Dom 11.12.2011
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MúSICA > CHRISTIAN BASSO: DARK, ROCK Y TARANTELA

El remedio sin receta

Fundador de Clap y La Portuaria, miembro de aquella cumbre dark que fue Fricción, parte de una lujosa banda histórica de Charly García, miembro del exquisito Sexteto Irreal, socio solapado de la aristocracia rockera, compositor de bandas de sonido para películas de todo el mundo, Christian Basso edita La música cura, el disco con que cierra una trilogía de música popular instrumental. Con canciones propias y aires de todo el mundo, Basso habla de su vida, su música y cómo terminó bailando la tarantela en Italia, cantando con un pueblo cordobés donde la mitad tenía un apellido de su familia y componiendo un tango para México.

› Por Mariano del Mazo

Christian Basso es dark aunque se ponga una camisa hawaiana. Pero hoy está a tono con su mirada espesa: todo vestido de negro, como esos cuartetos vocales de la década del ‘70. Nadie le pide autógrafos: es parte de la aristocracia del Lado B del rock argentino, claramente una injusticia cimentada por su temperamento áspero y tímido. Porque este tipo que arma cigarritos de tabaco en el bar de Vidt y Charcas fue fundador de Clap y La Portuaria, miembro del grupo comando de élite Fricción (Cerati, Coleman, Samalea y Basso), bajista de Charly García cuando en la banda de Charly tocaban Andrés Calamaro, Fito Páez. Y más. Sin embargo, cada vez que sale el tema del rock & pop, Christian Basso responde con esmero pero en cuanto puede se escapa para otros sitios.

A diez años de Profanía, a ocho de La Pentalpha, Basso está cerrando con La música cura una trilogía de orquesta vintage de cámara, ritmos mediterráneos, valses; una banda de sonido abstracta que busca su película por la ruta de Nino Rota. Todo en Basso es muy cinematográfico: de hecho, se gana la vida componiendo músicas de películas. Escribió la banda de Secret Sunshine de Lee Chang Dong y en México la música de la versión azteca de No sos vos, soy yo (No eres tú, soy yo, tremendo éxito de Alejandro Springall) y Nos vemos, papá, de Lucía Carreras; en la Argentina hizo La invención de la carne de Santiago Loza, Eva y Lola de Sabrina Farji y otras. “Me gusta trabajar en función de otro, ser dirigido. Aprendí a seguir la locura de los directores de cine. Me gusta que suele ser gente pasional, que no negocia las ideas.”

Basso es, también, parece, un hombre de ideas y de pasiones. Durante el momento de mayor éxito de La Portuaria estudió filosofía en la UBA: quedó a cinco materias del título. Se apasionó por la genealogía de su familia y todos los caminos lo condujeron al sur de Italia. Se metió, mal, con la tarantela. Y ahora el muy dark está contando la leyenda de la tarántula: “La tarantela funciona en Calabria y en Sicilia como un baile terapéutico. Hay un creencia popular que dice que el mejor modo de sacar el veneno de una persona picada por una tarántula es bailarle una tarantela alrededor”. La música, entonces, cura; al menos neutraliza venenos. La tarantela aparece, pura o camuflada, como una recurrencia en el disco de “profundización del modelo” Profanía, matriz de un estilo camarístico irresistible en su melancolía. Pese a que algunos pasajes se escuchen cautivantes y al mismo tiempo demagógicos, a la manera de –para seguir la analogía cinematográfica– una película de Ettore Scola, lo que pervive en este disco y ya resulta una constante en la obra solista de Basso es el humor. El humor también aparece en sus incursiones en el Sexteto Irreal, la intermitente banda de solistas que completan Alejandro Terán, Fernando Samalea, Axel Krygier, Javier Casalla y Manuel Schaller. Es complejo explicar cómo se inserta el humor en una música popular instrumental: hay arpegios de organitos, una tendencia al tex mex que en su trayecto choca con Jamaica y con la región balcánica (pero nunca deja de navegar por el Mediterráneo a la altura de Italia y de Grecia), hay una levedad, una pátina zumbona, hay onomatopeyas... Algunos títulos pueden colaborar a la explicación: “El sultán”, “El quilombo”, “Argentine!”, “La bicicleta de Busato”. “Para mí, La música cura fue como volver a Profanía pero con el plus de la experiencia de diez años de hacer música para cine. Sé que me tomo mis tiempos: tres discos en una década es poco. Es que todo cambió. De algún modo, en esto de hacer discos rige el marxismo: los músicos nos apropiamos de los medios de producción. El Pro Tools es una realidad. Y si antes Beethoven escribía sonatas para que las chicas de la corte aprendieran piano, ahora cualquiera hace música desde el celular.”

El disco tiene partes cantadas. Canta la sugestiva intérprete china Haien Qiu y canta el propio Basso en la espectral “Vientos”, en la que interviene Gustavo Cerati en guitarra. La voz de Basso repite una epifanía de terror: Cuántas veces cuentas cuentos cruentos. “Todo surgió porque grabé el viento en Mar del Tuyú... A partir de ahí se fue haciendo la letra. Es como un haiku. Un día vino Gustavo, tocó y quedó. Iba a ir a parar a un disco de música electrónica que tengo listo, pero que nunca salió. Al final lo usé para éste. El tema tiene algo que me sugiere un límite con el más allá. Me pareció que tiene que ver con el momento que está pasando Gustavo, que es tremendo y a su vez muy privado.”

Ahora hay como una especie de crítica y autocrítica de los excesos rockeros... Vos estabas ahí.

–Aquello era muy divertido... Vos ves lo que es la noche ahora y te da ganas de llorar: todos vestidos igual, no se puede fumar, es todo carísimo... Yo igual no extraño nada. Por suerte nunca tuve demasiado aguante, así que no maltraté tanto mi cuerpo. Sobre los excesos no tengo juicio de valor. Lo que te puedo decir de Gustavo es musical. Creo que Fricción fue muy importante para Gustavo. Richard (Coleman) lo influyó mucho. Fue como su gurú... ¡El Robi Rosa de Ricky Martin!

Con el Sexteto Irreal se permite, dice, una democracia. Entre el choque de egos y estilos, se impone una música vigorosa y lúdica en la cual del cielo al averno hay un solo compás. “Es muy caótico y asimismo refrescante. Cada uno tira para su lado y hay como una tensión permanente. Pero funciona. Ahora vamos a hacer unas fechas en el Konex. No ensayamos. O ensayamos ahí mismo en el show. Hacemos ensashows.” Todo lo contrario a su experiencia ochentista con Charly García. “Te imaginás. Yo tenía 20 años y de pronto me tenía que aprender treinta temas como un relojito. Charly era muy de ensayar, un perfeccionista. Yo no sé si estaba a la altura de las circunstancias... no era buen músico. Los temas de Charly son complicados, a mí me costaban. Todo era como un sueño. Me acuerdo cuando vino a tocar Pedro Aznar. No lo podía creer: yo a Aznar lo adoraba, una vez lo fui a ver a Obras y le afané la lista de temas para llevármela de recuerdo.”

Resopla ante la sola mención de La Portuaria: “Ya está. No existe más. El regreso en el 2009 estuvo bueno, recuperamos el placer de la gira y nos reconciliamos con Diego Frenkel. Pero ya está: no hay que volver a los buenos recuerdos. Tanto Clap como La Portuaria fueron mi despertar artístico. Hace poco me puse a digitalizar unos casetes que tenía de shows de Clap. Era todo muy fantasioso, muy bueno. Hay unos recitales del Stud Free Pub que se escuchan muy bien. La pasé bien en aquellos años, pero ahora mi carrera está en otro lado”.

Hijo de Héctor Basso, jazzista que tocaba en el Swing 39 de Walter Malosetti (“Me acuerdo de niño en temporadas marplatenses, viviendo en carpa... Era muy amigo de Javier Malosetti, que tiene mi misma edad: él me hizo escuchar a Los Beatles...”) y padre de Valentín, de 18, que también toca el bajo y también tomó clases, como Christian, con Rinaldo Rafanelli. La familia es una obsesión para este tano de 45 años. Bajando por el árbol genealógico llegó hasta Toscania: su abuela paterna se llamaba Brondo; una rama llegó a Córdoba en 1750 y varios pelearon en las guerras intestinas entre unitarios y federales. “Me puse a estudiar historia argentina para entender mi historia. Hay un blog que se llama Tutti Brondo Di Mondo... me metí y a las dos semanas ¡me transformé en líder del blog! Hicimos una fiesta en Las Palmas, Traslasierra, y la mitad del pueblo era Brondo.”

Y vos, feliz...

–Muy feliz. Tanto que conocí a un pariente llamado Humberto Brondo. Un capo. Toca el bandoneón y es poeta. De México me pidieron un tango, y no lo dudé: lo compuse con él.

¿Quedó bueno?

–Y sí. La familia es la familia.

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