Dom 25.03.2012
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FENóMENOS > KONY 2012, LA SINIESTRA CAMPAñA VIRAL QUE SE MULTIPLICA EN LA WEB

Mi pequeño Kony

En sólo cuatro días, una eficaz operación de marketing viralizó un documental que construye a Joseph Kony, líder de la Lord Resistance Army, como el nuevo villano de Uganda. Más de cien millones de visitas, famosos apoyando la causa y un pedido de acción directa al gobierno de Estados Unidos. Pero hay mucho más detrás de este aparente proyecto humanitario nacido en las redes sociales: desinformación, la política internacional entendida como una campaña publicitaria, los negocios de las ONG y, una vez más, la condescendencia y el simplismo aplicados a los conflictos de los países africanos.

› Por Violeta Gorodischer

Un video recorre el mundo: el video de Kony 2012. Entre la versión de YouTube y la de Vimeo, esta campaña viral llegó a las cien millones de visualizaciones. Y es probable que, al final de esta nota, el número haya crecido todavía más.

Para quien todavía no haya visto el documental de 20 minutos, va la información: el tal Kony es el jefe de la Lord Resistance Army, que pretende instalar en Uganda un régimen teocrático basado en el cristianismo; combate al ejército desde hace décadas y es buscado por la Corte Penal Internacional. En 2003, tres jóvenes estudiantes norteamericanos viajaron por primera vez a ese país. Impactados por la historia de Jacob, un chico ugandés que les habló de las matanzas civiles, de cómo era vivir escapando y de este hombre que usaba niños como soldados y niñas como esclavas sexuales, decidieron que ellos serían capaces de detener al monstruo para siempre. Así nació Invisible Children, una ONG que se planteó un objetivo preciso: lograr que el nombre de Joseph Kony se hiciera conocido en el mundo entero. La idea de estos jóvenes era ejercer presión sobre funcionarios del gobierno de Uganda y congresistas de Estados Unidos para que enviaran consejeros militares y encontraran de una vez a Kony (que por supuesto, ya había dejado el país hacía rato). “Para que a las personas les importe, tienen que saber”, decía Jason Russell, director y cara visible del video que hoy es furor en la web y puede encontrarse fácilmente googleando “Kony 2012”. Claro que para lograrlo, era necesaria una estrategia. Así que Russell y sus amigos, todos documentalistas, apelaron a los trucos más remanidos de la campaña viral. A saber: maniqueísmo, golpes de efecto, manipulación emocional... Desde un rubiecito de cinco años (el propio y sobreestimulado hijo de Russell, Jacob) a quien se le explica el conflicto en términos de “buenos y malos”, hasta la musicalización, el lenguaje audiovisual del reality, muchos abrazos con muchos nenes de color, Jacob en primer plano llorando y diciendo que quiere morirse (“¿No quieres estar en la Tierra? ¿Prefieres morir a estar en la Tierra?”), el llamado a la acción directa, Moreno Ocampo hablando en nombre de la Corte Penal Internacional y famosos como George Clooney instando a compartir el video y donar plata para atrapar a Kony. “Hemos hecho diez documentales antes que éste, y los hemos mostrado en institutos y universidades desde 2006. Hemos construido una base de apoyo a través de nuestros otros films. Pero la realidad es que trabajamos muy duro y consiguieron 3000 visitas. Y entonces un video con un gato tirando de la cadena tiene 40 millones de visitas. Eso nos dejó pensando: ‘¿Qué estamos haciendo mal?’. Y un día, uno de nuestros compañeros dijo: ‘Esto sería mucho más fácil si pudiéramos hacer a Joseph Kony famoso y la gente supiera quién es. No tendríamos que luchar tan duro para conseguir la atención sobre estos asuntos en Uganda’ –declararon los creadores–. Después nuestra meta fue hacer una película que pudieras ver on line, que fuera entretenida, que contara la historia de un modo digerible. Y no teníamos ni idea de lo hambrienta que estaba la audiencia global de eso.” Los resultados no tardaron en llegar. Rápidamente celebrities del cine y la música, incluyendo a Rihanna, Taylor Swift, Oprah Winfrey, Justin Bieber y Kim Kardashian, publicaron enlaces al video en Facebook y Twitter. Y los hashtags #kony2012 y #stopkony aparecieron entre los temas más discutidos de las redes sociales. Hasta la Casa Blanca, vía el secretario de Prensa, Jay Carney, dijo que Obama extendió sus felicitaciones a las personas que se movilizaron para promover este video en la web viralizando “las atrocidades llevadas a cabo por la Lord Resistance Army”. Pero mientras todo esto sucedía en menos de ¡cuatro días! (el video se subió el 5 de marzo y el 9 ya alcanzaba 40 millones de visitas en YouTube y más de 13 millones en Vimeo) algunas voces comenzaron a advertir sobre el peligro del reduccionismo occidental. Más que nada, sobre la viralización de un asunto que puede tener implicancias políticas desconocidas para los usuarios (aunque no para los gobiernos). “Investiga a fondo tus motivos. No reenvíes simplemente un video aleatorio a un extraño porque alguien hace decir ‘triste’ a un niño de cinco años. Aprende un poco sobre las complejidades de la región y las luchas en curso antes de abogar por la intervención militar directa”, piden desde The Daily What. El diario The Guardian, por su parte, cuestiona la fe ciega que respalda la lógica del impulso viral: “El video de Kony ha sido hecho por gente cuyas intenciones parecen buenas, incluso si su ideología y análisis pueden ser un poco simplistas. ¿Pero y si un video con antecedentes más siniestros obtuviera este tipo de impulso?”. Eso, sin contar los analistas políticos que pusieron el grito en el cielo argumentando que el enfoque de Russell puede agravar la situación en Uganda y algunas partes de Africa central. No sólo porque su relato es demasiado simple sino porque la teoría del cambio que propugna es poco probable, y no está claro si el objetivo de eliminar Kony es una prioridad en la estabilización y reconstrucción del norte de Uganda. “Al ofrecer apoyo al presidente Museveni, la campaña puede terminar suponiendo el fortalecimiento de un líder con un historial terrible”, sostiene Ethan Zuckerman, director del Centro de Medios Cívicos en el MIT. Lo que el video tampoco muestra es el informe del Social Science Research Council de Nueva York, que acusó al ejército de Uganda de cometer crímenes contra los civiles en la República Centroafricana mientras combatían a Joseph Kony y a la Lord Resistance Army. Tampoco que el parlamento ugandés aprobó una ley en diciembre de 1999 en que ofrecía la amnistía a los líderes del LRA si dejaban las armas, pero que el presidente se negó a promulgarla. O que hubo una operación llamada Trueno Relámpago en la República Democrática del Congo en diciembre de 2008, donde se envió a miles de soldados a la república centroafricana y se pidieron consejeros norteamericanos, contando con el apoyo de Africom (el Comando Africano del Ejército de los Estados Unidos) para capturar a Kony. Hasta la propia ministra de Información de Uganda, Mary Karoro Okurut, acaba de repudiar públicamente la campaña y describió todo el asunto como una interpretación burda del conflicto y los esfuerzos para ponerle fin. “El documental es un intento erróneo de volver a escribir la historia de Uganda y describe a los ugandeses como un pueblo incapaz de resolver sus problemas”, declaró a través de un comunicado en los principales diarios de su país.

A todo esto, como si la realidad estuviera guionada por un director de lo más cínico, el rubio Russell, que se muestra como un padre ejemplar dispuesto a dejarle a su hijo “un mundo mejor”, volvió a ser noticia esta misma semana por andar desnudo, masturbándose y gritando incoherencias en las calles de San Diego. Fue internado en un psiquiátrico. Su mujer dijo a la prensa que está bajo mucha presión y que las críticas lo afectaron demasiado. “Por lo personal de la película, algunos de los ataques contra ella han afectado mucho a Jason”, escribió en Los Angeles Times, como vocera del líder sin voz. Sus compañeros, sus herederos y toda la gente que se tomó el trabajo de clickear para compartir el video Kony 2012 sigue difundiendo la causa sin ahondar mucho en los matices que la atraviesan. Nada parece importarles: ni la situación actual de los ugandeses, ni los intereses estadounidenses para intervenir la región, ni que Joseph Kony esté fuera de Uganda desde hace seis años, ni los desequilibrios mentales del creador de Invisible Children. “A partir de ahora nosotros cuidaremos de Jason, ustedes cuiden del trabajo –concluye su mujer–. El mensaje de la película sigue siendo el mismo: no se detengan ante nada.” Queda clara la consigna. Que se propague. Como un virus.

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