Dom 17.04.2011
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MúSICA > EL FABULOSO DEBUT DE JANELLE MONAE

Viajera en trance

A los 25 años, desde su estudio en Atlanta –que, más que estudio, es una usina creativa–, Janelle Monae se ha convertido en la última gran innovadora de la música negra, con la bendición de consagrados como Prince y OutKast. Usando la metáfora del extraterrestre y el viaje en el tiempo a la manera de Sun Ra y Funkadelic para referir a la experiencia de los negros en Estados Unidos, se acaba de editar acá The ArchAndroid, un disco saludablemente excesivo y ambicioso que saluda al pasado y piensa en el futuro.

› Por Martín Pérez

Los bigotes de Jack White, el peinado de la Princesa Leia y los cigarros de Fela Kuti. Apenas tres ejemplos de la inspiración que Janelle Monae –junto a sus compinches Chuck Lightning y Nate Wonder– reconocen amplia y generosamente durante cada uno de los dieciocho temas de su arrasador debut para una multinacional, un disco que contiene multitudes. Sobre todo porque las referencias se multiplican y explicitan en cada sorprendente canción: la sonrisa de Bob Marley, Ze Pequenho de Ciudad de Dios, los puños de Muhamad Ali, la capa de James Brown, el monstruo de Frankenstein y siguen las firmas. Más de un mundo, más de un universo colisiona en el saludablemente excesivo y ambicioso The ArchAndroid, dando como resultado la historia de un androide que se rebela contra las limitaciones de su tiempo. Como tantos otros artistas afro antes que ellos, desde Sun Ra hasta Funkadelic, la vida del extraterrestre o el viajero temporal es asimilada a la experiencia de la raza negra en los Estados Unidos, y es así como Janelle Monae termina siendo la encarnación de las minorías en cada una de las canciones de un disco que, junto al de Kanye West, supo arrasar en todas las encuestas del año pasado, convirtiéndola en una suerte de megaestrella en ascenso, yin negro ante el yang tan blanco de Lady Gaga, otra súbita nueva estrella del nuevo siglo que también encarna lo diferente. Con Big Boi de OutKast primero y Sean “Diddy” Combs después avalando el proyecto, más la bendición de Prince y Erykah Badu, entre otros, tanto un excesivo jopo como los trajes asexuados son la marca de fábrica de la pequeña pero explosiva Monae, que ansía crear con su arte un lugar nuevo bajo el sol. “Creo que una idea puede transformar a una nación entera”, asegura Janelle. “Porque el arte y la música son los que cambian la vida de la gente, tanto si se dan cuenta como si no”, explica la artista a quien se puede disfrutar a pleno cantando su hit “Tightrope” –tanto en el video oficial como en su explosiva aparición en el programa de Letterman, ambos accesibles a través de YouTube– en medio de su universo de blancos y negros, un detalle que, según cuenta, le permite escapar de los grises del mundo real que la rodea.

ODISEA ESPACIAL

Tal vez el primer movimiento que llevó a Janelle Monae al lugar donde se encuentra ahora haya sucedido seis años atrás, cuando fue despedida del Office Depot de Atlanta, donde trabajaba. Había llegado allí luego de renunciar a una beca para estudiar teatro musical en Nueva York, que se había ganado con una infancia creativa en Kansas. “Vivíamos con mi familia cerca del campus de la universidad, y ver pasar a los alumnos me hizo querer alcanzar esa vida de estudios”, explicó alguna vez Monae, recordando su infancia como Janelle Morrison, hija de un padre drogadicto y una familia llena de conflictos, por lo que asegura que no solía escuchar música de pequeña sino que lo que buscaba era el silencio, el refugio donde podía imaginar esos otros mundos en los que querría vivir. “Nunca usé drogas. Yo soy la droga”, asegura la artista de 25 años, que supo acceder a un programa de jóvenes dramaturgos en Kansas, el que posteriormente la llevó becada a Nueva York. Pero como se sintió –al ser la única afronorteamericana entre blanquitos– restringida en materia de roles posibles, decidió tomar el riesgo de abandonar lo que había conseguido y poner rumbo a Atlanta, donde vivió en un dormitorio comunal, empezó a tocar sus canciones y hasta grabó un disco casero que vendía a través de Internet. Contestando alguna carta de un fan en horario de trabajo fue que se ganó el despido, lo que la inspiró para componer el tema “Lettin Go”, que forma parte del compilado Got Purp Vol 2. (2005), del sello de Big Boi. Ya con Lightning y Wonder a su lado, Janelle editó luego el EP Metropolis: suite I, The Chase (2007), con el que comienza la vida de su alter ego androide, Cindy Mayweather. Con tanto el recién descubierto Fritz Lang –gracias a su amigo Lightning– como los recuerdos de infancia viendo Twilight Zone como combustible, la historia del alter ego de Janelle deslumbró a P. Diddy, que puso el dinero necesario para hacer funcionar Wondaland (el estudio y universo creativo del trío), reeditar el EP y luego grabar The ArchAndroid. “Un disco que es como una aventura épica de James Bond, pero en el espacio”, intenta explicar Monae. “Porque esa descripción reúne todas las cosas que amo: las bandas de sonido para películas como Goldfinger, discos como Music On My Mind de Stevie Wonder, Ziggy Stardust de Bowie y zapadas experimentales de hip hop como las que hay en Stankonia, de Outkast.”

ARMAS DEL FUTURO

“Creemos que las canciones son naves espaciales. Creemos que la música es el arma del futuro. Creemos que los libros son estrellas”, asegura el manifiesto que se puede leer en la página de Wondaland Arts Society, de donde parece salir la fuerza y el poder de la imaginación, tanto musical como narrativa, que hay detrás de un objeto artístico como The ArchAndroid. Ubicado en los suburbios más convencionales de Atlanta, Wondaland ha sido descripto como un dúplex con viejas máquinas de pochoclo, relojes a lo Dalí en las paredes (“Son para los viajeros en el tiempo”, asegura Janelle) y tanto libros de negocios como novelas de Zadie Smith o Junot Díaz. De allí es de donde salen los proyectos para llevar la historia de Cindy al cómic o hacer de cada tema del disco un video, y donde complotan sus integrantes, de los cuales el más expresivo parece ser Chuck Lightning, que el año pasado compiló un fascinante disco sobre la actualidad de la música negra para la revista The Believer, de Dave Eggers, del que participaron artistas afines al proyecto, como Of Montreal, Saul Williams o Cody Chesnutt, entre otros. “Aquí en Wondaland nos llamamos a nosotros mismos thrivals, artistas que no se preocupan por raza o género, y escribimos manifiestos bajo la forma de canciones para bailar”, escribió Lightning, que junto a Nate Wonder forma el dúo Deep Cotton, aún sin disco debut. Discutiendo sobre el valor real de tener a un afronorteamericano como presidente de los Estados Unidos, un entusiasta Lightning aseguraba: “Tal vez, más que ninguna otra cosa, nos ha dado a los artistas el derecho de creer que, aun cuando la radio no la transmita, y la televisión no la televise, la revolución es real, ya que las masas se están armando con auriculares, bailando y prestando atención”. Y ese es el espíritu que moviliza a una artista como Janelle Monae, que dice usar uniformes en el escenario como homenaje a sus familiares, que fueron porteros o carteros y también usaron uniformes. “Quiero demostrar que no hay una sola forma de ser mujer en el negocio de la música”, asegura la pequeña Janelle, que cuenta que antes las revistas querían ser las primeras en vestirla con vestido y tacos. Pero ahora Vogue la llama para que luzca su femineidad en smoking. Como asegura en el contagioso “Cold War”, poderoso y emocionante desde el flamante video que la presenta como una nueva Sinead O’Connor: “Esto es una guerra fría/ mejor que sepas por lo que estás peleando”. Janelle y los suyos lo tienen bien claro. Y por eso es que ponen a la música bien adelante.

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