Dom 21.03.2010
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TELEVISIóN > LA SERIE CASTLE: POLICIAL Y LITERATURA

Firmar con sangre

Una hermosa detective de la ciudad de Nueva York. Un puñado de casos cada vez más extraños en busca de resoluciones cada vez más intrincadas. Y un escritor de policiales involucrado con los crímenes, las investigaciones y la hermosa detective. La serie Castle revisita la vieja y querida fórmula de pareja de investigadores, amor, odio y tensión sexual sobre un fondo de crímenes que los unen y los separan cada vez más.

› Por Rodrigo Fresán

El escritor que lo bautizó y el actor que le puso rostro coinciden en que el nombre de Richard Castle –célebre y mega best-seller escritor de sangrientos policiales, pero con un comportamiento casi adolescente de seductor histérico y compulsivo– fue ideado para que sonara, al decirlo rápido, como “Rick Asshole”. Pero, desde afuera, cabe pensar que la travesura tiene mayor alcance y malicia y que apunta y dispara y da en el blanco de un par de competidores más o menos cercanos: el doctor Gregory House (porque un castillo siempre será más imponente y duradero que una casa) y el narrador Stephen King (porque el rey, tarde o temprano, muere pero el castillo permanece).

Bienvenidos a una de las series –porque podría haber sido un desastre y no sólo no lo es sino que ha resultado ser todo lo contrario– más divertidas, inteligentes y, por supuesto, mejor escritas de los últimos tiempos.

DISPONER LOS CUERPOS

Y está claro que la idea base que tuvo Andrew W. Marlowe (ese apellido...) no es lo que se dice muy original: ya hubo series con escritores de policiales metidos a investigar (Murder She Wrote tal vez sea la más conocida). Y, desde Katharine Hepburn y Spencer Tracy, pasando por Los vengadores hasta llegar a Expedientes X o Bones, la relación entre opuestos complementarios de sexo diferente que no se soportan en público, pero se desean en privado es una dinámica que, aunque conocida, siempre funciona.

Pero hay algo en Castle que –desde el vamos, desde el primer episodio de las hasta ahora dos temporadas que comenzaron a emitirse en EE.UU. en marzo de 2009 por la ABC– la separa del montón y la convierte en algo digno de seguir semana a semana en AXN o donde toque.

A saber: la simpatía estilo Cary Grant/George Clooney de su protagonista (Richard Castle, actuado con gracia por Nathan Fillion, a quien se recordará de Buffy, Amas de casa desesperadas y Rescatando al soldado Ryan pero, muy especialmente, como esa cruza de Han Solo con Indiana Jones que fue el capitán interestelar Malcolm Reynolds en la space opera Firefly/Serenity); los pómulos y el sarcasmo de fan a pesar suyo de la bella y joven detective Kate Beckett (Stana Katic, quien ya había llamado la atención en la serie Héroes y en Quantum of Solace, aquella película de James Bond cuyo título todavía hoy estamos intentando decodificar); el oficio de secundarios de primera (a destacar Susan Sullivan de Dharma y Greg como la histriónica e igualmente inmadura madre de Castle y la adolescente y tan adulta Molly Quinn como la resignada hija y nieta), y, acaso lo más importante, el ingenio y sofisticación y complejidad de guiones comprimiendo verdaderas novelas y en los que la mayoría de las veces se hace imposible averiguar la identidad del criminal.

Y el comienzo no puede ser más promisorio: un asesino comienza a matar reproduciendo el modus operandi de varias novelas de Castle. Y Beckett (fan del escritor e investigadora que no consigue superar del todo el agujero negro de la muerte nunca iluminada de su madre) primero lo busca como sospechoso pero, pobre, enseguida no sólo descubre que es inocente y ya no se lo podrá sacar de encima sino que además –por indicación del alcalde de Nueva York, otro fan de Castle– tendrá que aguantarlo como asesor en cuanto caso raro se presente. Y el problema es que –resuelto el primer misterio, Castle acabando de matar a su exitoso héroe y con bloqueo de escritor– empiezan a producirse muertes de lo más raras en busca de soluciones más raras todavía.

Así, una chica muerta dentro de una secadora de ropa, un chico rico con tristeza enfriándose en el Central Park, un cadáver congelado en una obra en construcción, sacrificios rituales entre inmigrantes, una mujer ahogada en una bañera llena de petróleo, una niña desaparecida, cirugía plástica que se va de las manos y de los bisturís y, claro, Castle intentando averiguar, entre unos y otras, qué fue lo que pasó con la madre de Beckett.

Y, por el camino, Castle recupera la inspiración, crea a Nikki Heat –claramente inspirada en Beckett quien se enoja pero, también, se sonroja halagada– y le escribe escenas de alto voltaje erótico con el escritor Jameson Rook y, otra vez, en lo más alto de las listas de más vendidos.

Y uno ahí, mirándolos, gritándole al televisor eso de “que se besen, que se besen”.

Pero todavía no.

DESHACER LAS PREGUNTAS

Y la segunda temporada no pudo empezar mejor. Es decir: es tan buena como la primera, aumenta la tensión sexual entre Castle & Beckett y propone nuevas tramas inesperadas como la muerte del falso explorador antártico (transmitiendo su “viaje” desde su piso de Manhattan), o la muerte por estaca en el submundo de adoradores del vampirismo à la Crepúsculo, o el hallazgo de una chica cubierta de caramelo. Pero, también, además, profundiza y propone nuevas líneas argumentales sin dejar de lado esas partidas de poker en las que –gran idea– Castle interactúa con auténticos escritores de thrillers del calibre de James Patterson, Michael Connelly y Stephen J. Cannell que se juntan a apostar cameos.

Misterios varios... ¿Castle es como es por un trauma de infancia? ¿Cómo llegó a armarse esa disfuncional familia perfecta en la que su hija es como su madre y él es como el padre de su madre o algo así? ¿Por qué lo expulsaron de tantos colegios? ¿Es su progenitora una ninfómana con complejo de Norma Desmond? ¿Castle tiene dos ex esposas o hay alguna otra por ahí? ¿Son realmente tan buenos sus veintiséis libros protagonizados por el ahora difunto Derrick Storm? ¿Dónde aprendió Castle a disparar tan bien?

Pero la pregunta más apasionante –sin respuesta aún– es la que borra límites entre ficción y realidad y le da una verdadera vuelta de tuerca a todo el asunto. Porque –aunque ustedes no lo crean, coincidiendo con el final de la primera temporada– una novela titulada Heat Wave, editada por Hyperion y firmada por un tal Richard Castle entró en la lista de best-sellers del New York Times. Y al día de hoy todavía no se sabe –aunque se la atribuye a una firma top del género– quién la escribió.

Otro caso para Castle.

Y, por supuesto, para Beckett.

Castle va los miércoles a las 22 por AXN.

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