Sáb 06.11.2010
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CINE > UNA GUíA PARA EL 25º FESTIVAL DE MAR DEL PLATA

Las perlas del Atlantico

Vuelve el Festival de Mar del Plata, que arranca el sábado 13 con Somewhere (En un lugar del corazón), la última película de Sofia Coppola ganadora del premio mayor del último Festival de Venecia. Además habrá estrenos argentinos, desde el western gauchesco Aballay de Fernando Spiner hasta un debut apocalíptico llamado Fase 7 de Nicolás Goldbart. Por supuesto no faltarán viejos conocidos festivaleros como el Jian Zhang-Ke, Hong Sang-soo, Thomas Vinternberg, Mathieu Amalric y otros. Se destaca también la retrospectiva a Marco Ferreri y un homenaje a Salvador Samaritano. Como todos los años, Radar hurga en esta frondosa oferta y selecciona lo mejor, lo más raro y lo imperdible.

Australia profunda

La recuperación de una de las películas más legendarias de la historia, Wake in Fright, de Ted Kotcheff, en una completa retrospectiva de cine australiano.


Un par de años atrás, la proyección del documental Not Quite Hollywood fue uno de los mayores eventos estrictamente cinematográficos del Festival de Mar del Plata. No necesariamente por la cantidad de público que llevó a las salas, ni porque se haya convertido después en materia de discusiones, sino porque hablaba ciento por ciento de cine: del que fue, del que pudo haber sido, del que ya no es. Dirigida por un tal Mark Hartley y subtitulada The Wild, Untold Story of Ozploitation! (¡La salvaje historia no contada del cine de explotación australiano!), demostraba a través de una colección de clips y fragmentos de películas mayormente de los ’70 y principios de los ’80, la vitalidad de aquella cinematografía –sus arriesgados niveles de violencia, su ímpetu sexual, sus bestiales retratos de la sociedad de su época, su espíritu de provocación– y, por contraste, la anemia del cine del siglo XXI. Entre los muchos fragmentos aparecía un título de 1971, destacado por su influencia y su carácter seminal: la película se llamaba Wake in Fright, participó en la competencia oficial de Cannes, llegó a la Argentina bajo el título Hombre sin mañana, y después de un recorrido internacional no siempre afortunado se convirtió en un film perdido por lustros, del que hasta hace poco no se conservaba un negativo en condiciones que permitiera recuperarla para el dvd o al menos una copia televisiva decente. Cuando, recién el año pasado, se completó su restauración digital en base a un negativo encontrado en Estados Unidos y rotulado para su destrucción, la película prácticamente renació, y volvió a recorrer el mundo recuperando el nombre un poco olvidado de su director, un canadiense que tuvo su hora de gloria en el cine (una década más tarde filmaría la primera Rambo), llamado Ted Kotcheff. Más importante aún, permitió comprobar que la película estaba a la altura del recuerdo de quienes la vieron en su momento; del mito del que Nick Cave llamó “el mejor y más aterrador film sobre Australia que se haya hecho”.

El argumento de Wake in Fright parte de una de esas ideas que sólo podían llegar al cine en los ’70. Un joven maestro llamado John Grant (el actor Gary Bond) paga su deuda con el Estado, que subsidió su educación terciaria, no sin cierto dolor, dando clases en una escuela de Tiboonda, una localidad aislada en el infinito desierto australiano. Con el plan de visitar a su novia durante las vacaciones navideñas, Grant parte en el tren que debería conectarlo con el vuelo a Sydney, pero queda varado en el pueblo de Bundanyabba. Lo que sigue es el encuentro de dos mundos que Grant cree esencialmente distintos: el de un hombre con educación (él), y el de ese conjunto de “bestias” que viven para la bebida, el juego y las trompadas en un lugar en el que no parece haber nada mejor que hacer. Sólo que, a poco de llegar, pierde todo su dinero en un raro juego de apuestas local y queda atrapado por la que él considera que es la “agresiva hospitalidad” de los locales. La anécdota termina siendo, como en muchas grandes películas, mínima y enorme a la vez: en unos pocos días el protagonista se descubre mucho más parecido a aquellos que desprecia de lo que le gustaría reconocer. Wake in Fright se ganó el rechazo de buena parte del público australiano por lo que consideraron un retrato prejuicioso de la sociedad –con apuntes sobre su misoginia, y con un por entonces escandaloso apunte sobre una relación homosexual, todo en un lugar donde casi no hay mujeres–, pero la película abordaba justamente eso que se le adjudicaba: cierto temor de la gente de ciudad por el interior profundo que desconocen y que, en el caso de Australia, con su extenso outback, es especialmente profundo. No por nada es un tema que aparece con insistencia en otras películas de la época, como The Cars That Ate Paris, rarísimo primer largometraje de Peter Weir, sobre un pueblo que provoca y capitaliza los accidentes automovilísticos de quienes pasan por allí. Para Ted Kotcheff –que llegó al proyecto luego de que fracasaran los intentos de Dick Bogarde de llevar al cine la novela en que estaba basada, del australiano Kenneth Cook, con Joseph Losey como director– nunca hubo prejuicio, sino pura observación, y sentía que, siendo canadiense, lo unía con los australianos el pasado colonial de su país y la pertenencia a un territorio con amplios espacios vacíos, que, “lejos de liberar, encierran y asfixian a sus habitantes”.

Wake in Fright es la principal razón para acercarse al foco australiano de este festival, en el que se verán otros films del boom, como la citada The Cars That Ate Paris, y, entre, otros, los notables The Chant of Jimmie Blacksmith (Fred Schepisi, 1978) y Mi brillante carrera (Gilliam Armstrong, 1979) y dos de uno de los visitantes que llegarán a Mar del Plata en esta edición, Bruce Beresford: Asalto al camión blindado (Money Movers, 1978) y Después de la emboscada (Breaker Morant, 1980). Además, por fuera de la retrospectiva, en la sección Hora Cero, se dará la nueva del director de Not Quite Hollywood: Machete Maidens Unleashed!. Que sigue un mismo camino que aquélla, pero especializándose esta vez en el cine ultrabarato de género realizado en Filipinas entre los ’70 y los ’90.

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