesta no te puedo explicar lo mala que era. Es decir, estaba probando y cometí todos los errores del mundo. No rescato ese espectáculo, era lo primero que hice y lo primero, salvo raras excepciones, es malo. Lo siguiente que hice con, digamos, resonancia fue Boda blanca, y pasaron diez años en el medio. Y la gente creía que era mi primer trabajo. Y no, hacía diez años que estaba trabajando y estrenando. En fin, era muy loca aquella obra, nosotros también estábamos locos. Ese encanto tenía”.
El estreno de Querida mamá... la encuentra en el otro extremo de su carrera. Yusem es una directora consagrada, que se puede animar a retomar a esta cuentista argentina, ensayar durante un año en su teatro Patio de Actores, buscando la dramaturgia perfecta que hile los distintos cuentos de la autora, y finalmente encontrarla en la imaginaria reunión de una hija con su madre muerta. Los cuentos utilizados fueron Guiando la hiedra y Querida mamá, que son los centrales de cada uno de los personajes, a los que se suman algunos fragmentos de otros textos como la novela corta Camilo asciende. Y lo que aparece de estos textos, en boca de las actrices Julieta Alfonso y Martha Rodríguez, es algo transfigurado. Es el resultado de la unión entre una autora y una directora con estéticas propias: en el punto medio entre el luminoso y sabio humor de Uhart y la áspera melancolía de Yusem está la obra.
Y hay algo fundamental: ellas se conocían de antes. Pero de muchísimo antes. Yusem cuenta: “Yo a Hebe la conozco desde mucho antes de esa primera obra, no somos muy amigas, pero nos conocemos de muy jóvenes. Esto crea una especie de lazo secreto, no muy claro, pero profundo. Tal vez por esta juventud que de alguna manera compartimos en los bares aledaños al Di Tella, y a la Facultad de Filosofía y Letras, que en aquel momento funcionaban muy cerca, y eran lugares de reunión de artistas, de estudiantes, donde nosotras nos cruzábamos todos los días, o mejor dicho todas las noches. Yo estudiaba Letras y ella Filosofía, que eran casi la misma carrera en ese momento. Además la he leído mucho y la quiero mucho. La tengo muy adentro a Hebe. Forma parte de mi vida, como persona y como escritora”.
Cotidiano y trascendente
Laura Yusem cuenta que, cuando fueron a registrar los textos que iban a usarse en la obra, Hebe Uhart tomó uno de los libros suyos que Laura había llevado, se puso a hojearlo y afirmó “este cuento no es mío”. Laura, azorada, respondía: “Pero Hebe, cómo no va a ser tuyo el cuento, si está en tu libro; vos autorizaste la publicación” y Hebe, convencida, que no, que no. Pero siguió leyendo y al rato lo reconoció: “Ah, sí, sí. Es mío”. Una situación así no resulta del todo extraña si se conoce a estas dos mujeres. Hebe, insólita; Laura Yusem, tenue y fascinada con esa rareza familiar.
La madre y la hija de Querida mamá... comparten esas características: hablan de cosas que parecen muy terrenas: de arreglar las plantas, del trato con las mascotas, de los balcones que se inundan, de tener o no tener plata para comer. Sin embargo estas palabras esconden una profundidad sólo comparable al vínculo que las sostiene, una hija que le habla a la madre ausente y viceversa. La hija le escribe una carta, y la madre le contesta indirectamente con reflexiones que probablemente su hija nunca haya escuchado, ni sospeche. La madre es un fantasma amigable del que su hija se intenta despedir. Porque como se dice en Guiando la hiedra: “Entendí qué pasa con los que se mueren y con los que se van; vuelven en sueños y dicen: ‘estoy, pero no estoy; estoy pero me voy’”.
Sobre esta situación, tan delicada, tan frágil, la obra construye su poética. “Lo que nos interesó mucho del material es esa cosa tan cotidiana y trascendente que tiene. Y creo que logramos establecer estos dos niveles en la obra”, acierta Yusem.
Todo sobre mi madre
Lo más llamativo, pensando que se trata de una obra que traslada al teatro un material literario, es que tanto para la autora del texto como para la directora, se trata de historias de alto contenido autobiográfico. Después de años de “biodramas”, de decenas de obras preocupadas por innovar la escena off con un “teatro documental”, trasladando al escenario vidas reales, tanto para Laura Yusem como para Hebe Uhart, eso es lo más viejo y común del mundo. “Todos somos autobiográficos, más encubierto o menos, más misterioso o menos, más explícito o menos. No hay posibilidad de no incorporar el mundo propio a la obra de arte. Es imposible, es la base de toda creación.”
Y es que, siguiendo este razonamiento, Querida mamá... también podría leerse como una respuesta muy personal, muy autobiográfica, a las obras que en el último tiempo exploraron el tópico de la familia, dejándola en el lugar de lo deforme, lo enloquecido: “Yo quería hablar de un vínculo amoroso, con sus problemas, pero amoroso. En la obra no es un desastre la familia. Es algo que al final se rescata. Y en ciertos espectáculos que he visto vinculados a lo disfuncional, no se rescata nada. Yo enseguida convertí internamente esta obra en un homenaje a mi madre”.
Por eso, el programa de mano y el afiche de la obra tienen a la madre de Laura Yusem, Berta, mirando desde una foto antigua, retocada con hojas secas a su alrededor. Como si en ese itinerario, después de convertirse ella misma en una figura ineludible del teatro nacional, después de poner a sus preferidos nacionales hasta convertirlos en clásicos, hubiera que animarse finalmente a hacer el clásico personal: la madre.
Querida mamá se puede ver los sábados a las 21 en el teatro Patio de Actores, Lerma 568. Entrada: $ 30.
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