Dom 07.08.2011
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TEATRO > EL GRUPO TEATRAL DE PACO GIMéNEZ REESTRENA LO úLTIMO QUE SE PUEDE ESPERAR

Los hombres de Paco

Empezó a estudiar interpretación en la Universidad de Córdoba en 1969, en vísperas del Cordobazo, integrando grupos teatrales que buscaban reproducir en escena el agitado clima exterior. La Chispa, La Cochera y La Noche en Vela son algunos de los colectivos que integró y coordinó. Desde sus inicios hasta la actualidad, Paco Giménez se ha vuelto hombre imprescindible tanto en el teatro oficial como en el independiente. Con el reestreno de Lo último que se puede esperar, vuelve su colorida y multifacética visión del fin del mundo.

› Por Mercedes Halfon

El fin del mundo no va a suceder dos veces. Sin embargo, eso es lo que pasa en este momento. Un rubio flaco y en cuero parecido a Iggy Pop habla sobre la destrucción de la humanidad. Grita que la hecatombe final comenzó en Chernobyl, que no hace otra cosa que continuar y que nos quedan pocos minutos de vida. Pero alguien desde afuera detiene la escena y le pregunta al rubio hasta dónde piensa caminar mientras pronuncia ese texto. Se trata de un ensayo de Lo último que se puede esperar, espectáculo de La Noche en Vela, el grupo de teatro que desde 1991 coordina el cordobés Paco Giménez. Por eso ahora esa premonición fatídica, ese anuncio de ciencia ficción, debe recomenzar. El rubio vuelve a poner cara terrible mientras sus compañeros, en el otro extremo del escenario, se pasan un mate de mano en mano. Afuera de la sala en penumbras es un domingo de sol, son las doce del mediodía, la gente prepara ravioles y elige al jefe de Gobierno de Buenos Aires. Algo que para algunos –no demasiados– se asemeja bastante al fin del mundo.

Paco Giménez está desde hace dos horas sentado en la platea y da indicaciones con ese típico tonito cordobés que, diga lo que diga, a nadie puede molestar. Tal vez por eso es que haya llegado a dirigir ésta, su sexta obra con el grupo porteño. Y que haya cumplido en 2010 veinticinco años dirigiendo La Cochera, su teatro en Córdoba. Paco Giménez es uno de los pocos si no el único director que puede hacer de ida y de vuelta el camino de la periferia a la metrópoli, y siempre sale ganando. En Córdoba, donde profundiza hace décadas su estilo desbocado y provocador; y en Buenos Aires, donde es requerido para trabajar tanto en el teatro oficial como en el independiente.

DEL CORDOBAZO AL TEATRAZO

Recordemos al azar algunos de los títulos de sus obras: Enfermos del culo (con La Cochera, en 1994); Orto y ocaso (también con su grupo cordobés, en 2003); Fiore di merda (basada en textos de Pasolini, con La Noche en Vela, en 2005). ¿Cómo puede ser que este pelado, que tiene puesto un overol verde y se ríe a la par de los actores de sus ocurrencias más disparatadas, sea convocado para trabajar en el Teatro San Martín una y otra vez? Es que Paco Giménez ha pasado a lo largo de su historia como realizador por varios fines del mundo.

Giménez cuenta que se inscribió en la Licenciatura en Interpretación Teatral de la Universidad de Córdoba a los dieciséis años. “Cuando empecé a estudiar era el año del Cordobazo. Veía quemar gomas en las esquinas y no entendía qué pasaba”. En ese entonces, el equivalente teatral a la revuelta política fue la aparición de un nuevo modo de trabajo que se llamó la “creación colectiva”, y fue un furor. “Había mucha asamblea y uno se instruía en esas deliberaciones, en escuchar argumentaciones, en posicionarse de alguna manera. Y encima practicábamos la creación colectiva, que consistía en hablar sobre lo que interesa hoy. No importaban las obras maestras, lo que ya estaba escrito. Así que yo no estudié nunca nada de todo eso, ni el método de nadie. Aprendí a inventar.”

Esa firmeza en sus convicciones lo llevó, apenas finalizada su formación, a conocer al grupo La Chispa, el eslabón teatral de la agrupación maoísta Vanguardia Comunista. Con ellos practicó un teatro social en sindicatos, en fábricas y en escuelas. Pero La Chispa se apagó muy rápido. Dos años después de la incursión de Paco, sobrevino el golpe militar. “Varios de los integrantes se fueron, hubo gente que murió. Justo en ese momento llegó una invitación de un festival de teatro político que se hacía en México. Así que fue una oportunidad propicia para irnos.”

Es un lugar común, pero la vuelta a la democracia fue el motor de la renovación teatral en Córdoba. Giménez cuenta que cuando llegó, no necesitó tocar ningún timbre, recordarle a nadie quién era. Había tantas ganas de salir del entumecimiento en el que habían estado metidos, que sólo se tuvo que sumar a esa fuerza centrífuga que estaba en el aire.

Un grupo de ex compañeros de La Chispa lo llamó para tomar clases con él, y empezaron a juntarse en un garaje. “Nuestro primer espectáculo, Delincuentes comunes, fue natural estrenarlo ahí. Por eso fue que nos bautizamos La Cochera. Y sin darnos cuenta, un poco inauguramos esa moda de hacer obras en galpones, que ahora es tan común.”

COMO MOTO EN LA COCHERA

Hay una mujer que recorre la ciudad pidiendo que la maten, hombres que aprovechan la volada para tener sexo ocasional, un grupo de amigas que se junta a cantar las canciones que ya no van a tener sentido por incluir la palabra “mañana”, payasos merqueros que impostan la alegría y buscan sumar adeptos, intelectuales que quieren escribir el texto perfecto sobre el fin, un payador que recita a Faulkner, y hay también quien simplemente se queda esperando que lleguen esas espectaculares, insólitas, únicas, imágenes: las del fin del mundo. Estas y muchas más son las peripecias que se suceden en Lo último que se puede esperar, la última obra de Paco Giménez y su grupo porteño. Se trata de un reestreno y una reversión: la obra se estrenó a principios de año en el Teatro San Martín, pero infortunios varios alejaron a algunos actores y hubo un radical cambio de escenario: de la apaisada Cunill Cabanellas a la profunda sala de Patio de Actores. Así que en cierto modo es una nueva obra.

Este domingo, viendo el ensayo, escuchando a Paco Giménez ajustar, modificar, sugerir nuevas opciones frente a todos los imponderables posibles, se tiene la sensación de que nada podría detenerlo. Que su concepción del teatro es un gran Pacman que todo lo deglute y lo integra, lo devuelve lleno de vida. Como muestra de esa energía está Charada, también de su autoría, en cartel desde hace meses.

Y el origen de todo este impulso hay que encontrarlo en su Córdoba natal, en el grupo de teatro que armó hace más de veinticinco años y aún pervive y estrena una cantidad sorprendente de obras al año. En su página web ellos se definen como un “genuino producto cordobés”. Giménez se sorprende cuando se lo mencionan, pero reflexiona: “Lo típicamente cordobés en nuestro grupo puede ser que tenemos algo muy chabacano que se asocia con nuestra provincia, a la vez que algo muy sofisticado. Allá ha habido y hay muchos pensadores, poetas, cuentistas o ideólogos como Oscar del Barco o los Barón Biza. Es esa mezcla. La Cochera tiene eso, y en ese sentido sí: es más cordobés que La Mole Moli. Sin dudas”.

Lo último que se puede esperar
Grupo La Noche en Vela
Reestreno: 7 de agosto, a las 20. Patio de Actores, Lerma 568. Reservas: 4772-9732. Entradas: $ 50.

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