MúSICA > ANVIL DEBUTA EN BUENOS AIRES
Surgieron como los pioneros del speed metal en los ’80, inspiraron a bandas como Metallica, Anthrax y Guns n’ Roses y compartieron escenarios con Bon Jovi, Scorpions y Whitesnake. Pero a mediados de esa década, los canadienses de Anvil desaparecieron del mapa. Siguieron tocando mientras todos les dieron la espalda, hasta que, más de veinte años después, un ex plomo, ahora guionista de Hollywood, los rescató con un documental multipremiado, Anvil! The Story of Anvil, que los consagró contando sus más de tres décadas de historia. A los cincuenta y pico, el éxito los hizo recorrer el mundo otra vez y ahora los trae por primera vez a Sudamérica.
› Por Javier Alcacer
Cuando tenían catorce años, los canadienses Robb Reiner y Steve “Lips” Kudlow hicieron una promesa. Es probable que para aquel entonces ambos ya hubieran hecho y roto varias de ellas y también que seguirían haciendo nuevas y rompiéndolas a lo largo de su vida, pero ninguna habrían de mantenerla durante las próximas tres décadas, ninguna marcaría su futuro como la que hicieron en 1973, cuando estaban en la secundaria; Reiner, baterista, y Lips, cantante y guitarrista, prometieron que serían estrellas de rock. En 1978, para cumplir ese sueño, formaron la banda de heavy metal Anvil (“yunque” en inglés), inspirada en Black Sabbath, Deep Purple y Led Zeppelin. El primer indicio de que la cosa iba en serio fue que, a poco de editarse el primer disco, Hard ‘N’ Heavy, Lips rechazó la convocatoria de Lemmy Kilmister para sumarse a Motörhead. En 1982 pareció que iban a concretar su sueño cuando su disco Metal on Metal, a caballo de su tema homónimo, se convirtió rápidamente en un clásico del joven speed metal, una variante furiosa y acelerada del género. Los púberes que luego formarían Metallica, Anthrax, Slayer y Megadeth, los cuatro grandes del metal, quedaron fascinados por el nuevo sonido que proponía Anvil. La letra, además, era toda una declaración de principios y terminó de convertir a la canción en un himno: “Metal sobre Metal / Es lo que deseo / Lo más alto mejor / Me revolcaré en mi tumba / Metal sobre Metal / Los oídos empiezan a sangrar/ Rotándolo todo / Satisfaciendo mi necesidad”. Lips aparecía en las tapas de las revistas de rock con los uniformes S&M que vestía en los recitales y vibradores como los que frotaba contra el puente de su Flying V en los solos. Reiner era considerado uno de los mejores bateristas del metal. Los Anvil tocaban ante multitudes, recorrían el mundo de gira con Whitesnake, Scorpions y Bon Jovi. Pero a mediados de los ochenta, todo aquello que habían conseguido se desvaneció, culpa de malas decisiones de los managers y peleas con los sellos discográficos. Lips y Reiner quedaron en la sombra mientras que aquellas bandas con las que habían compartido camarines y aquellos a quienes habían inspirado vendieron millones. Aun así y a pesar de que varios miembros de la banda bajaron los brazos, los dos amigos no se dieron por vencidos y siguieron grabando y haciendo presentaciones en vivo para una cantidad cada vez menor de personas. Los títulos de sus sucesivos álbumes dan testimonio de la lucha de Anvil: Plugged in Permanent, Absolutely no Alternative, Plenty of Power, Still Going Strong. La tapa de este último es similar a la de 5015, de Van Halen: una estatua sostiene en sus hombros el icono de la banda, un yunque, por supuesto, mientras a sus espaldas se desata una tormenta eléctrica. La postura revela un esfuerzo mayúsculo, pero es difícil decidir si la presión va a hacer ceder al personaje o antes va a ser golpeado por un rayo. Era una portada certera: no parecía que hubiera regreso para ellos; el heavy metal, además, no es un género que las discográficas se enloquezcan por revitalizar, a pesar de su sostenida popularidad. Pero cuando los miembros fundadores cumplieron cincuenta años de edad, el cine les brindó una última oportunidad.
“Yo pensaba que estabas muerto o que te habías convertido en un abogado”, le dijo Lips a Sacha Gervasi cuando éste retomó el contacto con él. En el pico del éxito de la banda, Gervasi se había escapado de su casa para acompañar a Anvil a recorrer el mundo. Tenía quince años y fue adoptado como mascota de la gira. Como era inglés, lo apodaron “Teabag” (Saquito de té). Con el tiempo, perdió contacto con ellos. Lips no estuvo muy equivocado: Gervasi había pasado una temporada estudiando derecho y casi se muere, lo echaron de la universidad cuando tuvo una sobredosis. Se había alejado del heavy metal y había estado tocando la batería en la banda que tenía con su amigo Gavin, Future Primitives. Un año después de haber dejado la banda para ir a estudiar cine a Los Angeles, ésta se consagraría tocando los temas que él había ayudado a componer; para entonces la banda se había cambiado el nombre a Bush (dos curiosidades más sobre la excéntrica vida de Gervasi: tiene un hijo con la ex Spice Girl Geri Halliwell y en diciembre se casó con una de las herederas del imperio Rothschild). En 2004, escribió el guión de La terminal, la película de Steven Spielberg. Pero Gervasi quería dirigir, y se puso a buscar algún tema personal para basar su película. Entonces se acordó de sus días –y de sus noches– con los Anvil. Y descubrió que en todo ese tiempo que había pasado, Lips y Reiner habían seguido en carrera (“A veces tocábamos en lugares en los que no había nadie”, dijo el cantante). Gervasi les escribió un mail y se enteró de que una fanática italiana les había propuesto una gira por Europa, que ya tenían aseguradas varias fechas y que cobrarían 1500 euros por show. “Nunca habían parado, era increíble. Todavía creían que podían lograrlo. Yo estaba tan sorprendido y shockeado por su completa negación a rendirse que pensé que esto era una versión real de la historia de Rocky”, declaró Gervasi, que de inmediato juntó a un equipo de filmación en Toronto, la ciudad en la que viven los músicos. Así nació Anvil! The Story of Anvil, el resultado de dos años de convivencia con la banda. El documental comienza con los preparativos para la gira por Europa. La situación es delicada: la familia de Lips cree que debería dar por terminada su carrera musical, él trabaja repartiendo el almuerzo en las escuelas mientras prepara el material para su decimotercer disco y repite una y otra vez que está tranquilo porque nada puede ir peor y que, si por algún motivo llegase a ir peor, él estaría igual feliz porque hizo lo que quería y le gustaba (¡“Como Frank Zappa!”, dice). Reiner es obrero de la construcción y C5, el bajista, vive en su garaje. La gira a Europa parece ser el último manotazo de ahogado. Pero allá todo sale mal: fechas canceladas, trenes perdidos, noches en terminales, presentaciones ante cinco personas, shows en estadios vacíos... Es imposible no recordar This Is Spinal Tap, aquel documental apócrifo dirigido por Rob Reiner (suena igual que el nombre del baterista de Anvil, pero el nombre de pila de aquél se escribe Robb) que narra la historia de una banda que su burla de los lugares comunes del heavy metal y que es la película favorita de Lips. “Sabíamos desde el principio que era imposible hacer una película sobre una banda de rock avejentada que trataba de recapturar un momento de gloria lejano”, dijo Gervasi. “A favor o en su contra, iba a ser comparada con Spinal Tap de todas maneras. Así que decidimos aprovecharlo, lo usamos como caballo troyano para que en los primeros veinte minutos uno crea que esto es una versión real de Spinal Tap. Pero después la película cambia y se vuelve algo distinto.” Sea uno fanático del heavy metal o no, es imposible no terminar conmovido por las desventuras de la banda.
De regreso del accidentado tour, Lips busca la manera de conseguir el dinero para pagarle al productor de Metal on Metal (Chris Tsangarides, responsable del disco Painkiller, de Judas Priest) para que grabe su nuevo álbum, This is Thirteen, y así recuperar el sonido original, pero la tensión entre Rob y Lips pone en jaque la continuidad de Anvil. De cada uno de los conflictos terminan surgiendo momentos de amistad pura, como cuando todo parece perdido y Lips declara a la cámara que siempre tiene la posibilidad de tirarse a un precipicio, pero su amigo Reiner le dice que no podría, porque él no lo dejaría hacerlo. Por supuesto, el hecho de que se estén presentando esta semana –por primera vez en sus treinta y tres años de historia– en Buenos Aires marca que el punto de llegada del documental tiene un final feliz, aunque mucho más lo es lo que pasó después de su estreno.
Anvil! The Story of Anvil fue una bomba que dejó un tendal de lágrimas y elogios que fueron mucho más allá del mundo del metal. “Es el mejor documental que vi en 25 años”, dijo Michael Moore. Desde el diario The Times lo llamaron el mejor musical de la historia del rock and roll. Parece el reverso humilde de Some Kind of Monster, ese gran documental de Metallica que muestra a los principales exponentes del metal como unos cuarentones millonarios aburridos y aterrados por el éxito que los convirtió en lo que son.
“Si no hubiésemos seguido tocando, esto no nos hubiese pasado”, razona Lips. Ahora los tres dejaron sus otros trabajos para dedicarse tiempo completo a la música y volvieron a integrar el circuito del heavy metal, con presentaciones en festivales masivos como el Download, donde tocaron frente a 60 mil personas. Además, pasaron por los principales late night shows de los EE.UU.; después de que Michel Gondry quedara emocionado por la película accedieron a filmar un cameo para la reciente El Avispón Verde, sus canciones aparecieron en los videojuegos Brütal Legend y Rock Band 2 y también en un capítulo de Los Simpson. Para los próximos meses se espera el lanzamiento de Juggernaut of Justice, el decimocuarto disco de su carrera.
Pero donde más profundo caló la historia de Anvil es en sus colegas. “Todos ellos eran buenos en lo que hacían”, dice Lemmy acerca de la banda “Pero si no estás en el lugar adecuado, no lo vas a lograr.” Dave Grohl, ex Nirvana, hoy Foo Fighters, dijo algo parecido cuando tuvo que presentarlos en la ceremonia de los Independent Film Spirit Awards, donde la película ganó el premio al mejor documental. Angus Young los eligió para abrir las presentaciones de AC/DC en Canadá durante el Black Ice Tour ¿Por qué? Según palabras de Lips: “Angus dijo que quería ver a Anvil triunfar”. A David Byrne se lo vio en varios recitales haciendo headbanging, Slash tocó con ellos en Sundance y estaba muerto de nervios por conocer a Lips, los Pearl Jam le rogaron a Gervasi que les diera una copia para ver el documental mientras estaban de gira. Es como si la historia de Lips y Reiner les hubiese recordado a los que creían que ya se habían asegurado el éxito en sus carreras que el talento nunca es suficiente, que la suerte tuvo, tiene y tendrá un factor fundamental en sus carreras y que no todos ellos hubiesen insistido treinta años –o cuarenta, o cincuenta– hasta que su gran momento llegase.
Anvil toca este viernes, junto a Primal Fear,
a las 18 en el Teatro de Flores,
Av. Rivadavia 7800.
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