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Domingo, 18 de abril de 2010

Guau

Nora Lezano lleva años fotografiando a los personajes, artistas y eventos más relevantes de la cultura argentina. Buena parte de su trabajo aparece en Radar y a veces la prestamos. Pero no importa para quién esté haciendo la foto, Nora les pide lo mismo a todos sus fotografiados: que le dibujen un perro. La colección es impresionante: más de mil canes que van de Menem y Noel Gallagher a Paul Auster y Luciana Salazar, pasando por Charly García y Omar Chabán. Por primera vez, presenta una selección.

 Por Violeta Gorodischer

Allá lejos y hace tiempo, un funcionario de la gestión cultural del gobierno delarruista la bautizó como “el ojo del rock” y el epíteto quedó instalado hasta el día de hoy, cuando a Nora Lezano ya no le divierte que la encasillen con un subtítulo involuntariamente pegado a su nombre. Convengamos: si es cierto que por su lente pasaron Ricardo Mollo, Dee Dee Ramone, Noel Gallagher, Charly García y cientos de bandas under del panorama local, que ha vestido las páginas de la revista Rolling Stone, que Cerati y Calamaro se refieren a ella como “Norita” y que es la artífice de tapas de discos célebres y disímiles como Narigón del siglo (Divididos), Perfume (María Gabriela Epumer), Silver Sorgo (Luis Alberto Spinetta) o Chaco (Illya Kuryaki & The Valderramas), también es cierto que el arsenal artístico de Nora Lezano abarca mucho, muchísimo más. Desde esas imágenes autobiográficas (íntimas, desgarradas) que expuso alguna vez en su propia página web, hasta muestras de arte, producciones de moda o impactantes retratos de actores, escritores, futbolistas y políticos que circularon por medios varios del periodismo nacional. Pero la cosa no termina ahí: increíble hallazgo que hoy nos convoca, todas estas fotos conviven a su vez con una faceta (casi) desconocida de la fotógrafa. Porque Lezano guarda un archivo con dibujos de todos los personajes que pasaron frente a su cámara; un tesoro secreto montado en base a un insólito parámetro en común: a todos, desde Carlos Saúl Menem hasta Luciana Salazar, ella les fue pidiendo lo mismo: “¿Me dibujás un perro?”.

En total, tiene más de mil. Lezano se agarra la cabeza, sonríe y dice: “No lo puedo creer”. Aunque el proyecto es reunirlos y publicarlos en un libro (aún en busca de editorial), nunca se había puesto a contar la cantidad de perros prolijamente guardados en folios de diez carpetas, a razón de ciento y pico de folios cada una. Todo empezó cuando fotografió al ilustrador Carlos Nine para la revista Inrokuptibles, en el año ’96. “Tenía un amigo que era fan de Nine y cuando le conté que le había hecho fotos me dijo: ¿no le pediste que te dibuje algo?”. Primero ella se espantó, “estás loco, cómo voy a pedirle eso”, pero después la charla siguió y entrada la noche, entre copa y copa de vino, recordaron al Principito con su célebre “dibújame un cordero”. Y así, mientras el otro seguía perdido en su discurso monotemático (“¿cómo no le pediste un arbolito, una casita, algo?”), Nora tuvo una suerte de epifanía: y por qué no, al final de cuentas. Un pedido tan arbitrario, tan simpático, tan singular, que lo único que podía provocar era el desconcierto, y después, la aceptación. “Los perros me encantan, soy perro en el horóscopo chino y todo, estoy obsesionada con ellos pero no tengo ninguno. No me animo, por la misma razón que no tengo hijos”, desliza Nora. “¡Pero tengo todos éstos! No tienen pulgas, no rompen nada, no hacen caca...”

Interpretacion libre

Recorrerlos y mirarlos detenidamente es como remover el tiempo, pasar revista a unas cuantas cosas. En algún punto y sin necesidad de citar a Freud, todos estos perros vendrían a ser los retratos internos que dicen lo que la imagen calla, que dejan aflorar, como en juego infantil, los secretos mejor guardados del inconsciente colectivo. “Primero llevo a la gente a un lugar de desconcierto. Deben pensar ‘esta piba está loca’”, explica mientras pasa los folios. “Después se dejan llevar y terminan abriéndose”. Y lo hacen en todo sentido.

Daniel Melero interpretó al pie de la letra eso de “lo que para vos represente un perro” y dibujó un punto negro en el medio de la hoja y un globito con la palabra “guau”. Susú Pecoraro se tiró al suelo, boca abajo, entusiasmadísima y repitiendo como en un mantra: “Cuánto hace que no dibujaba, desde que era chica que no dibujaba”. Fernando Peña hizo un perro cocodrilo masticando una mano ensangrentada, con la leyenda “perro que ladra sí muerde” (y cuánta relectura para hacer de un tiempo a esta parte), Paul Auster, una especie de ciempiés. Miguel Bonasso dibujó a su perro de ese momento (¿seguirá vivo?) y el mismísimo Claudio Paul Canniggia, previo amistoso con Camerún, apeló a la interpretación libre y se lució con una cachorra blonda respaldada en un “perra putona” que, a la luz de las botineras, desata más de una sonrisa. También participó el filósofo Slavoj Zizek, que se despachó con unos dientes de piraña bastante inquietantes y el diseñador Alan Faena, que hizo un perro con manchas de vaca anticipando la estética kitch-modernista del lujoso Hotel de Puerto Madero. Ni hablar de la serie de las vedettes que acaparan las cámaras del verano porteño. A Nora la habían llamado de la revista Paparazzi para hacer un portfolio porque “querían fotos artísticas, con alguien que nada tuviera que ver con el ambiente”. Es gracioso ver salir de su boca nombres como Iliana Calabró, Celina Rucci, Luciana Salazar, Pamela David, Jessica Cirio. La cosa es que cuando terminó la sesión, directa como siempre, Nora les dijo: “Chicas, yo colecciono perros dibujados”. Y el resto es deducible. Los grititos, el entusiasmo, los aportes personales al estilo Salazar, que hizo la cara de un gato con el epígrafe: “Perro disfrazado de gato puto viejo”. En fin. Que cada uno interprete lo que quiera, lo que pueda. Esa fue y seguirá siendo la consigna fundamental. “Ellos dibujaron estas cosas de onda, sin dar explicaciones, y para mí está perfecto. Yo no pregunto, nunca pregunto nada”, aclara Lezano.

Tal vez porque sabe que cuenta con un material único, casi el espejo tergiversado de la mentalidad nacional. “La foto no existe, es una anécdota comparada con lo que hay acá.” Un pantallazo rápido y alcanza con saber quién es quién: Calamaro y el perro fuma porro, Eusebio Poncela con el animal superdotado, Pablito Lescano con la leyenda “Vamos los pibes” y la flechita que señala “perro pelotudo”. Tal vez el caso más evidente de ¿catarsis? fue el dibujo de Menem, que hizo toda una mise en scène como parábola de su mandato. Corría el año 2000 y a Nora le habían encargado hacerle fotos para Alma, una revista de Miami. Viajó entonces a Chile, donde el ex presidente la esperaba a pura sonrisa. “Mis amigos me decían que estaba loca, pero para mí el tipo es un personaje histórico”, cuenta hoy. Comprador, simpático, seductor: lo que ya sabemos. La cuestión es que al final de la nota, Nora se acercó para el pedido de rigor. “Le dije ‘Mire, es una colección personal, sin fines psicológicos ni comerciales’.” Menem se rió y le dibujó el perro. Pero apenas ella terminó de guardarlo, se lo reclamó. “Dámelo, me faltó hacerle algo.” Y dibujó una cadena alrededor del cuello del animal, casi a punto de estrangularlo. “Perro con cadena”, escribió. Y por si fuera necesario (hay cosas que nunca cambian) la miró a los ojos para aclarar: “Porque yo estuve muchas veces encadenado en mi país”.

Al lado de quien estuve

La única que se negó a hacerlo fue una escritora y dramaturga argentina. Se ofendió, dijo “me niego” y no dijo más. Nora se encoge de hombros: “Ya fue. A mí los perros me los regalan, son como autógrafos con yapa. El que no quiere, no quiere”. Los que sí quisieron, por el contrario, fueron todos los músicos a los que fotografió. Sus queridos músicos. Con Charly, por ejemplo, fue fácil y complicado a la vez. Le había hecho fotos montones de veces, pero nunca se había animado a pedirle el perro. Un día, como quien no quiere la cosa, Nora lo deslizó casi al pasar: “¿Cuándo me vas a hacer un perro, Charly?”. Y el otro nada. Hasta que una noche fueron a comer a Pippo (casualmente, con Pippo Cipolatti) y de repente, sin previo aviso, Charly agarró una servilleta y dijo “Te voy a dibujar el perro”. El único que hoy Nora tiene enmarcado en el living de su casa, con la frase “Say No More”.

Mercedes Sosa dibujó algo dentro de una tarjetita rosada que había por ahí, le puso dedicación, lo miró alejándolo varias veces y en el último segundo, se arrepintió. Rauda, decidida, tiró la tarjeta a la basura. “Dame una hoja”. Y entonces, dejándola en blanco, escribió: “Lo que uno no sabe no hay que hacerlo, dijo Picasso, y cantó mal”. Punto. Beso final y despedida. Salvo porque Nora, a sus espaldas, rescató la tarjetita y la puso junto a la leyenda.

Cuando del pedido a extranjeros se trata, hay un detalle ineludible: Lezano no habla ni una palabra de inglés. Así fue como Sean Lenon, el hijo de John y Yoko, entendió “duck” en lugar de “dog”, con resultados desopilantes y evidentes. O el episodio con Noel Gallagher, ídolo declarado de la fotógrafa. Era la primera vez que Oasis venía a Argentina y Nora, sentada en primera fila, tenía que hacerles fotos en una conferencia de prensa. Llegando al final, le susurró al periodista que estaba junto a ella: “Decime cómo se dice dibujame un perro en inglés”. El hombre le dijo y, acto seguido, ella agarró un papel y se tiró encima de Gallagher, al que ya estaban sacando de la sala. “¿A dog?”, fue la desconcertada respuesta. Nora sonrió, cruzó los dedos y no dijo más. De cara a ese perro tan linealmente british, parece que el gesto fue suficiente.

Y atrás vinieron Dee Dee Ramone con su salchicha, Ricardo Mollo y sus dibujos prolijos, Sky con un perro minimal, el que Rodrigo dibujó a la distancia y los de muchos otros personajes que impactan (o estremecen) a medida que pasan los años: ¿qué decían, qué dicen hoy la inocencia del perrito de Omar Chabán, las señales metalingüísticas del de Telerman, los ojos desorbitados del perro que dibujó Juan Castro, el diminuto perrito de Aníbal Pachano o el perro rojo y atragantado de Tomás Abraham? Qué dirán en los próximos años todos esos otros creados por la mano de actores, músicos, escritores, futbolistas... Perros que encarnan el fluir interno de personajes que en algún momento, por alguna razón, representaron determinada faceta de nuestro país. “Para mí es fuerte volver a mirar todo esto, darme cuenta al lado de quién estuve”, dice Nora. Porque en conjunto, ordenados en serie, los perros son instantáneas psicológicas de Argentina. O tal vez no, tal vez no sean más que perros. Va en cada uno cómo entender lo que ve: lo esencial, en este caso, no es invisible a los ojos. Más bien todo lo contrario.

www.noralezano.com.ar

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