Dom 21.03.2010
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TEATRO > CHICAS CATóLICAS, EL CLICHé DE LA CRUZ Y EL JUMPER REVISITADO

Las chicas apenas quieren divertirse

› Por Mercedes Halfon

El jumper, icono indiscutido del erotismo de los últimos tiempos, imagen utilizada para alimentar negocios contemporáneos del estilo “Mandá CHICAS al 2020”, empapela las paredes de la ciudad. Cuatro mujeres de traste saludan con la cabeza entre las piernas. La obra se llama Chicas católicas y con esa fotografía promete mucho más que chicas en jumper: revelar las picantes tensiones entre pulsión y represión en un colegio religioso. O por lo menos es posible imaginar algo así.

Sucede que las chicas en realidad no lo son tanto –Maju Lozano debe ser la más joven del grupo, y ya ronda los 30–, y lo que vemos son adultas vestidas de colegialas, impostando voz de nenitas, en una suerte de recuerdo teatralizado de su juventud. La obra genera empatía inmediata con el público a través del humor y el calculado aluvión de referencias de época: jingles antiguos, canciones de Música en libertad, ABBA, palabras como “tarúpida”, menciones a divas de antaño tipo Natalie Wood, Silvana Di Lorenzo o Gina Lollobrigida. Chicas católicas funciona mucho más como un trabajo sobre la nostalgia para los nacidos entre los ‘50 y los ‘60, que como alguna clase de reflexión sobre el catolicismo real. Sin embargo eso pareciera perseguir. Las actrices alternan entre roles de alumna inquieta y monja represora. Hay cuatro religiosas diferentes que se van presentando a medida que las chicas crecen y en el proceso de descubrimiento de su sexualidad, las niñas se van a topar con sus rígidas y anticuadas limitaciones.

Pero mucho más raro que ver una adulta vestida de nena resultaría encontrar fuera del escenario una monja tal como las que aparecen en esta obra. La educación religiosa ha cambiado en los últimos treinta años y ese estereotipo que representa Chicas... con deliberada ingenuidad se discontinuó. Basta ver cualquier producción de Cris Morena para comprobar que aquella vieja picaresca de colegio católico ha mutado en el erótico icono del jumper. Chicas católicas prefiere no meterse en eso y apelar a un humor compasivo, que humaniza y vuelve queribles a sus oponentes. Porque si hubieran querido hablar de verdad sobre represión ejercida desde el catolicismo habrían tenido que referirse a cuestiones mucho más densas que el ruedo de un kilt.

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