Sáb 24.12.2011
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PERSONAJES > ELLE FANNING, LA NIñA REVELACIóN DEL AñO

Elle es normal

› Por Mariano Kairuz

El de los niños actores es un tema siempre un poco perturbador: forzados a alcanzar o simular su madurez antes de tiempo, a menudo víctimas de tramas nefastas protagonizadas por sus padres/administradores, muchos terminan arruinados (Linsay Lohan, Macaulay Culkin), unos pocos sobreviven casi intactos a su adolescencia adelantada y recargada (¿Jodie Foster?), y hasta hay alguno que desbarranca pero se recupera y se reinventa (la asombrosa Drew Barrymore). Entre las nenas, la situación es especialmente complicada, porque muchas veces raya en la explotación sexual, directa (Brooke Shields: fotografiada desnuda a los 10, celebrada por su papel de prostituta infantil en Niña bonita a los 13, descubriendo su sexualidad delante de todo el mundo a los 15 en La laguna azul, y haciendo declaraciones más bien confusas sobre su virginidad a los veintipico), o indirectamente (Natalie Portman: 13, en El perfecto asesino). En cualquier caso, puede ser un poco incómodo ver a todas esas chicas que queman etapas a alta velocidad en público, vistiendo modelitos de diseñadores famosos, y tratando de demostrar en cada entrevista que a los 10, 12, 14, ya saben perfectamente qué quieren de la actuación y de sus vidas, como si alguien les hubiera arrebatado ya el derecho a la contradicción.

Este año hubo dos de estos prodigios, dos revelaciones. Dos chicas de esas que parecen de 17 interpretando a chicas de 13, pero en realidad tienen 13 e interpretan a chicas de su edad. Una fue Hailee Steinfeld, lo mejor de la remake de Temple de acero, de los Coen; tan irritantemente buena que en su actuación se vislumbra el monstruito de carácter, selectivo, intensamente cerebral, que puede llegar a ser en unos años. La otra es igualmente increíble, acaso un poco menos “perfecta”, más simpática, espontánea y encantadora, aunque a diferencia de Steinfeld no apareció de la nada: Elle Fanning viene actuando desde los dos años. Elle es, además, la hermana cuatro años menor de Dakota, otra precoz que ahora, a los 17, decidió cortar un poco la exposición y dedicarse a estudiar, casi como una chica “normal”. ¿Y por qué Dakota arriesgó una carrera como la suya, mudándose de Los Angeles a Nueva York? “Uno escucha a la gente decir: Ah, cuando estaba en el secundario; cuando iba a la facultad... Y esas anécdotas definen en buena medida lo que hace que uno sea uno mismo, así que no quería perdérmelo”, contestó Dakota con la racionalidad que caracteriza a casi todos sus personajes.

Lo que ocurrió a lo largo de este año que termina fue que Elle, que creció un poco a la sombra de Dakota interpretando las versiones más jóvenes de los personajes de aquélla (en Mi nombre es Sam, el dramón con Sean Penn; en la miniserie Taken), finalmente la ha dejado atrás con tres actuaciones increíbles entre fines de 2010 y un estreno de estos días: Un zoológico en casa, la nueva película de Cameron Crowe, con Matt Damon y Scarlett Johansson. Primero, en unos cuantos minutos redimió un poco a Somewhere, el ejercicio vacío y snob en el que Sofia Coppola buscó reeditar los temas de su film más importante (Perdidos en Tokio: la vida en habitaciones de hotel, la celebridad, la soledad): tan sólo la lúdica secuencia en la que Elle “toma el té” bajo el agua, jugando con su padre movie-star, le otorga a la película una sensibilidad que el resto del tiempo parece impostada. Unos meses más tarde, estrenó Súper 8, la oda ochentosa dirigida por JJ Abrams y producida por Spielberg, donde irradió su adultez prematura entre el grupo de imberbes protagonistas. Quienes la hayan visto, recuerden tan solo la escena del ensayo en la estación, que dejó mudos a sus coprotagonistas en pantalla, y al público del otro lado.

Ahora, en We Bought a Zoo, la película que acaba de estrenar y que llega acá el próximo jueves, hace mejor que nunca de ella misma: una nena de 12 que parece de 15; que ya está interesada en los chicos, pero todavía se encuentra algo tironeada entre cierto candor y ese 1,70 de estatura que anticipa algo de lo que está por venir en su vida. Basada en el libro autobiográfico de Benjamin Mee –hombre joven, viudo, que en busca de un cambio de vida deja su trabajo y se muda con sus dos hijos a un terreno en el que funciona un parque de animales salvajes–. Un zoológico en casa es una película sobre la pérdida, con algunos momentos auténticamente emocionantes, y en la que la clave nuevamente la da Elle desde un personaje secundario. “Rápido, ¿qué preferís: a los animales o a las personas?”, le pregunta a Scarlett mientras juntas observan a los objetos de sus respectivos afectos. “Yo también, a la gente”, dice, sin esperar respuesta, y se ríe. Y es una risa encandilante, parecida a la que desparrama fuera de personaje: la evidencia puede encontrarse en YouTube, en los talkshows de Conan O’Brien, Jay Leno o Jimmy Kimmel, donde despliega a la vez a la actriz capaz de responder con seguridad e inteligencia y de narrar con gracia; y también la nena fascinada con un universo que sabe que todavía le queda grande, y que se ríe con franqueza de casi todo sin quedar jamás como una boluda.

Todavía nadie la arruinó. La prensa de la industria todavía no habla tanto de los millones que vale para los estudios. Hace de chica inteligente, no de Lolita. Y quizá siga a salvo si no la tapan de nominaciones al Oscar y de dólares, y consigue hacer un par de buenas películas que el público pueda recordar, se retira un poco, vive su vida, y vuelve y se convierte, como hizo Drew Barrymore, y como promete hacerlo en Somewhere, en Súper 8 y en Un zoológico en casa, en una de las mejores de su generación.

Un zoológico en casa se estrena en Argentina el jueves que viene.

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