DVD > ADAM SANDLER REVISA LA COMEDIA AMERICANA EN FUNNY PEOPLE
En una película que bien podría ser una más de la larga lista de nuevas comedias americanas, la actuación de Adam Sandler la convierte en mucho más: una exploración por las diversas capas geológicas de ese arte de hacer reír y que va de Groucho Marx a Seinfeld. Y que suele ocultar dramas atroces.
› Por Mercedes Halfon
Un cómico se acerca a la muerte. Por eso, la retrospección en la que cae no lo conduce a ver su propia vida en la balanza sino a ver las grabaciones de sus monólogos en TV. George Simmons se mira y se mira en ese espejo amplificado que puede ser una pantalla y, presa de una oscura nostalgia, deseoso de acortar la distancia con el mundo que su fama hizo crecer, decide volver a los orígenes de su carrera: el solitario escenario del stand up. El, que es el más célebre cómico de EE.UU., llega de improviso a The Comedy and Magic Club, uno de los epicentros del stand up de Los Angeles en la actualidad, a donde decenas de aspirantes a monologuistas asisten religiosamente a probar sus chistes. Así conoce a Ira, un joven comediante judío que comenzará a ser su asistente, guionista, némesis, puching ball y muchas otras cosas, a lo largo del film.
De eso va Funny People, la nueva comedia de Judd Apatow (Virgen a los 40 y Ligeramente embarazada) que acaba de salir directamente en DVD, y que hasta aquí podría ser simplemente una comedia dramática sobre el costado menos iluminado de quienes hacen humor, el conocido relato de los payasos que también lloran. Pero lo que hace de Funny People una película distinta es que el personaje de George Simmons es interpretado por Adam Sandler. Todo el mecanismo de reflexión y vuelta al origen toma entonces una dimensión casi documental, como si estuviéramos ante un homenaje solapado al comediante más productivo y personal de la última década.
Es que antes de que la película dé su primera imagen, ya escuchamos su voz –una versión de Sandler al que recién está creciéndole la barba– acostado en el suelo, con una gorrita de béisbol para atrás, haciendo bromas telefónicas. Llama a American Express, al delivery de un restaurante, donde con voz de anciana finge un ataque de nervios, o dice: “¡Hola! ¡No tengo piernas!”, y pide hablar con el gerente. Ese material y otro igual de viejo estaban en manos del propio Apatow, que fue compañero de departamento de Sandler cuando los dos estaban comenzando su carrera en el cine. Gracias a esos archivos podemos ver también algunos fragmentos de monólogos de un Sandler jovencísimo diciendo, por ejemplo: “Lindo traje; es el mismo que usé para mi bar mitzvá. Ese día gané más dinero que en toda mi vida. Es raro llegar a la cima a los 13 años”. Todo esto introduce el tema de la película; la loca carrera de los comediantes por llegar a ser Seinfeld, la inseguridad de no serlo, o los momentos en que creen ser mucho mejores que él.
El joven Ira es interpretado por Seth Rogen, un actor que también viene de la comedia y el protagonista de Ligeramente embarazada. El resto de los actores también son exponentes de lo que los críticos han llamado la Nueva Comedia Americana, films de un humor absurdo, muchas veces escatológico y que tiene sus orígenes en estéticas como las de John Waters y Jerry Lewis, y especialmente en el ya mítico programa Saturday Night Live.
Y hay que pensar a Funny People como una evolución deforme de esas comedias. Aquí hay más que nada oscuridad: la cercanía de la muerte no hace de George Simmons una persona mejor, ni ninguna clase de personaje esperanzado de Frank Capra. Simmons decide ir a ver a su ex mujer, a la que engañó sistemáticamente por motivos que ya ni recuerda, y hace lo posible por recuperarla, aunque no sepa si con eso él va a ser feliz y casi pueda asegurarse de que ella no lo será de ningún modo.
El motivo de tanto cinismo está escondido en los diálogos entre los comediantes. Simmons se acuesta en su cama y le pide a Ira que le hable hasta que él se quede dormido. Le pregunta cosas, le pide que le cuente de sus padres, del origen de su apellido. Ira le cuenta que ellos se divorciaron cuando él era chico y que él se cambió el apellido porque el que tenía era muy parecido a la palabra “salchicha”. Simmons, sin abrir los ojos, responde: “Esto fue lo que te llevó a la comedia. La humillación diaria. Pero nunca serás tan gracioso como yo. Tu generación tiene los divorcios, que son graciosos, pero la mía tiene al padre persiguiéndote con el bate de béisbol. Tuvimos que volvernos graciosos mucho antes”. El mundo es terrible, parece decir George Simmons, y hacer reír no es una cura para esos males sino una forma de volverse duro y solitario. Una triste escapatoria.
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