BRITNEY SIN PHOTOSHOP, MADONNA CON TODO
› Por Liliana Viola
¿Qué catástrofe debe esperar la humanidad si sigue insistiendo con el uso indiscriminado del Photoshop? Que el mundo se parta en dos: allá las estrellas que gozan de sus efectos, recluidas en sus feudos, comiendo calorías a piacere y dejando la gimnasia para más tarde; aquí el resto, a dieta, compitiendo en brillo y gramaje con una foto. ¿Y en un futuro no tan drástico? Que democratizado el ejercicio virtual, todos accedamos a una doble historia, la que ocurra en red con la foto trucada, y la que cargando signos de envejecimiento camine por la calle. Mientras tanto, cada pedazo de carne célebre que se sacrifica para vencer al monstruo, al que se le atribuyen efectos tan graves como distorsión de la imagen corporal y desmanes en hábitos alimentarios, se festeja como un acto mitológico. El Photoshop, eslabón encontrado entre la paranoia estándar y la cirugía indolora, está sobrevaluado. Aun admitiendo que la autenticidad siga siendo un valor en este mundo post post, líquido o como quiera definirlo hoy usted mismo, difícilmente sea el Photoshop uno de sus verdugos. Ni la publicidad conserva su antigua potencia de manipulación entre consumidores expertos y voraces, ni el Photoshop goza de la impunidad que en el siglo XX tuvieron la iluminación profesional y el make up para la confección de estrellas. Ya no hay resquicio para la mirada ingenua al cien por ciento luego de tanto “antes y después” disponible en revistas, en escraches, en YouTube.
Así es que en este plano inclinado, lo que intenta ser campaña biempensante se vuelve como un boomerang (mirar la foto de Britney) y lo que parece una manipulación descarada (mirar foto de Madonna) se vuelve liberador.
Hace unos días, Britney Spears posó como ella se trajo al mundo para la campaña de la marca Candy y luego parece que se negó a que la sometieran a una sesión de retoques. Además, dio permiso para que el Daily Mail publicara las dos versiones. Original y trucada. Las flechas didácticas señalan reducción de dos talles, tatuaje suprimido, pecas, venitas, celulitis afuera. Los comentarios destacan el valor de Britney. ¿Valiente por no alterar fotos en las que se la ve bien, muchísimo mejor que en los últimos cinco años? ¿Por desenmascarar al archi-desenmascarado photoshop que ya forma parte del vocabulario básico como chiste, verbo, objeto y adjetivo?
¿Y si hubiera sido el de Britney un acto de coquetería, seguridad ante el cuerpo recobrado? Hagamos un poco de historia. La princesa promesa del pop cayó cuando estaba a punto de heredar el trono, por su propio peso. Dos embarazos, declaraciones del tipo “me gusta comer comida chatarra”, “nunca más volveré a ser sexy”, “aumenté seis kilos en cuatro semanas”, secundadas por fotos que destacaban rollos y calzas a punto de explotar, redujeron su brillante carrera a una apuesta por su recuperación. Como aquellos señores y señoras que dedican horas al gimnasio y luego salen con musculosa en pleno invierno, Britney bien pudo haber salido a mostrar su trabajo, que valía más visto así que retocado como una cualquiera. Tal vez lo que fue un festejo se interpretó como laceración. Ahora, todos sentados a mirar, frente a la pantalla alguien opina que está bastante buena, alguien dice que no, que está destruida, y otros asumen posiciones intermedias. Buena señal para los apocalípticos: la disciplina de la imagen no ha conseguido comprar el juicio de los jurados. Señal mucho más promisoria: entre los que miran la foto, alguien afirma: “aunque sea un poquito de Photoshop, para mí que tiene igual”.
En Interview Magazine, y casi por los mismos días, Madonna se dejó hacer. Después de mirar la serie de fotos que ilustra una conversación doméstica con Gus Van Sant, no es descabellado imaginar al ejército de esclavos trabajando sin dormir eligiendo qué rasgo conservar para que algo nos recuerde a Madonna. Es ella y no es. No tiene arrugas, pero por poco casi no tiene cara. Su piel de manequin recién horneada se funde con el fondo cuando la toman en primer plano. Las manos no se parecen a las de otras fotos que hemos visto de ella, las cejas sí. Aquí no se ha borrado una venita, ni un par de talles, es un ejercicio de “estrella ficción”. Que se agregue a la lista de catástrofes entonces, que el Photosop altera la relación de las personas con su destino.
Mientras Britney recibe mensajes de apoyo, Madonna es vapuleada por tramposa. Pero, ¿acaso hay alguien capacitado para caer en esta trampa? ¿Hay trampa? La autenticidad de Madonna reside en esta construcción profesional de un objeto que va cambiando antes que los consumidores la abandonen, basado en ella.
Construcción cuando canta apoyada o superada por los coros, cuando se busca un novio joven por una temporada, cuando invita a una cámara a la cama con ella.
La manipulación fotográfica es más antigua que la fotografía. En un compendio sobre curiosidades, se consigna que la primera foto trucada de la que se tenga registro data de 1865 y fue la de Abraham Lincoln. Se precisaba una foto del presidente de pie, vestido con cierta elegancia, en una pose que pasaría a la historia. El presidente estaba muerto. La foto se hizo igual. El rostro es de él, el cuerpo le pertenece a John Calhoun, que a su vez había sido vicepresidente de los Estados Unidos y concordaba bien en talle. La técnica precaria unió como nunca a un presidente con un vice. El rostro de esa foto hoy aparece en los billetes de 5 dólares.
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