INTERNET > LLEGAN LAS .XXX Y YA HAY POLéMICA
› Por Soledad Barruti
Hace trece años, en aquellos años locos donde todavía había quienes daban sus primeros pasos en el cyberespacio, el mismísimo hogar oficial del presidente de los Estados Unidos (precisamente de Bill Clinton) protagonizaba uno de los eventos más famosos de “pillería” triple x. Dan Parisi, un entrepeneur en el arte de enloquecer a grandes marcas robándoles sus nombres, logró hacerse de la dirección www.whitehouse.com, mientras el gobierno inauguraba el .gov (y otros tantos dominios que ratificaban el contenido al que se iba a acceder ordenando el caótico mapa de la web). El plan de Parisi consistía en ganar dinero con una web que se haría famosa rápidamente cuando inocentes usuarios interesados en cuestiones de Estado, se vieran enfrentados a puro material non sancto. El caso fue resuelto varios años después (porque Parisi decidió venderlo) y conserva como memorabilia una curiosa carta (que decía algo así como “Estimado Sr., por más desagradable que su negocio pueda ser, no cuestionamos su derecho a perseguir o ejercer sus derechos estipulados en la Primera Enmienda. Lo que sí cuestionamos es su derecho a utilizar a la Casa Blanca, al presidente y a la primera dama como una herramienta de marketing para su negocio”). Pero casos como ese siguieron reproduciéndose a granel.
Sumando los más de cinco millones de sitios con “entretenimiento para adultos” que se contabilizaron en 2010, más el spam y las apariciones de chicas desnudas en los espacios más insospechados, la web está llena de porno, que uno se va topando cuando menos se lo espera.
Ahora, hay quienes aseguran estar haciendo algo para que el asunto se resuelva: después de diez años de debate el viernes pasado se habilitó oficialmente lo que ya es conocido como La Zona Roja de Internet. Haciendo oídos sordos a la proclama (insólitamente) conjunta de pornógrafos y grupos ultracatólicos, la organización que regula los dominios de los sitios webs permitiendo la navegación (Icann), asentó como .xxx la terminación no obligada pero sí sugerida de aquí en más para mostrar chanchadas.
Sus impulsores sostienen que esta medida mantendrá a salvo a aquellos que buscando pollo frito se topen con algo como “porn star fucking the zoo”. Pero nadie parece estar muy de acuerdo. Porque lo que sucede en realidad es que al no ser obligatorio para nadie usar tal o cual dominio (lo único que permitiría un control más efectivo), los empresarios de los sitios más visitados se verán obligados a duplicar sus portales (lo que, por supuesto aumenta sus gastos). Unidos en una asociación pro libertad de expresión de su negocio, con Larry Flynt como uno de sus voceros más vigorosos, dijeron que “esto es un golpe más a un negocio golpeado por la piratería; el nuevo sistema sólo sirve si se vuelve una herramienta de censura”. Acto seguido, unidos a sus actores y actrices, el mismo viernes organizaron una marcha para repudiar la aprobación que de todos modos estaba siendo sancionada.
Los militantes conservadores, por su parte, esgrimen que con ponerle el .xxx se legitima lo que ellos tanto vienen queriendo erradicar (y que “se acorta el camino de los niños, que ya no van a tener que ingeniárselas para llegar al material prohibido”).
Como sea, ya hay más de 200 mil pedidos para crear .xxx. y quien se relame es el encargado de cobrar los 60 dólares a cada interesado: Stuart Lawley, uno de los mil británicos más ricos que existen, y quien preside la oficina destinada al registro de dichos dominios (IMC). Un hombre que sabe mejor que nadie que en sexo virtual el tamaño no importa, pero el nombre sí. De hecho, para corroborar esa premisa, el mismo viernes que le daban luz verde al .xxx se suspendía la esperadísima subasta del nombre Sex.com, que la empresa que ahora vende –Escom– compró en su momento por 14 millones de dólares.
Para la IMC (y para muchas otras compañías que están esperando cortar su tajada de esta propuesta), las flamantes .xxx no son más que una prueba piloto para una empresa mucho más arriesgada: una nueva manera de expandir la agónica web. Porque Icann ya tiene en carpeta otros 400 dominios que esperan ser aprobados, para sumarse a los apenas 21 existentes. Y hay de todo: .hotel, .bank, .city, etcétera.
Por eso, no bien se promulgó la triple equis, desde la Casa Blanca donde ahora duerme Obama se encargaron de dejar en claro que no los habían querido escuchar pero que no están para nada de acuerdo. “Estamos decepcionados de que la Icann haya ignorado el consejo claro de los gobiernos en todo el mundo, incluidos los EE.UU. Esta decisión va en contra del interés público mundial y abrirá la puerta a más bloqueo de Internet por parte de los gobiernos, así como a socavar la estabilidad y la seguridad de Internet”, dijo Lawrence Strickling, la asistente de Comercio de Obama en materia de información y comunicación. “Si usted como consumidor intenta establecer una cuenta de cheques en línea, y tiene que decidir a qué página web dará a su información personal –citi.bank, citi.com, bank.citi, citi.bankaccount, citichecking.bankaccount– ¿cómo va a determinar cuáles son los sitios de confianza y cuáles son los fraudulentos?”, se pregunta, oportuna y maliciosamente Nao Matsukata, un miembro de la asociación contra el abuso de los dominios (un cargo que sólo muestra cuán complejo es todo este entramado). “La aparición masiva de dominios de nivel superior abrumará el marco de la lucha contra los delitos informáticos, exponiendo a millones de usuarios de Internet a un riesgo innecesario”, concluye.
Una vez más, la lucha de caos vs. control muestra un nuevo avatar. Y una vez más, todo se desata en la cama.
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