MúSICA > ALAN COURTIS, DISCOS PARA TENER EN LAS MANOS
En los años ’90, Alan Courtis tuvo cierta notoriedad como miembro de Reynolds, la banda que tenía un integrante con síndrome de Down. Pero desde entonces –y desde antes también– nunca dejó de hacer música a un ritmo casi inimaginable: el año pasado, por ejemplo, editó dieciséis discos. Y hay más curiosidades: esos discos no se consiguen en Argentina, pero sí en Dinamarca, Francia, Perú o Malasia, algunos de los países que editan a Courtis, solo o en sus colaboraciones con Lee Ranaldo, Jim O’Rourke o Tabata Mitsuru. Y esos discos, además, vienen con un packaging único, de los que ya no se hacen.
› Por Santiago Rial Ungaro
Estamos en el barrio de Montserrat, en el departamento de Alan Courtis, probablemente el músico de su generación más editado internacionalmente... y más desconocido en su propio país. A nuestro alrededor, decenas, cientos de vinilos, cassettes y cd’s, uno más atractivo que el otro, envuelven desde sus “packagings” músicas inclasificables. Siempre sorprendentes, siempre explorando nuevas ideas y experimentando nuevos sonidos, la música de Courtis fluye por todo el mundo: el año pasado editó 16 discos, y su música se edita periódicamente en Alemania, Francia, Inglaterra, Holanda, Bélgica, Austria, Noruega, Dinamarca, Perú, Chile, Ucrania, Malasia, Hong Kong, Japón... Ahora mismo está en el interior del país: “No sé por qué terminé haciendo esta música. Quizás es porque es una música muy personal, en la que casi no hay reglas. Cualquiera puede hacerla”, comenta distraído. Pero aunque su curiosa discografía puede ser inspiradora para cualquiera que haga música poco convencional, la verdad es que no a cualquiera se le ocurre grabar un disco con una guitarra sin cuerdas, o usando el sonido de cinta de cassettes vírgenes, o editar periódicamente en vivo encuentros con otros músicos como los japoneses Tabata Mitsuru, Seichi Yamamoto o Yoshimi PWe (ex miembros de los geniales The Bordemos), Lee Ranaldo (Sonic Youth), o Jim O’Rourke, y que también cuenta con bandas (como los franceses de L’autopsie a révele que la mort etait due a la’ autopsie, con los que editaron un cassette en vivo con forma de ataúd verde) y artistas desparramados por el planeta siempre dispuestos a aprovechar cada encuentro con Alan para hacer música. Lona Records en Hong Kong; Doufu Records en China; Young Girls Records en Bélgica; Quasipop en Ucrania; Beer Records en Eslovenia; Lattajjaa en Finlandia. ¿De dónde salieron estos contactos? Dice Alan: “Creo que el trabajo de uno lo exige un poco. Uno también elige cuáles son las condiciones. Y para mí la prioridad es que salga”. El discurso, la teoría de Courtis como artista es igual de libertaria y expansiva que su práctica musical, bastante conectada espiritual y formalmente con el free jazz, por cierto. “Yo particularmente soy un acérrimo defensor del objeto, no porque esté en contra de lo digital, sino porque me parece que tiene cierta mística. Genera una práctica distinta abrir una carpeta que ponerse a escuchar un disco. Los discos son como una especie de sucursales nómades de estados mentales. Vos lo hacés, pero después la gente también les pone cierta carga”. Alan es un colaboracionista de la música free, aunque no es sólo eso: también es un compositor contemporáneo (chequear su obra para ensamble de diarios que tocó el año pasado la Apatt Orchestra en el Sefton Park de Liverpool en http://www.youtube.com/ watch?v=NrHRxevK3qs).
A su manera, Alan Courtis es un súper rockero: progresivo, industrial, punk y clásico, ya que su formación musical es clásica. Desde su época con Reynolds, la obra musical de Courtis y su “súper creatividad”, siempre tuvieron en cuenta el vacío desde donde surge el sonido: no es casual que el disco más “conocido” de Courtis sea el primero de Reynolds. “Sí, en el ’95 hicimos nuestra obra ‘conceptual’, que era una cosa honda: ‘bueno, si no se puede hacer un disco hagamos un disco sin disco’”. Cuando se abría el packaging de Gordura Vegetal Hidrogenada, en el lugar donde iba el CD, se leía: “Este disco se acaba de desmaterializar hace 5 segundos”. El disco (primer disco “desmaterializado” editado en el país) estuvo a pocos votos de salir elegido como “disco del año” por el Suplemento No. Claro que por entonces Alan ya andaba por ahí editando su música en cassette: “Para mí son fundamentales. A finales de los ’80 y a principios de los ’90 ya existía una red internacional alrededor de las ediciones de cassette. Yo agarré ese último período pre Internet. Recién en 1999 me compré una computadora que tenía para grabar CDR: antes todo lo edité en ese formato”. Aunque reconozca a La Pesada (en especial la operita Tontos) y la obra de Juan Carlos Paz como influencias, Courtis es un producto de los ’80: “Yo toqué en el Parakultural en Balcarce, y también en el 90 cuando lo reabrieron en Chacabuco, con Nuégado de Serpientes. En esa época iba a ver a bandas industriales, bandas punk, a Uno X Uno, Sentimiento Incontrolable”. Desde entonces, su dinámica productiva nunca cambió: “Yo en general hago el disco y paso a otra cosa. Y hay discos que tardan 5 años en salir editados. Yo los mando, mando la música y la gráfica y después ya paso a otra cosa. Otros que no me llegan por lo mal que anda el correo. Yo mis discos los hago la mayoría de las veces acá, y sigo usando la portaestudio”, dice y señala su vieja y fiel portaestudio. Ahora: ¿cómo se puede hacer para escuchar sus cassettes? “Sí, la realidad es que no todos pueden escucharlo, lo mismo con los vinilos. ¿Que el cassette suena mal? Eso depende de lo que vos quieras hacer. Para algunas producciones te puedo entender que digan que les comen un poco los agudos. Pero para un cierto tipo de música más arriesgada funciona bien. Igual, la paradoja es que en la era máxima de la ‘tecnologización’ de toda la sociedad, lo que ves es que hay muchísima gente que termina escuchando un MP3 recontra comprimido, por los parlantitos de la compu. La gente hoy en día escucha música peor que nunca. ¡Un buen equipo con cassette suena mucho mejor que eso! ”
Algo curioso: a pesar el apoyo y la amistad de músicos de Sonic Youth, The Boredoms, Damo Suzuki (Can), Eddie Prevost (de AMM) o de Acid Mother Temple y de muchísimos otros para ir descubriendo, Alan siguió siempre viviendo en Buenos Aires, aunque, por ahora, solo lo editó el sello Om Discos: “Nunca me pareció una opción irme. Yo veo que la mayoría de los que se van termina volviendo. También vi mucha gente que vive afuera y vi cómo viven, y creo que quizás a veces van detrás de una ilusión que no sé si es tan real. Además hoy en día hay otras posibilidades: yo el año pasado toqué 4 o 5 veces desde acá. Toco para Suecia, pero desde Internet, desde mi casa. Para mí lo más importante es producir la música, que la música circule y generar proyectos. Y desde acá siempre lo pude hacer”.
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