PERSONAJES > ANDREJ PEJIC: LA MUSA MASCULINA Y FEMENINA DE LA MODA
› Por Soledad Barruti
Andrej Pejic tiene el encanto hipnótico de las hadas. Detrás de sus cejas tupidas color avellana, de esos ojos oscuros y profundos, hay una mirada musical, la mirada de un chico. Pero también tiene ángulos delicados, suaves y a la vez precisos, como las esculturas griegas. Un pelo fino, dorado. Los labios que parecen delineados por los dioses. Y hacia la derecha de la comisura de la boca no uno sino dos perturbadores lunares negros; los lunares de una chica de algún país nórdico de piel lisa, blanquísima, perfecta. A esa sofisticación exótica hay que agregar una buena altura llevada con delicadeza natural y una extremada delgadez que lo vuelve encantadoramente frágil, perfecto para esos vestidos de alta costura diseñados para cuerpos imposibles. Una pizca de la androginia lúdica de Bowie en los ’70 y la inocencia sospechosa de Michael Jackson en Never Land; bastante de los modelos con caderas de diez centímetros y mucho de las modelos que no llegaron a los quince.
Andrej fue descubierto por un productor cuando trabajaba en un Mc Donald’s hace tres años. Se hizo modelo de ropa masculina y pensó en hacer algo para sacar algún músculo en su contextura diminuta. Sin ponerlo en práctica, en un año llegó a estar entre los 20 mejores y sin dudas más versátiles de esa liga. Pero su salto a celebridad, a ícono, lo dio cuando los productores y fotógrafos empezaron a jugar con esa belleza particular que ostenta, esa belleza no sólo asexual sino sin sexo definido. Sutilmente pintado como mujer, este año desfiló en las pasarelas de París ataviado con las mejores creaciones femeninas de marcas como Galliano, Raf Simons y Gaultier (quien lo hizo protagonizar su colección masculina y cerrar las pasadas de la colección femenina con un vestido de novia alucinante). También protagonizó las mejores campañas, como la última de Marc by Marc Jacobs y se consagró ante la lente de los fotógrafos estrella de Vogue Italia y París.
¿El secreto de su éxito? “Soy ese ansiado lienzo en blanco capaz de asumir carga masculina o femenina”, dice bien consciente de sí mismo este chico bosnio de diecinueve años que creció como refugiado en un pueblito de trabajadores de Australia y que en estas últimas semanas fue noticia por motivos mucho menos fashion. Homofobia, censura y estupidez fue lo que lo rodeó cuando su imagen cruzó el océano desde el desprejuicio glam que vende Europa a un Estados Unidos que se empeña en comportarse como la señora pacata de primera fila.
En primer lugar su nombre ocupó el puesto 98 de la lista de mujeres más sexies del mundo publicada por la revista para hombres FHM. Pero algo que a primera vista podría parecer una jugada bastante desfachatada y sincera (sin dudas varias fotos de Andrej deben haber aturdido a más de uno), enseguida mostró su verdadera intención. Porque junto al ranking estaba la explicación del porqué de la elección: unas diez líneas hiperofensivas en donde se burlaban de “algo que puede definirse como cosa”. Un statement editorial que les sirvió también para aclarar su disgusto ante una moda que avanza cada vez más abierta, con ejemplos como Givenchy usando para su campaña a la modelo trans Lea T. “Una moda que definitivamente no estaremos siguiendo”, decía. La declaración fue levantada por una bloggera indignada (Andrej tiene fans a granel) que se dedicó a hacerla circular. Enseguida llegó la cobertura del diario británico Telegraph (que meses atrás le había dedicado una larga entrevista a Andrej), del New York Times y de ahí al resto del mundo. Hasta que los editores de FHM se vieron obligados a sacar sus comentarios sexistas y –recién esta semana– a pedirle unas pobres disculpas online a Andrej.
En medio de eso el modelo que no para de publicar salió en la tapa de la modernísima Dossier. Las pestañas larguísimas, el perfil respingado y dulce. El peinado de una diva angelical de los ‘40 y la camisa abierta dejando al desnudo el desconcierto, la confusión de cualquiera que lo mira y automáticamente lleva sus ojos otra vez de la cara de una hermosa mujer al pecho lampiño de un adolescente. ¿Es hombre o mujer? ¿Es realmente todo a la vez? ¿La belleza sin género, en estado puro? La revista fue distribuida sin problemas por toda Europa, pero en Barnes & Nobles (una de las cadenas de libros más grandes de Estados Unidos) el distribuidor llamó a los editores para pedirles que cubrieran la revista con una bolsa negra como si se tratara de un topless. Desde la editorial no tardaron en denunciar la censura. Y esa noticia también recorrió como virus la blogósfera y el más allá. La librería salió a excusarse asegurando que “jamás hicimos desde nuestras oficinas un pedido semejante”. Pero lo cierto es que el mail con el pedido está, aunque lo hayan hecho sus distribuidores y no ellos directamente.
“Soy un riesgo calculado por parte de la industria”, dijo Andrej en una de sus muchas entrevistas. Una afirmación bastante lúcida pero que no es del todo cierta. Porque si bien en la búsqueda de musas y nuevos cánones de belleza el uso de la androginia lleva un largo camino recorrido en la alta moda, el éxito magnético de Andrej supera las expectativas, inquietando a más de uno. Como un bellísimo holograma, ni siquiera los que sienten rechazo pueden dejar de mirarlo.
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