RESCATES > MGM DA UN DOCUMENTAL SOBRE EL OLVIDADO A. I. BEZZERIDES
Hijo de inmigrantes, formado en la ruta, amigo de William Saroyan, compadre etílico de Faulkner, confidente de Bogart, autor del que Truffaut consideró el primer noir, especialista en ponerles realismo, estilo y mugre a guiones anodinos, A. I. Bezzerides era un promisorio guionista de Hollywood hasta que sus problemas con el macartismo lo alejaron del cine. Y aunque sobrevivió volviendo a manejar camiones y escribiendo hits televisivos como Bonanza, la industria nunca le dio reconocimiento hasta que otro griego, el director Spivaro Taraviras, fue a buscarlo a su derruida casa de California poco antes de morir. Buzz es una bienvenida sorpresa en la grilla del cable.
› Por Fernando Krapp
Pocas veces un canal de cable tiene algo distinto para emitir que no sea material de programación explotado, drenado y desechado por el cine, el DVD e incluso, a veces, por otros canales. Más extraño aún es que en la grilla de MGM de diciembre haya, en horarios un tanto complicados de agendar, una película como Buzz (2005), un documental de dos horas, dirigido por un ignoto director griego llamado Spivaro Taraviras, sobre un olvidado guionista estrella de la ya casi olvidada época dorada de Hollywood.
Un guión es como el motor de un auto, algo que el niño Albert Isaac aprendió gracias su padre, un inmigrante griego, casado con una armenia, que después de un periplo por todo el continente europeo se estableció en las costas del Océano Pacífico. Y así, como algunos padres creen pertinente llevar a sus hijos varones, promediando la tierna edad de los nueve años, a la oficina donde desempeñan algún cargo o al consultorio donde ejercen una profesión, el señor Bezzerides tuvo la sana idea de llevar a su hijo a su propia fuente de manutención familiar: los camiones. “Trabajaba con mi padre, en los camiones, yendo al mercado a comprar mercaderías. Había corrupción y trataban de estafarte. Cuando vendía uva, la casa empaquetadora lo estafaba en el precio para venderlas más caras en Nueva York. Tiempo después, un tipo trató de robarme de esa manera, así que agarré una viga dispuesto a matarlo.” El niño Albert Isaac aprendió no solo los rudimentos del oficio de camionero, sino que incorporó en su ADN dos cosas: el habla de la gente y el código de honor que llevaría como una marca hasta los últimos días.
Tiempo después, en un momento clave de la historia del cine, Robert Aldrich tuvo problemas para adaptar una novela. El mismo había escrito el guión, pero sabía que no funcionaba. Necesitaba alguien que le sacara las papas del fuego. Había un sobrenombre que resonaba en los jóvenes estudios de Hollywood como un susurro mecánico, muy similar al ruido que hacen los frenos de los vehículos grandes al desinflarse. Luego de que un amigo de la infancia llamado William Saroyan y un curso de escritura en la Universidad de Berkeley lo llevaran por el mal camino del escritor, y lo obligaran a abandonar la carrera de Ingeniería Mecánica, Buzz obtuvo un contrato como guionista para la Warner por siete años, con oficina propia y todo. Allí salió de parranda con tipos como W. R. Burnett, John Fante y William Faulkner, con quien trabó una larga amistad, a tal punto de alojarlo en su casa para que pudiera escribir Una fábula. El prestigio de Buzz crecía en los estudios; era amigo y confidente de Humphrey Bogart, quien había actuado en la adaptación al cine de su primera novela The Long Haul, bajo el título de They Drive By Night (1940), dirigida nada menos que por Raoul Walsh. Bogart reclamó su presencia en Sirocco (1951) para que reescribiera los diálogos. Buzz puso en boca de la heroína del film una frase en referencia al propio Bogart: “Sos tan feo. ¿Cómo puede un hombre tan feo ser tan apuesto?”. También venía de escribir la película que luego Truffaut catalogó como el primer film noir: Juke Girl (1942). Pero había un problema con Buzz: su nombre estaba asociado a la escritura “proletaria”, y esto significaba para el macartismo un pase seguro a las listas negras.
Aldrich era su amigo. Buzz leyó la novela de Mickey Spillane, luego la adaptación del director, y dio su valoración crítica: apesta. Y antes de que Aldrich dijera algo, levantó sus mastodónticas cejas de griego y aseguró con orgullo monomaníaco: “Pero puedo arreglarlo”. “Si está en el papel, está en las imágenes”, se cansa de gritar Buzz en el documental, sentado en un sillón destrozado en una casa vacía del sur de California. Aquel guión arreglado por este ex camionero se llamó Bésame mortalmente (Kiss Me Deadly, 1955). La vuelta de tuerca que Buzz le dio a la adaptación fue simple y decisiva: convirtió al acaramelado detective de la novela pulp en un tipo cínico, agresivo, sudando alcohol, de pocas palabras. En fin, alguien parecido a Buzz: práctico, directo, sin vueltas. La película fue estrenada con la caza de brujas como telón de fondo: “La gente me pregunta sobre los significados ocultos del guión, la bomba atómica, sobre el macartismo, qué significa la poesía y otras cosas. Y sólo puedo decir que no pensé en ello cuando la escribí. Me estaba divirtiendo”. Buzz cobró un adelanto de ocho mil dólares por ese trabajo, y nada más. Aldrich se ganó un pasaje al paraíso de los realizadores, mientras que el guionista quedó boyando en el purgatorio de lo que hoy se conoce como “free lance”. Para peor: su supuesta afiliación al Partido Comunista le costaría caro a la hora de venderles guiones a los estudios. Aldrich lo llamaría muchos años después para comentarle que había releído la adaptación de Kiss Me Deadly. Buzz le preguntó por qué. Aldrich le dijo que quería saber cómo había hecho para filmar esa película en tres semanas: “¿Y sabes qué? –le dijo el director– Estaba todo en el guión”.
Con el auge de la televisión en la década del ‘60, Buzz tendría otro efímero momento de gloria. Su pragmatismo le permitió entender con rapidez el funcionamiento del guión televisivo. Y tras colaborar con Bonanza y The Barbara Stawyck Show, escribió e ideó lo que sería su hit televisivo: The Big Valley (1965). Ciento doce capítulos a puro western que fueron un éxito enorme en la época, por los cuales cobró apenas cien mil dólares. Los actores también cobraban muy poco, así que Buzz se unió a ellos para demandar a los productores, que estaban bañándose en plata, pero a último momento quedó afuera de la demanda por un arreglo bajo la mesa hecho entre productores y actores, y sumó así una traición más. Si bien este episodio no fue el ocaso de su carrera, sí marcó un declive. No volvería a tocar el éxito, y apenas conseguiría trabajos ocasionales como “mecánico” de guiones ajenos, hasta retornar, incluso, a su antiguo oficio de conductor de autos como chofer particular.
“Nunca formé parte de la vida social del cine; yo me dedicaba a escribir”, algo que no sólo le costó caro en trabajo sino en reconocimiento. No es la primera ni la última vez que la industria cinematográfica les da la espalda a sus antiguos héroes, pero aun así, sorprende ver a un tipo con la historia y la leyenda de Buzz mendigando por una pensión jubilatoria. El director Spivaros demoró cuatro años en hacer el documental, que se estrenó dos años antes de la muerte de Buzz, a los 97. A pesar de tener una estructura clásica de entrevista televisiva, Buzz logra capturar gestos y manías del guionista solitario en una casa vacía del sur de California, donde espera la visita de su hijo para salir a caminar. Y si bien suena un tanto poético, el hecho de que el documental esté programado así, en horarios absurdos, con películas mal traducidas en los canales de al lado, tal vez haya sido una suerte de destino ético para él: un tipo que supo permanecer fiel a sus códigos, rodeado por un ambiente en perpetua decadencia. Pero, a pesar esta tendencia nostalgiosa, se percibe la energía y lucidez vital de Buzz para hablar a los gritos de la escritura: “Para escribir hay que saber escuchar”, dice, y afirma que las películas actuales apestan porque los guionistas le tienen miedo a la materia prima con la que engranan sus historias: la realidad.
Buzz puede verse por MGM el miércoles 14 de diciembre a las 12.40 hs y el miércoles 28 a las 11.30.
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