Dom 22.01.2012
radar

All You Need Is Gol

› Por Mariano del Mazo

El 27 de diciembre de 2001 se hizo trizas la fatigada analogía esgrimida durante décadas con más pereza que exactitud que repetía, como un mantra: “Racing es como la Argentina”. En el rock and roll del corralito, saqueos & represión se erigió, se puede decir, un país dentro de otro; un país en el que el que se vayan todos se gritaba vení vení, cantá conmigo. Un no lugar, el no lugar del paso a paso, un ensueño, una fortaleza endogámica, mezquina, temerosa, atenazada por tanta frustración. Treinta y cinco años de equipos horribles, de equipos buenos pero inoperantes, de dos temporadas en el infierno de la B, de alquilar el estacionamiento de la cancha a camiones de papa, de alquilar jugadores para que jueguen otro torneo con otra camiseta y den lástima, del “Racing ha dejado de existir”, de contemplar cómo esquilmaron al club presidentes de la ortodoxia peronista, radicales y montoneros... Al final, cuando el monumental afano de Estado que fue la pesificación operó como emblema del derrumbe del período neoliberal, Racing rompió el maleficio siendo un club privatizado, una empresita.

Esta, y otras paradojas, son registradas en el excelente libro de Alejandro Wall titulado –tal vez lo único flojo del trabajo– ¡Academia, carajo! (Editorial Sudamericana). Los dos subtítulos que salpican la portada de diseño de comic son más representativos: Racing campeón en el país del “que se vayan todos” y Pasión, locura y secretos del título 2001. Wall es periodista, hincha de Racing y con una prosa precisa ubicada en el punto justo entre el rigor investigativo y la pasión, supo recorrer con ritmo esos dos países de diciembre de 2001. Hay momentos supremos: la historia del juez de línea Alberto Barrientos, hincha de Racing, que no levantó el banderín en el offside de Loeschbor del gol del partido final es, junto a ciertas páginas de Roberto Fontanarrosa, lo mejor que se haya escrito en literatura futbolística... si ese banderín no levantado fuera literatura. Más allá de la data de color (que abunda y resulta deliciosa: los hechizos y exorcismos, la impresionante biografía del barra Juan Scardillo, el exilio del Racing Stone), el libro de Wall detalla la trama política que envolvió a aquel torneo tan singular, que dilató su última fecha por el estado de sitio. Se profundiza en una reunión clave entre el fugaz presidente Ramón Puerta, el empresario y presidente de Racing Fernando Marín, Miguel Toma y Julio Grondona. ¿Convenía que se jugara el partido con el ánimo social tan alterado? ¿Convenía que Racing saliera campeón? Sí, convenía.

El trasfondo social es un ruido espeso que va más allá del caceroleo. Eran tiros, líos, cosa gorda. Entre una población castigada a Lecop y Patacones que hacía colas eternas frente al Cilindro para pagar entradas carísimas que se esfumaban en diez minutos y aparecían en la reventa, muchos jugadores se encontraron con un dilema moral: ¿qué hacemos concentrados mientras el país está a punto de desaparecer? Hubo –escribe Wall– posiciones antagónicas en el plantel. A algunos les parecía una locura no jugar; otros, como Pelotín Vitali, llegaron a marchar a Plaza de Mayo entre los palos y los gases. Mostaza Merlo quería jugar.

Entre los muchos registros que tiene el libro, destaca el disparatado: las páginas dedicadas a los hinchas famosos. De los obvios como Gardel, Porcel, Francella, etc. y de la histórica disputa de Perón con Boca Juniors se pasa a Obélix (usaban pantalón celeste y blanco porque su creador, René Goscinny, simpatizaba con la Academia), el Zorro Guy Williams, Michel Schumacher, Albert Camus, Pelé, Sean Connery y, atención, John Lennon. Hay una entrevista mítica realizada al calor de los tres partidos por la Copa del Mundo de 1967 contra el Celtic de Glasgow que da cuenta de la rivalidad entre ingleses y escoceses. Así, durante aquel año, tal vez el mejor año de Los Beatles, un periodista le preguntó a John si le interesaba el fútbol. Inmerso en su etapa más lisérgica, Lennon respondió que no. Pero aclaró: “¿Cómo se llama el equipo que juega contra el Celtic...? ¿Racing? Ey, ¡me gusta Racing! ¡Soy de Racing!”. Bobby Flores jura haber visto esa entrevista. Creer o reventar.

Ser de Racing es básicamente un acto de fe.

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